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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El peor aliado, el amigo

Junqueras y López Tena estropean el esfuerzo de moderación de Mas

Enric Company

Los grandes debates electorales son los cara a cara entre dos candidatos que se juegan la presidencia en un plató de televisión. En la reciente campaña estadounidense hubo tres debates con este formato. Rajoy y Rubalcaba tuvieron uno en las últimas elecciones legislativas. Aquí no habrá ninguno. Puede argumentarse que en el mapa político catalán no hay bipartidismo y, por lo tanto, el único formato posible es el que ayer se vio. Un debate con siete candidatos. Todos contra todos.

Esto no significa sin embargo, que la confrontación televisiva de ayer careciera de interés. Era un envite muy serio para todos. Y una oportunidad única para, si salía bien, corregir o apuntalar las tendencias, según el caso. Artur Mas se balancea al borde del fracaso estrepitoso que para él supondría haber adelantado dos años las elecciones en busca de una mayoría absoluta y encontrarse con que pierde escaños. O con que se queda igual que estaba en esta legislatura, con 62 diputados, que es lo que apuntan los sondeos. Puso su empeño en presentarse como una persona seria, moderada, razonable. Esta fue su apuesta, combatir la imagen de mesías aventurero con la que corre el peligro de ser identificado.

La pugna entre los representantes de los partidos que aspiran a la segunda plaza en las elecciones del domingo deparó en cambio un fuego graneado de los candidatos de ERC y PP, Oriol Junqueras y Alicia Sánchez Camacho, respectivamente, contra Pere Navarro, el líder del PSC al que aspiran a desplazar. Navarro, que lleva menos de un año como primer secretario del PSC y no ha sido diputado en la legislatura que ha terminado, tenía ayer su primera gran oportunidad de debatir ante una gran audiencia directamente con Mas, de defender el cuestionado papel de su partido como principal alternativa a CiU. Se presentó como un político positivo, sereno, dialogante y propositivo. Se mostró sólido y huyó de la demagogia de la que no supieron prescindir otros participantes en el debate.

Como una perla digna de figurar en los anales históricos quedó la idea lanzada por Junqueras para ir celebrando referéndums periódicos sobre la entrada y salida de Cataluña en España. Para salir, como ahora pretende su partido. O para volver a entrar, cuando esté fuera, si resultara que la nueva situación no fuera del gusto de una parte significativa del electorado. Pero no fue la única. El formato a siete facilita situaciones muy asimétricas, como que líderes de partidos con responsabilidades de gobierno debatan con aspirantes que, como Alfons López Tena, utilizan cualquier argumento para meter una y otra vez eslóganes del estilo “España nos roba”. López Tena demostró ser un hábil polemista, como Albert Rivera, de Ciutadans.

Y así fue como lo que pudo ser un debate de todos contra Artur Mas, el candidato al que los sondeos auguran un holgada victoria, mostró que quienes le secundan en su apuesta por la independencia, Junqueras y López Tena, se convertían en los amigos que menos le convenían, los que anulaban una y otra vez el tono serio, moderado, razonable que había escogido para defender la opción soberanista.

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