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Honesto y leal, pero fundido

Botella destituyó a Villanueva no porque tuviera dudas sobre su honestidad o su responsabilidad en la tragedia del Madrid Arena, sino por soltar el timón del Ayuntamiento en la crisis política

Concepción Dancausa, Miguel Ángel Villanueva y Ana Botella.
Concepción Dancausa, Miguel Ángel Villanueva y Ana Botella.LUIS SEVILLANO

Quizá porque a veces es incapaz de expresarse con claridad, Ana Botella transmite la sensación, e incluso sus fieles lo reconocen, de no saber lo que quiere. Nada más lejos de la realidad. Equivocada o no, para desmayo de la oposición o de su propio partido, con o sin el beneplácito (e incluso la comprensión) de los ciudadanos, Ana Botella sabe perfectamente lo que quiere. Y también lo que no quiere. Ana Botella no perdona la debilidad. Le gustan los políticos fuertes. Su número dos lo era. Hasta que la crisis del Madrid Arena le fundió los plomos. Y por eso lo ha destituido.

Miguel Ángel Villanueva es un político rocoso, temido por la oposición en los enfrentamientos dialécticos, firme de acción y convicción. Con carácter y, a veces, hasta mal carácter. Todo ello lo ha demostrado desde que Botella lo elevó desde la concejalía de Economía (que tiene muchas menos posibilidades y presupuesto de lo que su nombre sugiere) a la vicealcaldía.

Alberto Ruiz-Gallardón marchó en diciembre de 2011 al Ministerio de Justicia, y con él se fueron sus dos puntales, Manuel Cobo y Juan Bravo; pero dejó atrás a un ramillete de políticos de su absoluta confianza. Con ellos construyó Botella su Gobierno. Y de ellos, eligió a Villanueva como vicealcalde, por delante de su amiga Concepción Dancausa (desde el miércoles, primera teniente de alcalde).

Él la protegió de los traspiés a los que parecía abocar su inexperiencia política y lagunas dialécticas. Los hubo, pero muchos menos de los que la oposición (y su propio partido) temían. Tanto unos como otros creen que la destitución de Villanueva deja expuesta y sin red a la alcaldesa.

Los Juegos Olímpicos de Botella

Al principio, muy al principio, a Alberto Ruiz-Gallardón le horrorizaba la idea de organizar los Juegos Olímpicos en Madrid. Pero pasó de la aceptación al convencimiento, y de ahí al entusiasmo y casi hasta la cruzada. Se fue de la alcaldía con esa deuda sentimental, tras dos fracasos a cual más doloroso, pero dejó embarcada a la ciudad en un tercer intento. Y también a la alcaldesa.

A Botella eso de los Juegos Olímpicos no le entusiasmaba. Gallardón asegura que la consultó antes de embarcarse de nuevo, y ella consintió.

La alcaldesa jamás ha transmitido reticencia alguna en público, en parte por sentido del deber, en parte por lealtad (ciega y entregada) a Gallardón. Y eso pese a que los Juegos constituyen una anomalía en su política centrada en la perra chica, en la gestión diaria de la ciudad, sin concesiones a la grandilocuencia.

Ahora, paradójicamente, su futuro político parece depender de los Juegos.

Las elecciones locales de 2015 no se pueden adelantar, pero sí está por ver a quién presentará como candidato el PP para esa cita. Botella cuenta por ahora con el respaldo del presidente del Gobierno (y del PP), Mariano Rajoy, y lo tendrá al menos hasta septiembre, cuando se conozca la suerte de Madrid 2020, según han señalado fuentes del partido. Tampoco es probable que Rajoy mueva ficha a corto plazo. El aspirante en las elecciones municipales de 2015 se decidirá ocho o diez meses antes, tras realizar una encuesta con tres o cuatro nombres. El partido no se puede permitir perder la ciudad, que gobierna prácticamente desde hace 23 años. Y si Botella pone en peligro el fuerte, será desplazada. Pese a ser la elegida de Gallardón. Pese a ser la esposa de José María Aznar.

El Comité Olímpico Internacional decidirá el 7 de septiembre en Buenos Aires entre la capital, Tokio y Estambul. La candidatura madrileña cuenta con un respaldo mayoritario pero menguante entre los españoles, y ahora corre además el riesgo de politizarse, al convertirse su suerte en la suerte de Botella. Necesitada de puntos a favor pero sin presupuesto para marcar la agenda, Madrid 2020 es el único foco optimista de su gestión. Y el único asunto de envergadura a día de hoy como para desplazar la atención del Madrid Arena. Pero capitalizarlo puede volver en contra del proyecto a muchos ciudadanos. Los Juegos de Madrid corren el peligro de convertirse en los Juegos de Botella.

