El pacto imposible
El Pacto por Andalucía que ha propuesto el presidente de la Junta tiene un contenido ideológico excesivamente pesado para que pueda ser digerido por algunas de las fuerzas políticas
El presidente José Griñán pretende un imposible: mezclar el agua con el aceite. Por mucha buena voluntad y muchas ganas que le ponga, ambos fluidos sin inmiscibles. Es decir, no pueden mezclarse.
El Pacto por Andalucía que ha propuesto el presidente de la Junta tiene un contenido ideológico excesivamente pesado para que pueda ser digerido por algunas de las fuerzas políticas a las que ha invitado a sumarse. En especial, el PP.
Entonces, ¿a qué vienen las buenas palabras de Zoido y la consejera de presidencia Susana Díaz, tras el encuentro del lunes entre los líderes de los dos primeros partidos de la comunidad?
Respuesta: no podían hacer otra cosa. Todos los focos estaban sobre ellos. Más de un millón de parados confían en que un gran pacto entre partidos y organizaciones sociales sea el detonante que inicie la recuperación económica, y por tanto del empleo.
Las buenas palabras forman parte de un guión que invariablemente se repite cada vez que se celebra un encuentro entre los máximos dirigentes de PSOE y PP. Así ha sucedido en los cinco que, desde el inicio la crisis en 2008, han tenido lugar hasta ahora.
El primer acto consiste en la descalificación del encuentro, casi siempre por parte del partido en la oposición. El secretario general del PP, José Luis Sanz, siguió el guión previsto al afirmar solemnemente unos días antes del encuentro: “No espero absolutamente nada”. El segundo acto fueron las buenas palabras en San Telmo.
El tercer acto se iniciará en breve. Se admiten apuestas a que el PP denunciará, con cualquier excusa, planteamientos y actitudes irresponsables en los partidos que conforman el Gobierno. Y romperá. Es una vieja estrategia.
Un solo ejemplo: ¿Recuerdan cuando el ministro Educación Ángel Gabilondo estuvo a punto de firmar un acuerdo con el PP, en mayo de 2010? En el último minuto, la secretaria general, Dolores de Cospedal, se descolgó y puso como excusa el manido “es más de lo mismo”. Y se largó del ministerio.
El PP no es amigo de pactos. Los pocos que hace, los hace cuando gobierna. Casi siempre, precedido de un “estoy dispuesto a pactar contigo, si suscribes todo lo que yo quiero”. Ahora se cita que Arenas entró en la reforma del Estatuto. Pero por puro miedo a otro 28-F.
En el acuerdo que nos ocupa, algunos de los ocho puntos del Pacto por Andalucía chocan frontalmente con el planteamiento ideológico y la política que está desarrollando el PP allá donde gobierna.
En esa línea, son muy sinceras, y acertadas, las palabras del vicepresidente de la Junta y líder de IU, Diego Valderas, sobre la posibilidad de que el PP firme el pacto: “Me parece casi imposible, si no renuncia a las políticas que está haciendo el Gobierno de Mariano Rajoy”.
Porque esas políticas de Rajoy, y de sus barones en Madrid o Castilla-La Mancha, van diametralmente en sentido contrario a las que propone la Junta en materias tan sensibles como la sanidad o la educación.
Mientras la Junta apuesta por la defensa de los servicios públicos, el PP los debilita y privatiza. Mientras Griñán defiende una economía productiva para crear empleo, Rajoy se empecina en la reducción del déficit y los recortes, que están produciendo un paro espantoso. Mientras Griñán defiende la inclusión social, el PP desmantela las ayudas a los dependientes, encarece la justicia y cierra escuelas y servicios médicos de urgencia.
Zoido, por último, no pactará porque cree a pies juntillas lo que revelaba el Barómetro publicado el pasado domingo en este periódico: el 72% de los españoles cree que los partidos no pactan porque piensan que hacerlo demuestra debilidad.
Por todo eso, y otras muchas razones, el PP no va a firmar el Pacto por Andalucía. Por mucho que Griñán se empeñe en mezclar agua y aceite.
@JRomanOrozco
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