El mancillado honor del PP
Salvar el honor del partido es hoy por hoy un propósito arduo, por no decir imposible
Iba para ministro, pero por el momento se quedó en vicesecretario general de Estudios y Programas del PP, un cargo de consolación en tanto no se le premia con una cartera, que bien puede otorgársele en el cambio de Gobierno que se cuece en Moncloa. Como ya se habrá adivinado, nos referimos a Esteban González Pons, un valenciano con denso currículo político por estos lares que ahora sigue acumulando méritos en Madrid donde en estos días atribulados para su partido ejerce de Karanka, esa función de portavoz que se le adjudica a un subalterno para que lidie con la prensa cuando llueven chuzos o el jefe se amaga, como suele hacer el preparador del Real Madrid, José Mourinho, que a menudo recurre a esta figura vicaria mediante uno de sus ayudantes que así se llama.
Si hoy invocamos al eminente paisano es porque en el ejercicio de su provisoria función y en una de sus recientes comparecencias rompió una lanza por el honor de su partido, aludiendo incluso a las graves consecuencias que puede padecer quien lo cuestione. A nosotros nos pareció percibir en su admonición un tono calderoniano reivindicativo de esa prenda moral que, como la honradez, la dignidad, la fama o la decencia en la vida pública, tan mancillada ha sido allí donde el PP gobierna, y muy especialmente en las comunidades autonómicas de Madrid y Valencia, en cuyas entretelas, pecados y enredos está sobradamente familiarizado está el bizarro portavoz. Tan es así que, por el respeto que nos merece, creímos percibir un subrepticio acento humorístico, como de cachondeo, en su solemne apercibimiento. Claro que igual iba en serio y erramos.
En todo caso, salvar el honor del PP es hoy por hoy un propósito arduo, por no decir imposible, que no se puede reducir a reprimir judicial o dialécticamente algún que otro exabrupto o descalificación más o menos insidiosa del partido. Son tantos los escándalos que lo pudren y tan turbios los dineros que lo financian que casi toda andanada crítica está más que justificada. Su honorabilidad, por describirlo llanamente, tiene menos crédito que una bufa de pato o ventosidad de palmípeda. Que recordemos, desde la Transición ninguna sigla con tal ámbito de gobierno ha enmerdado tanto su gestión, lo cual es mucho decir después del paso del PSOE —que no el PSPV— por el poder. A cada cual lo suyo.
No obstante, algo y aún mucho podría hacer el mentado adalid si realmente está decidido a rescatar los muebles en la medida de lo posible y antes de que la próxima cita electoral envíe su partido al ostracismo o a galeras. Por lo pronto, le sugerimos que deje de mentar el sufrido honor y empiece a invocar el Código Penal, apremiando a la justicia que tiene empapelados a tantos de sus cofrades. Pues, como dice el ministro Luis de Guindos, es muy cierto que “nadie puede evitar que haya garbanzos negros y manzanas podridas”, sobre todo —puntualizamos nosotros— cuando tan buen acomodo han encontrado en el PP. Lo grave no es que acudan, sino que no se les separe y se les fumigue como la epidemia que han acabado siendo tantos presuntos, imputados y procesados por chorizos.
Y unas preguntas sobre el despido masivo en RTVV. Además de la confiscación del medio, su manipulación, saqueo y desguace, ¿era necesaria esta chapucera, arbitraria y cruenta manera de licenciar a la plantilla? ¿Pueden unas personas honorables amparar tamaño despropósito jurídico, profesional y laboral? Karanka tiene la palabra.
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