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“Me tiré y era como volar”

Saltadores BASE españoles compiten por lanzarse desde la mayor altura posible

H. S., 'El Amarillo', durante un salto en la Torre de Cristal el 24 de enero de 2008.
H. S., 'El Amarillo', durante un salto en la Torre de Cristal el 24 de enero de 2008.

“Me colé en la torre de cristal de Madrid junto con mi compañero Manuel Chana y saltamos los 249 metros de la torre de cristal, el edificio más alto de España, en enero de 2008”. Quien cuenta esto es El Amarillo, un austriaco afincado en España y que prefiere dar solo las iniciales de su nombre: H. S. Manuel Chana falleció después de saltar la torre en un accidente de paracaidismo: “Nos vestimos de obreros y nos hicimos pasar por trabajadores. Nos colamos a la hora de comer y subimos hasta el último piso. En los últimos metros tuvimos que escalar. Antes nos quitamos los monos de obrero, y nos pusimos el paracaídas”, recuerda El Amarillo.

El salto BASE es una modalidad de paracidismo cuyo nombre se debe a las iniciales de cuatro palabras en inglés: building (edificio), antenna (antena), span (arcos de puentes) y earth (tierra). En Internet se puede ver una muestra de algunas de estas hazañas, protagonizadas por saltadores como Armando del Rey, Abraham Cubo, Álvaro Bultó, Santiago Corella y Toni López, Daniel Hernán y El Amarillo, y que en la ciudad suelen ser ilegales, pues los propietarios de los principales edificios de las ciudades españolas son muy reticentes a permitir estos saltos, que entrañan una gran peligrosidad.

“Yo he visto cómo cuatro personas morían muy cerca de mí. Y algunos de ellos eran amigos, por lo que soy consciente de lo peligroso que es todo esto”, explica Hernán, que es instructor de paracaidismo, y que comenzó a practicar este deporte casi por casualidad: “Un amigo se compró un traje, y nos fuimos a una montaña a probarlo, sin más. Ahora lo pienso, fue una locura, pero todo salió bien”, indica Hernán, que sostiene que los que fallecen saltando edificios tienen dos perfiles muy bien definidos: “O muy expertos o novatos. Los primeros porque se confían y los segundos porque no saben reaccionar ante un problema”. “Saltar la torre de cristal fue algo increíble, porque sabíamos que estábamos haciendo algo ilegal. Fue un subidón enorme, que nunca olvidaré”, recuerda El Amarillo.

1.343 kilómetros hora

Los récords logrados por el saltador BASE Felix Baumgartner, al lanzarse desde más de 39.068 metros, y superando la velocidad del sonido, concretamente con 1.342,8 kilómetros por hora, han hecho que este deporte sea un poco más conocido, aunque el número de practicantes en España apenas supera la treintena: “Yo conocí a Felix en California, y me acuerdo que ya entonces se hacía notar, ya que saltó desde un avión vestido de vaquero, con botas y todo”, explica El Amarillo, mientras que Hernán reconoce el mérito de Baumgartner: “Es algo que cualquiera de nosotros habría soñado. Hacía tiempo que sabía de sus hazañas, como cuando se coló en las torres Taipei 101, en Taiwán”.

Los practicantes del salto BASE utilizan trajes con alas, que permiten a los saltadores planear mucho más: “Logramos desplazarnos hasta cuatro metros de longitud por cada metro que caemos. Y eso es casi como volar”, indica Daniel Hernán, que asegura que explica que los saltadores aumentan sus riesgos con el proximity, que significa que cuando se salta una pared debe mantenerse siempre cerca de ella. “La adrenalina te explota por todo el cuerpo, y por eso es mucho más difícil”, especifica Hernán, que es instructor de paracaidismo, pero que jamás aceptará enseñar salto BASE: “No quiero que recaiga sobre mí la muerte de nadie”, concluye este bombero.

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