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Andrés urrutia |presidente de euskaltzaindia

“No ha habido probablemente el consenso que el euskera se merecía”

El máximo responsable de la Real Academia de la Lengua Vasca considera que el balance de 30 años de la ley de Normalización "da positivo, pero aún hay mucho por hacer”

Javier Rivas
Andrés Urrutia, junto a la sede de Euskaltzaindia.
Andrés Urrutia, junto a la sede de Euskaltzaindia.fernando domingo-aldama

Doble celebración para el euskera y los euskaltzales. Mañana es su Día Internacional y llega apenas una semana después de que cumpliese 30 años la trascendental Ley Básica de Normalización. Doble celebración, pues, para el presidente de Euskaltzaindia, Andrés Urrutia (Bilbao, 1954).

Pregunta. 30 años de ley. ¿Qué ha supuesto?

Respuesta. Un paso decisivo en la normalización y normativización del euskera; crear un espacio de oficialidad importante para una lengua que había carecido de él en la historia, y ha supuesto, y supondrá aún más en el futuro, la posibilidad de desarrollar esa oficialidad reforzando las características del euskera como elemento integrador, de cohesión y convivencia social.

P. ¿Y en qué ha fallado?

R. Ha habido cierta discontinuidad al aplicar esa ley, a la hora de establecer políticas lingüísticas, de que por encima de las opciones de Gobierno, legítimas y democráticas todas ellas, todos tuviésemos la conciencia de que el euskera era un elemento que estaba quizás por encima de eso y requería una política lingüística más consensuada.

P. ¿No ha habido tal consenso?

R. Ha habido un gran consenso, pero probablemente no el que el euskera se merecía. Hubo un primer momento de consenso importante. Luego, al aplicar la ley, y no distinguiré aquí entre opciones políticas, ese consenso se ha alterado y ha sufrido durante épocas situaciones muy distintas. Al final no hemos acabado de recuperarlo, fuera de lo puramente protocolario o celebratorio, como ahora con los 30 años.

P. ¿Ha sufrido el euskera una excesiva politización?

R. El euskera ha sido objeto de trabajo por gente que en un primer momento han tenido una ideología más nacionalista que de otro cuño. Pero sentar esto como afirmación general sería tendencioso. El carlismo, en su versión defensora de los fueros y de España, también tuvo un elemento importante de recuperación del euskera. A partir de la democracia, el euskera se ha ido socializando mucho más, ha dejado de ser patrimonio de ideologías y ha pasado a ser patrimonio de la sociedad. En ese camino de socialización, en que debemos insistir, sin lugar a dudas habrá altibajos. ¿Que habrá tentaciones de politización? Sin duda. ¿Que tenemos que mantener nuestra cabeza firme teniendo en cuenta el objetivo? Eso procuramos hacer todos los días en la Academia. Otra cosa es que lo logremos.

P. ¿Ha habido excesos en ese camino de socialización?

R. Ha habido excesos y defectos. Excesos, como cuando se ha pretendido euskaldunizar a golpe de decreto, y defectos cuando se han ignorado realidades sociolingüísticas en poblaciones o territorios en los que el euskera era la lengua del día a día. Tenemos que intentar buscar un equilibrio. Hay que distinguir funciones y situaciones y según cada situación, adoptar unas medidas concretas. Y hay que tener imaginación para concebir una política lingüística adecuada.

“La austeridad no puede ser la excusa para terminar con el apoyo al euskera”

P. ¿Le ha pesado excesivamente el nacionalismo al euskera?

R. En su momento, probablemente desde la visión de los no nacionalistas le pesó. Pero el cultivo del euskera por los nacionalistas fue un hito absolutamente fundamental sin el cual hoy estaríamos en situación muy distinta. Todos tenemos que trabajar para que en el ámbito del euskera no se note el peso ni de unos ni otros, sino de todos. Y esto hay que hacerlo todos los días. Hay muchas formas de trabajar.

