Un experto dice que el Gobierno gestionó el ‘Prestige’ desde los despachos

Un golpe con troncos que flotaban a la deriva en el océano, unido quizás a “olas de tamaño anormal”, fueron las causas del accidente del 'Prestige' hace más de una década frente a Fisterra, según un experto contratado como perito por la plataforma Nunca Máis. Pero fuese por lo que fuese, el siniestro, de difícil solución, se convirtió en gran catástrofe por la gestión del Gobierno, que pretendió “apagar el fuego desde un despacho”, reprochó Ricard Mari Segarra, catedrático de la Facultad de Naútica de Barcelona y capitán de Marina Mercante.

Sus severas críticas a las decisiones adoptadas por las autoridades, sobre todo la de alejar al barco herido en alta mar sin destino fijo y en medio de fuertes temporales, llevaron a alargar durante ocho horas, en dos jornadas, su declaración en el juicio del 'Prestige' que se desarrolla en A Coruña.

Mari Segarra, ante los largos interrogatorios de los abogados de las distintas partes, defendió con ahínco sus teorías sobre las causas de la rotura del casco del viejo petrolero, pese a que son muy cuestionadas por inverosímil. Incluida la posibilidad de que fuese golpeado por una ola gigante, planteada en este juicio por el principal acusado, el capitán del 'Prestige' Apostolos Mangouras. Este perito insistió en sus críticas a la gestión del Ministerio de Fomento entonces dirigido por Francisco Álvarez por alejar el barco sin tan siquiera “inspeccionarlo con personal cualificado” para valorar los daños que tenía y decidir una alternativa para intentar mitigar la marea negra. “No se apaga un fuego desde el parque de bomberos”, aseveró este experto.

Por el contrario, y pese a que la plataforma Nunca Máis, como acusación particular responsabiliza de la catástrofe tanto a Mangouras como al exdirector de la Marina Mercante José Luis López-Sors, también sentado en el banquillo de los acusados, Ricard Mari defendió la actuación del capitán del 'Prestige'. Incluso aseguró que le causó “admiración” su decisión de pedir, nada más producirse el accidente, la evacuación de la tripulación al temer que se hundiese el petrolero y luego, tras corregir su escora, decidir quedarse a bordo para intentar salvar al barco y su carga “en tierra”.