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“Nunca vi que se comportara como una mala persona”

El padre de los dos bebés congelados dice que no se enteró de los embarazos

Javier Martín-Arroyo
Francisco Antonio, marido de la acusada de congelar a dos bebés en Pilas.
Francisco Antonio, marido de la acusada de congelar a dos bebés en Pilas.PACO PUENTES

¿Es posible ignorar el horror, oculto en el hogar durante años, y mantener una convivencia familiar estable? En el caso de los dos recién nacidos hallados en sendos congeladores de una casa de Pilas (Sevilla), al parecer fue posible. La acusada del doble crimen, Sara L. H., ha reconocido ante la Guardia Civil que congeló a uno de los dos bebés al poco tiempo de nacer. Del otro ha declarado que no recuerda nada. El testimonio de su marido Francisco Antonio aporta claves para entender la compleja personalidad de su mujer, de 34 años, que ha dado a luz a cinco niños, dos de ellos congelados hasta su hallazgo hace unas semanas.

El juez ha imputado a la mujer de asesinato con alevosía, y considera verídica la versión del hombre, por eso no le ha acusado por encubrir los crímenes. Francisco Antonio encontró los cadáveres y alertó a la Guardia Civil. Ahora repite una y otra vez que ignoró los embarazos de su mujer, con la que convivía desde hace 15 años.

El marido de la acusada asegura que su relación de pareja era “normal”

“Yo le decía que hiciera un poquito de gimnasia (…) Pero es impensable ¿a quién se lo vas a explicar? No sé si utilizaba una faja para disimular. Ella tenía su ropero y yo el mío. Nunca registré el suyo. No vas a estar constantemente pendiente de la barriguita de tu mujer (…) Manteníamos una vida normal y punto”. A su favor está la circunstancia de que ni el juez, ni la fiscal y el secretario judicial se percataron de que Sara estaba embarazada de siete meses la primera vez que acudió al juzgado a declarar. Solo un mes después, dio a luz.

El juez le ha otorgado a Francisco Manuel la custodia de ese bebé y de los otros dos hijos de la pareja, un niño de 11 años y una chica de 14. El marido asegura que la acusada es “lista como ella sola”. “Siempre lo ha sido. Sacaba muy buenas notas”, afirma. Además de coser y ocuparse de las tareas domésticas, le gustaba leer a diario. “Le gustaba la filosofía. Íbamos a las ferias de libros y acumulaba montones. Incluso en los roperos hay libros. En casa debe haber más de 2.000 libros y la biblia la habrá leído 500 veces, aunque no es religiosa”, matiza Francisco Antonio, que ha sido chapista, mecánico, albañil y ahora está desempleado.

Intentar aportar luz a este caso no es fácil. Francisco Antonio acudió el pasado viernes al Juzgado 3 de Sanlúcar la Mayor para explicar cómo encontró el segundo bebé, al abrir un arcón congelador mientras limpiaba. El día antes había estado con el psiquiatra del Instituto de Medicina Legal que tiene la clave actual del caso: determinar o descartar si Sara padece una enfermedad mental y si era consciente de que cometía un crimen. Su marido asegura que la acusada, encarcelada ahora en la prisión de mujeres de Alcalá de Guadaíra, nunca tomó pastillas ni atravesó depresiones. Ni siquiera cuando hace dos años falleció su padre, aunque la pérdida le afectó profundamente.

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El hombre insiste en descartar que existieran episodios violentos en su relación, que comenzó cuando ambos tenían 17 años. Además, los análisis de ADN han confirmado que tanto los bebés (dos varones) fallecidos, como la niña recién nacida, son hijos de Francisco Antonio y Sara. Esto descarta en principio relaciones extraconyugales. “Me parece que todavía estoy montado en una nube y que es mentira. Me lío a darle vueltas para atrás y no he visto peleas. No he visto nada. Era una relación normal con discusiones como cualquier pareja. Y punto. Nunca he visto un maltrato ni le he puesto la mano encima a ella o a mis hijos”, asegura el hombre.

Tanto su marido como los vecinos insisten en el carácter reservado de la acusada. Sus respuestas casi siempre eran escuetas. La acusada solo se relacionaba con sus hermanas. No tenía amigas y estudió el COU, pero no fue a la universidad. “Nunca tuvo interés en estudiar. Yo le animaba para que lo hiciera, pero no decía ni que sí ni que no. Decía que ya era tarde para estudiar”. Trabajó en un supermercado y en una residencia de ancianos. Su principal apoyo era su hermana mayor. “Siempre se relacionaba con ella, excepto cuando íbamos al campo con dos parejas”, rememora Francisco Antonio.

La incógnita de por qué se arriesgó a que sus hijos encontraran a sus hermanos envueltos en bolsas de plástico mientras hurgaban en el congelador, no está despejada. “No quería desprenderme de él”, relató la mujer en su primera declaración. El desconcierto del marido es patente: “Nunca le vi comportamientos de mala persona, y siempre estaba pendiente de los deberes de sus hijos y de educarles. Es muy raro. No me cuadra por ningún lado. Y si no me cuadra a mí no le puede cuadrar a nadie. No sé qué clase de explicación daría. Su comportamiento ha sido normal de siempre”.

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Sobre la firma

Javier Martín-Arroyo
Es redactor especializado en temas sociales (medio ambiente, educación y sanidad). Comenzó en EL PAÍS en 2006 como corresponsal en Marbella y Granada, y más tarde en Sevilla cubrió información de tribunales. Antes trabajó en Cadena Ser y en la promoción cinematográfica. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y máster de EL PAÍS.

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