“No sé dónde voy a vivir”

Impotencia y vergüenza. Eso siente María Dolores García cada vez que acude a Cáritas. Con la nevera vacía y ahogada por los gastos del alquiler, recibe vales de comida, dinero para pagar las facturas o asistencia para encontrar trabajo: “La primera vez, no crucé ni la puerta. Luego me di cuenta de que si no iba, no comía”.

García acumula más de tres décadas de trabajo, pero desde hace cuatro años, la inestabilidad laboral es su peor enemigo. Ahora le apremia solventar las deudas mensuales de su piso, donde vive desde hace 10 años: “Me tengo que marchar y no sé dónde voy a vivir”. Con los 426 euros del paro no puede asumir los 600 de alquiler. “Lo llevo fatal. Nunca me había visto así; tenía un buen sueldo. Ahora estoy en manos de Cáritas”.

Destina sus ingresos a pagar una parte del alquiler; la entidad abona el resto. A la espera de que la Generalitat le conceda un piso de renta baja, la familia tampoco la puede ayudar. “Van a desahuciar a mi hijo. Ni él ni su mujer tienen trabajo y no pueden pagar la hipoteca. Tienen un niño de nueve años y no sé qué harán”, lamenta esta mujer de 58 años que sufre osteoporosis y ha dejado de tomar unos medicamentos que no puede asumir. “Los políticos no se dan cuenta que la gente tiene necesidades imprescindibles. Viven ajenos al pueblo”.