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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Aquí huele a azufre

"Me digo que no, que no puede ser, que personas tan pías no pueden haber hecho cosas tan pecaminosas"

Leo lo que dice la prensa y me hago cruces. Me digo que no, que no puede ser, que personas tan pías no pueden haber hecho cosas tan pecaminosas. Al anterior presidente de la Generalitat y a la actual alcaldesa se les atribuyen presuntos delitos de mucha gravedad. En crónica desde Palma, Andreu Manresa señala que “el yerno del Rey admite los contratos a dedo que le dieron los dos dirigentes del PP”. Es decir, sin concurso público, a hurtadillas: quitando a otros cristianos e infieles la posibilidad de acceder a las licitaciones. Y el periodista añade que el juez, en su auto, concluye: “Los convenios no fueron otra cosa que la forma arbitraria de vestir el santo”.

Sin duda, el negocio del que hablamos no era el de vestir literalmente santos. Era algo más profano. Me ha hecho gracia esa expresión, lo de vestir el santo, que es castiza y católica y, por eso, he leído con unción las declaraciones de Iñaki Urdangarin ante el juez Castro. En principio, solo buscaba dicha fórmula tan española y, claro, lo que me he encontrado son muchas palabras que no me cabían en la cabeza. El fiscal, el letrado, el declarante, el propio juez en un cruce de preguntas y respuestas simplemente agotador. Una cruz. Alguien toma nota, registra; y luego alguien procesa esa información, que se añade a los miles de folios que suma el caso Nóos.

Lo que se dice en dicho documento del señor Camps y de la señora Barberá es muy comprometido, para qué nos vamos a engañar. Indudablemente, no tengo por qué creer lo que recuerda don Iñaki Urdangarin. Pero quiero confiar en la Justicia, en su capacidad para discernir, para reunir pruebas, para inculpar, para condenar. Si finalmente Francisco Camps y Rita Barberá fueran declarados culpables, entonces el bochorno se apoderaría de mí. Piensen lo que podrían preguntarnos o decirnos amigos de otras comunidades autónomas, de otras ciudades.

Que si nos han gobernado rufianes, que si hemos votado a villanos. Que si nos han desvalijado, que si nos han saqueado. Que si hemos callado e incluso jaleado a quienes nos han desplumado, que si nos han dejado endeudados. Que si… Que sí, que sí: tendríamos que admitir todo ello con un sofoco de aúpa. En cualquier parte se ha gastado a manos llenas, desde luego, pero aquí teníamos más: ideas de mucho ensueño, quimeras arbitristas y ambiciones, Ciudades de mucho rumbo, de la Ciencia, de la Euforia, de la Luz, de las Lenguas. Y alguna otra que me dejo en el tintero. Como ven, algunos andaban muy sobrados. Gasto público y políticos manirrotos con celebrities del cuché; arquitectos fantasiosos y conseguidores de postín.

Vestir el santo. Menuda expresión... Si son ciertas las cosas que vamos sabiendo, aquí no ha habido santos, ni curitas. Pero sí que hemos tenido creyentes, postulantes y huchas: diablos vestidos de Prada, de Loewe, de Milano. Las suyas no serían propiamente diabluras, temeridades de poca monta. Serían delitos y graves pecados. Si se confirman, penarán. Pero hay más. El día del Juicio Final se las verán con Dios, que colérico los condenará por haber arramblado con todo: fuisteis como un río desbocado y dejasteis cubierto de arena el suelo por donde pasabais. Ay, pecadores, aquí huele a azufre.

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