Un Belén napolitano (sin buey ni mula) en Madrid

Ya es época de montar el belén, de sacar la caja donde están todas las piezas guardadas, quitarles el polvo y buscarles un lugar. El CentroCentro Cibeles de Cultura y Ciudadanía, el espacio expositivo del Ayuntamiento de Madrid, ya ha montado el suyo, más bien el de los hermanos García de Castro, propietarios de este belén que se expone desde el 1 de diciembre hasta el 3 de febrero en el Palacio de Cibeles y que ha sido descrito como uno de los más importantes del mundo. De hecho, es un ejemplo destacado del barroco escultórico y uno de los conjuntos belenísticos más notables de coleccionismo español, según el Ayuntamiento, junto con el del Palacio Real, el del Museo Nacional de Escultura de Valladolid y el de la familia March en Mallorca.

Carmelo García de Castro y sus dos hermanos empezaron a coleccionar piezas hace más de 30 años, en 1979, pero la afición, la verdadera pasión por las figuras, viene de mucho antes. “Volvíamos de Rumanía, donde mis padres estuvieron trabajando un tiempo”, cuenta el coleccionista. “Hicimos una parada en Venecia. Era navidad y toda la ciudad estaba engalanada”, recuerda. En ese viaje, recorrieron las iglesias venecianas, decoradas con belenes típicos napolitanos. Los tres hermanos, todavía niños, soñaron con tener algún día algo similar. Su deseo se cumplió y ahora, por primera vez, lo muestran al público.

El belén, que ha sido montado por Isidoro Brunete, su ayudante habitual, se compone de unas 600 piezas, de las que 300 son humanas, y ocupa 16 metros de largo por uno y medio de alto —unos 100 metros cuadrados—. Es de tipo napolitano —Carlos III trajo desde esa ciudad italiana a España el primer belén en 1760— pero tiene unas características propias: las figuras están articuladas, es decir, se mueven gracias a que están fabricados con esqueleto de alambre, van vestidas con telas del siglo XVIII e intentan reflejar hábitos, enfermedades de la época, castas, relaciones sociales, etc.

En este belén de más de dos siglos no hay pesebre, ni mula ni buey, como asegura el Papa Benedicto XVI, que en su libro recién publicado La infancia de Jesús recuerda que en la Biblia no están estos dos entrañables animales. En un belén napolitano es una cuestión no teológica sino estética. El nacimiento de Jesús no se produce en un establo, sino en un antiguo templo pagano. “Ahí no caben una mula y un buey, ¡es un edificio en ruinas!”, explica García de Castro, de 83 años.

Cuando termine la exposición, patrocinada por la firma Ansorena y con la colaboración de Lunwerg, los tres hermanos han decidido subastarlo. “No me da pena desprenderme de él, cada cosa tiene su momento y esta es una salida digna para la colección”, asegura convencido, pero con una pincelada de tristeza en la voz. “Estamos mayores para montarlo. Nos cuesta casi un mes ponerlo entero en su sitio y no podemos depender siempre de los demás”, dice, al tiempo que recuerda historias de aduanas y de engaños napolitanos de la época dorada del belén, entre 1725 y 1790.

Entre sus figuras más valiosas se encuentran algunas que pertenecieron al belén personal de Carlos III o una figura de un ciego desnudo obra del escultor Giuseppe Sanmartino, un artista napolitano muy prestigioso en el siglo XVIII.

Por las noches, los tres hermanos se sientan en la salita en la que tienen montado su belén, único en el mundo desde su punto de vista. Durante un cuarto de hora observan su colección y recuerdan las historias que han vivido construyéndolo. Muchos países, muchas vivencias, una vida juntos. Ahora se despiden de él. Esta es la última Navidad que lo disfrutan.