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Folk americano y una gotita de Kraftwerk

Arizona Baby presenta su nuevo trabajo en el Auditorio de la Universidad Carlos III

Javier Vielba y Rubén Marrón en los altos de la estación de Chamartín.
Javier Vielba y Rubén Marrón en los altos de la estación de Chamartín.LUIS SEVILLANO

Arizona Baby aterriza en Chamartín con guitarras a cuestas. Recién salida del tren, la pareja más pilosa del panorama musical, Javier Vielba y Rubén Marrón, come un pincho de tortilla en un bar frente a la estación.

Con el percusionista Guillermo Aragón, la banda presenta esta noche en el Auditorio de la Universidad Carlos III de Leganés su nuevo EP, The Truth, the whole truth and nothing but the truth, que tiene más de coda de su anterior disco, Second to none -para más pistas, este incluía un corte llamado The truth -, que de trabajo autónomo. No es la primera vez que tocan en el recinto universitario. Ya lo hicieron en su encarnación de Corizonas, la banda creada a medias con miembros de Los Coronas con la que han girado este año.

El trabajo se ha grabado en Valladolid, ciudad de la que estos vallisoletanos no cuentan más que maravillas. “La gente se cree que allí estamos todos con el traje de domingo”, explica Vielba sacudiéndose todavía las migas de la barba, “pero hay muchísima música. La escena va creciendo en torno a los grupos de rock veteranos y la nueva generación que llega”. Aunque Arizona se ha fraguado como una banda de directo, Vielba asegura que el estudio no les impone respeto: “Hemos entrado poco hasta ahora porque íbamos escasos de medios, pero nos gusta. De hecho, para el próximo trabajo querríamos sacarle más partido como instrumento. Llegar con las cosas menos cerradas y pulirlas allí”.

The truth… responde a la fórmula de sus anteriores trabajos: impresión de directo, dos guitarras, percusión y voz. De entrada puede parecer que ya hemos oído A horse with no name demasiadas veces en nuestra vida, pero la música de Arizona Baby tiene más apellidos aparte del folk estadounidense. Sus temas barajan influencias diversas, y el núcleo característico de su sonido tampoco es un tributo a la ortodoxia: riffs que por momentos se hacen pesados como los de Alice in Chains, punteos de guitarra acústica con cuerpo de muchos watios y una percusión que a veces se esconde y otras le da igual reaparecer en tablas de lavar o en una batería. En su propia definición, quedan cerca de un grupo eléctrico que experimenta con el acústico. “Nuestras fuentes básicas están claras, pero no siempre la proporción es la misma. Este EP puede ser menos blues o country, y es más psicodélico o folk”, cuentan. “Y se nota que escuchamos muchas músicas, como que hemos mamado cosas cañeras de los noventa”, completa Rubén, un guitarrista que solo se pasó a la acústica cuando le robaron la eléctrica.

El brindis más decidido al eclecticismo del EP es la versión de Das Model de Kraftwerk. “Lo hemos hecho para enseñar los colores: que somos más abiertos de lo que pueda parecer al vernos”. Sobre el tema del encasillamiento inevitable ante su aspecto de pioneros del Oeste gira parte de la conversación. Aun así, no valoran la propuesta de cortarse pelo y barbas. “Quizá en algunas vacaciones para que no nos reconozcan. Aunque para eso lo mejor es hacer como Kiss: todo cuestión de maquillaje”.

Tocar la tabla de lavar no parece lo más propio de Valladolid, pero Vielba y Marrón lo consideran la opción natural en su caso. “Esta estética y esta música obedecen a la influencia estadounidense que lo ha empapado todo, claro, y sobre todo a la influencia del cine”, dice Javier, “pero es que a nosotros además es lo que nos funciona artísticamente. No es premeditado; de hecho nos gustaría alejarnos poco a poco del estereotipo, pero para nosotros es una referencia muy nutritiva”. Otro elemento iconográfico que llama la atención en el nuevo trabajo es el religioso: referencias al Mesías, y en la portada una mano que jura sobre la Biblia. “Es una estética muy potente, que nos gusta. Si le funciona a la Iglesia, ¿por qué no a nosotros?”, ríe el cantante. Ya su anterior portada la presidía Sor María Jesús de Ágreda, una monja soriana que gracias a su don de la bilocación podía estar al mismo tiempo en su casa y en América. “Para nosotros es un símbolo de lo que hacemos”, dice Vielba. “Y respecto a lo de referirnos en las letras a grandes conceptos como la Verdad, es que de eso va la vida, ¿no?”.

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