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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Corrupción+recortes

"Todo resulta muy confuso, aunque lo cierto es que somos muchas cosas al mismo tiempo, y casi siempre contradictorias"

Ocurre que la publicidad de los más diversos productos asegura que somos lo que comemos, lo que vestimos, las películas que vemos, los libros que leemos, la cosmética que preferimos, lo que decimos, lo que callamos, incluso lo que escuchamos, las fiestas a las que acudimos o los amigos que frecuentamos, esto último según el longevo dicho que asegura dime con quién andas y te diré quién eres, cuando más cierto es que uno anda cada vez más con quién puede. Así las cosas, ¿Luis Bárcenas sería un magnífico esquiador, un contable de alcurnia, un vulgar estafador, un diablillo experto en aprovecharse de las debilidades de sus correligionarios o un padre feliz que adora a su familia y se sacrifica como es debido por ella? Y en cuanto a Iñaki Undargarin, además de haber sido un deportista magnífico de pelota en mano, debe tener sin duda otras capacidades innatas o adquiridas para liar la que está montando, ya sea huyendo en chándal por las calles de Nueva York o atendiendo a la prensa enfundado en su vestimenta como de primera comunión. Todo resulta muy confuso, aunque lo cierto es que somos muchas cosas al mismo tiempo, y casi siempre contradictorias. Ya se sabe, por Hegel, que la conciencia infeliz se enreda en sus propias contradicciones, mientras que Tolstoi tuvo la perspicacia de apuntar que todas las familias felices se parecen, mientras que las desdichadas lo son cada una a su manera.

Volviendo al principio de este asunto, parece que si somos lo que comemos derivaremos lentamente hacia la condición de equinos, aunque la pregunta adecuada sería si alguien sabe realmente qué comemos los que hacemos la compra en el supermercado y tragamos como si nada sus misteriosos estuchados. Así que no se sabe si la patata es solo patata, si la lechuga no será más bien un leguchino disfrazado o si el mercurio del pescado perjudica gravemente su salud y la de los que están a su alrededor. Eso por no mencionar que (leer a Saviano) la ropa de marca igual está fabricada en China con tejidos de dudosa identificación y distribuida a las tiendas de alto standing desde las sentinas del puerto de Nápoles. Si una prenda de Armani se comporta como una prenda de Armani, lleva la etiqueta de Armani y cuesta lo que cuesta una prenda de Armani, ¿por qué no va a ser un Armani? ¿Quién lo va a distinguir? Si lo hace Armani, lo más probable es que guarde silencio, por si acaso, y si lo descubre el usuario o la usuaria, no va a denunciar una simulación que implicaría el reconocimiento de una cierta candidez ante la estafa.

Y así todo lo demás, en una sociedad del simulacro generalizado donde solo los restaurantes de lujo sirven una comida decente para un Luis Bárcenas cualquiera mientras la corrupción carece de límites ignorando las fronteras (Suiza, qué agradable invento, como sugirió el Marx barbudo), y los recortes van acabando poco a poco con los imbéciles que se portaron dignamente, dadas las circunstancias, y acaban ingresados en hospitales a pan sin agua ni mantas suficientes para calmar los escalofríos de una situación sin esperanza.

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