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Desde la eternidad, con jazz

Guía de la escena jazzística valenciana desde los 70, Federico García será incinerado mañana en el tanatorio de Valencia

El crítico Federico García Herráiz en el club La Linterna de Valencia
El crítico Federico García Herráiz en el club La Linterna de Valencia

"Desde Chile, con jazz" fue el título de la última crítica que Federico García Herráiz (Valencia, 1951) escribió para EL PAÍS, con ocasión de la actuación en Valencia de la saxofonista Melissa Aldana. Los ecos del jazz que amó, defendió y transmitió nos llegarán desde la eternidad, ahora que este historiador de formación, preocupado por los datos, el rigor y el contraste de toda información, nos ha dejado. Federico  García falleció a las ocho de la mañana en casa, víctima de una larga enfermedad crónica que nunca mermó su vitalidad intelectual y emocional, dejando un nutrido legado de edificantes páginas sobre el jazz, tanto internacional como local, en revistas como Cuadernos del Jazz o Cartelera Turia y en este mismo diario, entre otras publicaciones.

A pesar de los impedimentos físicos que en los últimos tiempos le mantenían frecuentemente alejado de la música en vivo a la que era apasionadamente aficionado, continuaba escuchando y viendo jazz por todos los medios a su alcance. Había colaborado habitualmente con el festival Avui Jazz de Vila-real y el guitarrista Fernando Marco, uno de los animadores del certamen, le había encargado el texto para su nuevo álbum. Cuando le sorprendió la muerte estaba escribiendo para un libro sobre las portadas de la Cartelera Turia de su amigo el ilustrador Miguel Calatayud que publicará Media Vaca.

Con Jorge García, Federico González y Carlos Sampayo, escribió Los 100 mejores discos de jazz (1993) para La Máscara, la misma editorial que publicó Ellos y ellas, las grandes voces del jazz (1994), elaborado mano a mano con el primero de aquéllos. Precisamente Jorge García, actual presidente de la Asociación Española de Documentación Musical, recuerda haber compartido algún viaje con su amigo en los 80 a Barcelona para cargar cada uno cinco o seis kilos de vinilos hallados y adquiridos en Jazz Collectors, tienda de referencia en Europa, durante todas las horas que mediaban entre la llegada del autobús que habían cogido en Valencia a primera hora de la mañana y el de regreso a última hora de la tarde.

Apreciaba el jazz de todas las épocas, pero especialmente el de los años 40, 50 y 60 del pasado siglo, del que conocía detalles recónditos. Apoyó y contribuyó a la emergencia de la escena jazzística valenciana de los 80, la representada por músicos como el guitarrista Carlos Gonzálbez y espacios como Perdido Club de Jazz. Sin embargo, seguía abierto a nuevas voces, como la de la joven saxofonista chilena referida al principio, para quien tuvo halagüeñas palabras. Eso sí, reseñando los rastros que detectaba del Sonny Rollins de los 50 y 60. Compartir un concierto con él era como escucharlo dos veces. Será incinerado el viernes a las 15.00 en el Cementerio Municipal de Valencia.

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