Si la investigación judicial o periodística de la tragedia del Madrid Arena asesta nuevos golpes al Ayuntamiento, los encajará ella. Y es más que previsible que eso ocurra, porque Botella ha protegido a Antonio de Guindos, en la picota (las familias de las víctimas han pedido su imputación) por la actuación de la Policía Municipal y los servicios médicos, que de él dependían hasta el miércoles. Entonces ¿por qué ha destituido Botella a Villanueva?

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El pasado miércoles, Botella aprovechó una cita aparentemente rutinaria con el vicealcalde para comunicarle que dejaba de serlo. Lo rebajó a concejal raso y él, que esa mañana ni siquiera sospechaba las intenciones de la alcaldesa, decidió dimitir. Pactaron que su salida pareciera fruto de una decisión personal, aunque sólo la última parte lo fue. Cuando fue preguntada por los periodistas al respecto, un día después, Botella eludió dar respuesta alguna para respetar ese pacto y procurar algo de honra a la salida de Villanueva.

Sin embargo, ante la ciudadanía la decisión pareció consecuencia de las informaciones que sugerían un presunto trato de favor por su parte al organizador de la fiesta de Halloween en la que perdieron la vida cinco jóvenes. Y eso pese a que no hay prueba ni indicio alguno hasta la fecha contra Villanueva. “No hay datos para pedir su imputación, que es absolutamente improbable”, aseguró el fiscal superior de Madrid, Manuel Moix, apenas unas horas después de conocerse la decisión de Botella. Ella tampoco tiene sombra de duda al respecto: “No he perdido la confianza en Villanueva. Ha sido un colaborador leal que ha desarrollado todas sus competencias con el máximo esfuerzo y honestidad. Le aprecio en lo personal y en lo político”, explicó el jueves. Pero entonces ¿por qué lo destituyó?

En parte, para protegerse. En parte, para proteger a la otra persona más débil en esta ecuación: Antonio de Guindos. Contra él, o mejor dicho, contra su gestión de los servicios de Seguridad y Emergencias antes y durante la tragedia, sí hay dudas serias y fundamentadas. Al delegado de Medio Ambiente, Movilidad y (hasta el miércoles) Seguridad, hermano del ministro de Economía y número dos de la alcaldesa cuando era ella la responsable de esa área, Botella le adora: “Es una de las personas más importantes del Ayuntamiento, es todo un lujo contar con él”, dijo el jueves.

“Alguien le dijo que así podría pasar página del Madrid Arena”, desliza el grupo de fieles a Gallardón. Pese a la falta de indicios señalada por el fiscal, Villanueva se había convertido en la diana de varios medios de información del gusto del electorado del Partido Popular madrileño. Los que más daño pueden hacer a la alcaldesa.

Pese a ello, Botella reafirmó a Villanueva varias veces en público y casi a diario en privado. Pero él ya no era el mismo de siempre. Las acusaciones (y el acoso de algún que otro programa televisivo) le habían debilitado, le habían sacado de quicio, le habían impedido actuar con la firmeza que había demostrado antes. No supo sobreponerse al golpe. Se le fundieron los plomos.

El Ayuntamiento temía cada día que una nueva información, por alejada de la realidad que fuera, le tambaleara. Porque con él se tambaleaba el Ayuntamiento entero. Y esa debilidad a Botella no le gustaba. Nada.

De hecho, Villanueva había recibido más de un aviso. Una persona clave en ese sector duro del PP, muy cercana a Botella y al propio Aznar, le advirtió de que su reacción estaba siendo equivocada, que debía recuperar la iniciativa, dar un puñetazo en la mesa, echarle coraje.

Pero Villanueva no sólo estaba tocado. También estaba de salida. Él mismo había comentado a su gente que pensaba dimitir. Que, pasado un tiempo, para no dañar al Ayuntamiento, se iría. Llegó incluso a poner fecha en un par de ocasiones a su salida. Primero, enero. Luego, junio. Y aquello llegó a los oídos de la alcaldesa. Y tampoco le gustó.

Demasiadas circunstancias se sumaban en contra del vicealcalde, o mejor dicho, para hacer más propicia su destitución. Y una terminó por decantar su suerte. En los últimos días, el diario El Mundo había publicado imágenes y grabaciones que, pese a que según la fiscalía carecen de relevancia penal, sí ilustran el caos en la noche de la tragedia. La descoordinación de la Policía Municipal y los servicios de emergencia ya salió a relucir en la comisión de investigación impulsada por el líder de la oposición, el socialista Jaime Lissavetzky, y de hecho está también en el punto de mira de las pesquisas judiciales. Y el responsable de esos supuestos errores es precisamente De Guindos.

“Creo en los equipos y en las personas que los forman que miran por el éxito del conjunto del equipo”, dijo Botella el jueves. Inocente como parece la frase, es probablemente la única explicación que dio ese día sobre la marcha de Villanueva. El vicealcalde podía ser honesto y no tener responsabilidad alguna en la tragedia, pero ya no estaba defendiendo al equipo. Así que lo destituyó.

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