“Trabajaré por una Euskadi en Europa”
El nuevo presidente del Gobierno vasco jura su cargo "humildemente ante Dios y la sociedad"
En una tierra como Euskadi, adherida al valor sentimental de sus símbolos ancestrales, el juramento de un lehendakariderrama siempre solemnidad. Iñigo Urkullu, en la Casa de Juntas de Gernika, lo exteriorizó envuelto por un ritual ceremonioso al que él aportó la emoción propia de sentirse elegido. Y entre miradas al cielo y al horizonte que le aguarda, le venció la emoción, posiblemente al metabolizar ese sentimiento íntimo que supone para un nacionalista presidir un Gobierno vasco, y sobre todo en este caso, recuperarlo.
En una mañana apacible de sol otoñal, carente de incidentes más allá de los pitidos de seguidores de la izquierda abertzale al ministro de Hacienda y Administraciones Públicas, Cristóbal Montoro, cuando apenas había salido del coche, y de los habituales gritos en favor de la vuelta a casa de los presos de ETA, Iñigo Urkullu también procuró un sello propio a la jura de su cargo como quinto lehendakari, como lo ha hecho al conformar el Gobierno paritario más reducido de la historia.
Guiado por la tradición de la jura como primer lehendakari de su admirado José Antonio Aguirre, toda una referencia en la esencia nacionalista, Urkullu asumió la misma fórmula, pero cambió la histórica frase “ante Dios humillado” por la significativa proclama “humildemente ante Dios y la sociedad”. Luego añadió que lo hacía “en pie, sobre la tierra vasca y bajo el roble de Gernika, con el recuerdo a nuestros antepasados y ante los representantes del pueblo” para "cumplir fielmente su mandato". No hubo más palabras, al contrario de lo ocurrido en el toma de posesión en 2009 del primer presidente socialista. Patxi López leyó dos poemas, en uno de cuyos textos aún se recuerda la frase: "Nada es igual dos veces". Pero a cambio Urkullu, a modo de compromiso, dejó escrito en el libro de honor de la Casa de Juntas: “Trabajaré con humildad y determinación por una Euskadi de progreso en paz y libertad por si misma en Europa y el resto del mundo”.
Tampoco el nuevo lehendakari dispuso de crucifijo y biblia, aunque mantuvo el juramento. Todo un guión estructurado según las propias convicciones y deseos de Urkullu, que utilizó el Estatuto de Gernika y el Fuero Viejo de Bizkaia como textos para su compromiso.
Tras la jura, junto al Árbol de Gernika, acto en el que los componentes de la Mesa del Parlamento actuaron como testigos, Urkullu no pudo evitar otros segundos de intensa emoción, con brillo en sus ojos, mientras escuchaba los sones del himno de Euskadi, el Gora ta Gora, interpretado por la banda de la Ertzaintza, ataviada para la ocasión con el atuendo de gran gala.
Momentos después, se asistió a otra de las novedades con sello propio de este mandato ya que el aurresku de honor, a modo de saludo a la autoridad, fue bailado por tres dantzaris —dos chicos y una chica— y no uno solo, como es más habitual en la mayoría de los protocolos oficiales en Euskadi.
Tras su regreso al interior de la Casa de Juntas, Patxi López, anterior lehendakari, entregó el testigo del poder, la makila (bastón), a Iñigo Urkullu, mientras sonaban los aplausos del público, pero no de los representantes de EH Bildu que como Pello Urizar, Oskar Matute y Belén Arredondo estaban presentes. Hace tres años, el PNV tampoco aplaudió a López. Pero no fue el único gesto de descortesía de la izquierda abertzale al nuevo presidente vasco. Laura Mintegi, por ejemplo, prefirió acudir a Bayona a debatir en un foro sobre los pasos a dar a partir de las conclusiones de la Conferencia de Aiete, y en el que estaba presente el abogado surafricano Brian Currin. Martin Garitano y Juan Carlos Izagirre, las primeras autoridades de Gipuzkoa por Bildu tampoco se desplazaron al acto de Gernika.
Todo había ocurrido en una breve sesión de aproximadamente 23 minutos antes de que sonara el Agur Jaunak y Urkullu abandonara el salón de pleno foral ente entre aplausos, caminando sonriente por un pasillo engalanado.
Ya en el exterior, Urkullu volvió a sorprender, incluso al propio guión establecido por el servicio de protocolo del Parlamento vasco, en su elección para la toma de la tradicional primera foto como lehendakari. De hecho, el presidente, se dirigió al templete donde queda recogido el roble antiguo para amplificar así el simbolismo tan arraigado en el pueblo vasco. A partir de ahí, las fotografías. La primera, con Patxi López aunque éste no se incorporó al grupo que, a continuación, formaron Urkullu, Ardanza y Garaikoetxea, anteriores presidentes nacionalistas del Gobierno vasco
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