Antígona en la plaza Sintagma
Antígona se lanza a la calle en 'Alexis, una tragedia griega', espectáculo que invita a reaccionar contra los recortes
Si las tragedias de Sófocles, Eurípides y Esquilo devengaran derechos de autor, Grecia, su legítima heredera, tendría superávit por cuenta corriente. “La bancarrota griega es el laboratorio donde se está testando la reacción de la sociedad, porque luego le tocará a España, Portugal, Italia…”, dice Stavros en Alexis, una tragedia griega, espectáculo cuyos intérpretes cosen con hilo de seda la Antígona de Sófocles, la versión radical de Brecht, las crecientes revueltas contra los recortes impuestos por los países acreedores, y el asesinato del quinceañero ateniense Alexis Grigorópulos, de un disparo policial a bocajarro, en diciembre de 2008, que provocó tres semanas de enfrentamientos entre jóvenes manifestantes y policías.
Alexis, una tragedia griega
Autoría, dirección, luz y escenografía: Daniela Nicolò y Enrico Casagrande. Intérpretes: Silvia Calderoni, Vladimir Aleksic, Massimiliano Rassu y Alexia Sarantopulu. Compañía Motus. Espectáculo sobretitulado en castellano. Teatro Pradillo. Del 7 al 9 de marzo.
Enrico Casagrande y Daniela Nicolò, directores de la compañía italiana Motus, y la actriz solar Silvia Calderoni, que ya habían escenificado tres relecturas del mito de Antígona, maduraron esta sobre el terreno, pateándose Exargia, bastión anarquista de Atenas, y Tebas, donde el cuerpo de Polinices yació insepulto hasta que su valerosa hermana desobedeció a Creonte. El resultado es un espectáculo vibrante, hermoso y tenso como un arco a punto de hacer diana.
En Alexis, conmueve, al borde de la lágrima, la estampa de Polinices muerto sobre un tapiz rojo, lago sangriento que duplica su imagen, ante una Antígona genuflexa cuyo desbordante llanto Silvia Calderoni cercena en una fracción de segundo, para adoptar una abismal distancia brechtiana que nos sacude de nuevo por la rapidez y la virulencia del atlético volantazo emocional. El claro Polinices de Massimiliano Rassu, la transparente presencia de Alexia Sarantopulu, testigo de los hechos, y el inflexible Creón de Vladimir Aleksic redondean un espectáculo en el que Casagrande y Nicolò combinan certeramente documental y ficción, dramática y narrativa, el discurso con la reflexión, la imagen en vivo con la filmada. Pocas veces un trabajo tan limpio de línea tiene tanta pegada.
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