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“Nos dirigimos al que se tira por el balcón”

El dirigente de España 2000 dirige un gran entramado societario y está bien relacionado

Joaquín Gil

¿Le molesta que le llamen ultra o fascista?

Ya no. Estoy tan acostumbrado como a que me digan cojo. No soy un ultra.

José Luis Roberto camina con una prótesis en su pierna derecha. La culpa es de la talidomida, aquel fármaco que causó malformaciones en los bebés de los 50. Histórico de la extrema derecha valenciana (JONS),este abogado, empresario y ex profesor de 58 años fundó hace una década España 2000. Agrupa a 3.600 afiliados, 300 de ellos activos. Sus mensajes atrapan el desengaño de antiguos comunistas, exmiembros de Fuerza Nueva, y pobres de solemnidad. También de algún cabeza rapada.

Su populismo pretende ser transversal, pescar en el caladero del descontento, siguiendo la estela del Frente Nacional (FN) francés fundado por Jean-Marie Lepen, de cuya protección en sus viajes a España se encargó Roberto a través de su firma de seguridad privada, Levantina. Sostiene que sus seguidores son democráticos, aunque se les escape algún "Rojos cabrones, no tenéis cojones", como revela Youtube, o que el partido fuese mencionado en un documento en Internet por el noruego Anders Breivik antes de asesinar en julio de 2011 a 77 personas.

A distancia de los ultraderechistas de Amanecer Dorado (18 diputados), el peso de España 2000 es testimonial. Nuestro caldo de cultivo es el que se tira por el balcón, confiesa Roberto que se desmarca de los helenos aunque no descarta un pacto con Josep Anglada, líder del islamófobo Plataforma per Catalunya, que mantiene relación con la neofascista Liga Norte italiana, que apoya la autodeterminación de Cataluña. España 2000, sin embargo, defiende la unidad territorial y aspira a aprovechar la orfandad en Valencia del blaverismo, un movimiento secesionista de origen franquista que se estrelló en las urnas en 2011 con su última aventura, Coalició Valenciana.

Se define como un "social patriota" y, como sus correligionarios europeos, Roberto rehúsa el binomio derecha-izquierda. El carácter apolítico de su partido se difumina al analizar su organigrama. Su "ideólogo", según admite, es Ernest Milà, un antiguo miembro del Partido Español Nacional Socialista (PENS), que en los 70 militó bajo las "directrices" del neofascista italiano Stefano Della Chiaie, según recoge el historiador Xavier Casals en Neonazis en España (Grijalbo, 1995). Milà distribuye a través de su blog Infokrisis la revista de Historia del Fascismo. Sus memorias llevan el esclarecedor subtítulo de Retrato pintoresco de 40 años de extrema derecha.

Roberto combina la presidencia del partido con un entramado societario, que emplea, solo en la matriz, a más de 1.000 trabajadores y factura más de ocho millones de euros al año. Se niega a precisar cifras.

Compañías de seguridad, gimnasios, academias de formación de policías, vigilantes y escoltas, y hasta un bufete de abogados componen su organigrama. El empresario, que elude revelar cuánto ha desembolsado en el partido, es un hombre bien relacionado, como demuestra cuando presenta a EL PAÍS a un excomisario del Cuerpo Nacional de Policía (CNP), que charla amistosamente con él en la sede social patriota. Roberto es también el abogado -antes fue secretario general- de la patronal de los prostíbulos ANELA. Y defiende sin pestañear a este sector que mueve 18.000 millones y acostumbra a emplear a inmigrantes. "Tengo dinero pero vivo sin lujos", explica este hombre que se desplaza con un escolta después de que hace una década una carta bomba de una anarquista dirigida a España 2000 hiriese a trabajadores de una oficina de Correos de Valencia.

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Sobre la firma

Joaquín Gil
Periodista de la sección de Investigación. Licenciado en Periodismo por el CEU y máster de EL PAÍS por la Universidad Autónoma de Madrid. Tiene dos décadas de experiencia en prensa, radio y televisión. Escribe desde 2011 en EL PAÍS, donde pasó por la sección de España y ha participado en investigaciones internacionales.

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