P. Muchos euskaltzales piensan que el euskera no tiene su futuro claramente asegurado.

R. Comparto esa preocupación. Los que estamos en el mundo del euskera debemos trabajar para que ese futuro esté lo más seguro posible. Y algo no irónico, sino real: ¿quién tiene hoy el futuro asegurado? 30 años dan para mucho. Sé que hay gente que piensa que se podría haber hecho más. El balance da positivo, pero aún hay mucho por hacer.

P. El repetido reto es impulsar el uso en el ámbito cotidiano.

R. El reto es promocionar el uso en ese ámbito y lograr un equilibrio de esa promoción con la utilización del euskera en las funciones cultas de la sociedad. Si olvidamos estas y pensamos que como hemos hecho un tremendo trabajo de constituir un corpus está todo solucionado…

P. ¿Y desde el punto de vista del uso?

R. No tengo la solución ni creo que nadie la tenga, pero hay que ponerse a pensar y hasta a imaginar. Hay que buscar espacios y recuperar otros que se han perdido. En los grupos de amigos, las reuniones familiares, el ocio, las nuevas tecnologías hay mucho por hacer. Yo formo parte de una generación que accedió al euskera desde una perspectiva absolutamente voluntarista. Quizá no nos dimos cuenta de que una lengua en la sociedad requiere matices, que no se puede usar solo para reivindicar, sino también para comunicar, vivir, soñar reír y llorar. No sé hasta qué punto lo estamos consiguiendo. En el ámbito del euskera somos tan serios, tenemos tanta aprensión de que nos digan que es una subcultura que vamos directamente a esas formas cultas de expresión y nos olvidamos de otras cosas que son más modestas, pero que son la base de lo otro.

P. ¿Debe obligarse a los comercios a atender en euskera?

R. No conjugaría el verbo obligar. Hay que decirles que sería conveniente que se adaptasen, no ya por imposición legal, sino incluso por propia estrategia comercial, a la situación sociolingüística que les rodea. ¿Sería conveniente que si alguien se niega a hacer esa adaptación se le sancionase? Ya lo dije en su momento. Antes hay que agotar todos los mecanismos para arbitrar. Siempre seré partidario de mediar antes que imponer.

P. ¿La crisis es un hándicap para las políticas lingüísticas?

R. Sin duda. Lo está siendo ya. Y en nuestro caso con una perspectiva absolutamente negativa. Hay quien está considerando que eso del euskera y la cultura vasca es algo de lo que ahora podemos prescindir porque no forma parte de los servicios esenciales para la sociedad. No pido que no haya austeridad y que no tengamos que apretarnos el cinturón. Lo que digo es que una cosa es austeridad y otra muy distinta que esa política sea la excusa perfecta para terminar con un apoyo al euskera y la cultura vasca. Sin ese apoyo tendría muchas dificultades para sobrevivir.

P. ¿Y dentro de 30 años qué?

R. Me gustaría que el euskera dentro de 30 años esté ejerciendo todas las funciones que le corresponden en la sociedad a una lengua normalizada. Me gustaría pensar que estaremos en una sociedad con bilingües, trilingües o cuatrilingües, sino perfectos, aproximativos. Y que sea un euskera culto, moderno y adaptado a las necesidades de dentro de 30 años. Eso es una utopía, porque siempre existirán conflictos, no solo en torno al euskera, sino a otras cuestiones sociales. Es el ideal al que debemos tender. Y, sobre todo, veo en el futuro a unas generaciones que van a tener una concepción del euskera muy diferente a la nuestra.

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Sobre la firma

Javier Rivas
Forma parte del equipo de Opinión, tras ser Redactor Jefe de la Unidad de Edición y responsable de Cierre. Ha desarrollado toda su carrera profesional en EL PAÍS, donde ha trabajado en las secciones de Nacional y Mesa de Cierre y en las delegaciones de Andalucía y País Vasco.

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