La semana por delante
Escultura, música electrónica y una adaptación de Teresa de Jesús, entre lo mejor de la semana
arte
Investigar la identidad
Una fina luz de neón recorre el techo de dos salas contiguas del Instituto Italiano de Cultura. Iluminan nueve esculturas apoyadas firmemente sobre pedestales. Unas tienen apariencia fantasmal y las otras son bustos en los que se les ha esculpido un leve aspecto humano. Todo ello conforma la pieza titulada Focus on his eyes, un trabajo realizado expresamente para este espacio por Patrick Tuttofuoco (Milán, 1974), artista residente en Berlín (Alemania).
La obra de Tuttofuoco ha insistido en mirar el paisaje en relación con el hombre. Ese fue el tema de sus dos últimas exposiciones en Londres y en Milán. Pero la idea de dar más protagonismo al hombre empezó a madurar en su traslado a Berlín. "Fue en 2008. Quería ver las cosas con más distancia y me tocó el momento álgido de la crisis económica europea, una crisis que se ha llevado por delante un mundo que ya no volverá. En muchas cosas, para mejor", afirma el autor. El resultado de esa reflexión fue una búsqueda directa del individuo.— ÁNGELES GARCÍA
clásica
Ermitas ante catedrales
No hay obra más difícil que aquella que, en las manos del intérprete, parece fácil. Es el engaño total: llegar a dominar tanto una pieza que hasta tú mismo al tocar creas que es simple y lo transmitas al auditorio. Falsa simplicidad, como la de las bandas sonoras de Nino Rota, en apariencia sencillas, pero llenas de complejos equilibrios entre el silencio y la música escrita. De esa falsa sencillez va el concierto que interpreta la Orquesta de la Comunidad de Madrid el próximo martes en el Auditorio Nacional. Por un lado, el Tangazo de Piazzolla, música impregnada de las notas de los arrabales de Buenos Aires elevada a los altares. Por el otro, el Concierto para piano y orquesta nº 3 de Rachmáninov. Dicen de esta obra que es en la que alcanzó la perfección, el concierto en el que por fin supo hacer llorar y gritar al piano, ese instrumento al que había amado y odiado durante toda su vida. Un concierto de pequeñas ermitas que ocultan suntuosas catedrales.— MIGUEL PÉREZ MARTÍN
cine
El mejor maquillaje
Lunes, el primer día pos-Goya. Tanto si han sido ganadores como perdedores, dos de los mejores técnicos de la historia del cine español, los maquilladores David Martí y Monste Ribé, de la empresa DDT, estarán en la Casa América para explicar su trabajo, recompensado más que merecidamente con el Oscar, en El laberinto del fauno, de Guillermo del Toro, la sabia mezcla de drama histórico-social con la que el director mexicano contó su visión de la posguerra española. Tras el pase del filme, a las 19.00 en la Casa América (plaza de Cibeles, 2. Entrada libre), Ribé y Martí —que compiten esta noche en los Goya con su trabajo en Lo imposible— desgranarán cómo crearon personajes tan singulares como el Fauno o el Pálido.— GREGORIO BELINCHÓN
teatro
Por la sencillez
Es un montaje que parece tocado por los dioses. Los que existan. O por la santa. Porque La lengua en pedazos (teatro Fernán-Gómez), con bellísimo texto de Juan Mayorga, el más internacional de nuestros dramaturgos vivos, con el que debuta como director de escena, está basado muy libremente en Libro de la vida de Teresa de Jesús. De tan sencillo que ha querido que fuera su trabajo en la autoría y la dirección, ha conseguido que sea soberbio, lo que facilita mucho el que Clara Sanchis, en el papel de la santa de Ávila, y Pedro Miguel Martínez, en el de un inquisidor que nos recuerda a Dostoievski, puedan abducir a los espectadores a base de llenar de verdad el escenario. Además ese combate verbal entre una monja insurrecta y desobediente y un guardián de la Iglesia, que se supone es en el siglo XVI, está lleno de teatro y de enseñanzas.— ROSANA TORRES
electrónica
El llamado punk digital
Los conciertos de Crystal Castles son experiencias físicas. El dúo canadiense aparece envuelto en humo hasta desaparecer del escenario. Las bases de Ethan Kath, un freak de la electrónica, golpean, literalmente, al público, como un martillo pilón. Mientras, la cantante Alice Glass, de 24 años, se comporta como si hubiera enloquecido: salta, grita hasta desgañitarse, se arroja sobre las primeras filas sin tener en cuenta su integridad física. No es raro verla con un pie escayolado o magullada. Es una mezcla delirante de punk de la vieja escuela y rave poligonera. Convierten el ruido y los efectos más cutres del tecno en algo hipnótico y fascinante. Y debajo de esa fachada furiosa hay querencia por la melodía. Convirtieron I'm not in love, una canción de un grupo canadiense, en un tema emocionante y bailable. El martes en La Riviera veremos en qué estado de forma están.— IÑIGO LÓPEZ PALACIOS
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