Con los pies en la tierra

Hay algo de profundamente bejartiano en este programa y solamente lo estropea la pésima factura y coreografía, tan pretenciosa como mal hecha, de Sagardoy y Bravo que abre la noche. Decía un viejo maestro que si la música es grande, el coreógrafo debe acercase a ella con modestia, y eso daba un punto, acaso un grado. Eso no pasa en quienes han usado La consagración de la primaveracomo una bayeta. Demasiada música para tan poca urdimbre, una música que parece será coreografiada una y otra vez para siempre, y así tenemos versiones canónicas en todos los estilos posibles. Los aventurados que nos ocupan no solo los han ignorado olímpicamente, sino que también descuidan o solapan los valores de la partitura, sus acentos, su secuenciado rítmico, la presentación de los caracteres, el meollo tanático que también destroza una amplificación plana e implacable.

No hay nada de valor en este trabajo que quiere ser intelectual y se queda en una banalidad lujosa, y la atropellada, recurrente y efectista mala utilización de la cita del grupo (algo que, con otro sentido y organización está en Nijinski, Massine, Tetley, Bausch y hasta en Shen Wei) desgasta la buena energía de los intérpretes, disfrazados de manera esperpéntica.

Todo mejora sensiblemente después con la valiente aproximación de Lao a las Canciones de un compañero errante; su coreografía es intensa y cuidada, atenta a los estímulos más particulares del dúo. El fraseo de respuesta pasa del reto a la complicidad, del trabado al desamor, con liquidez y modos poéticos, salvando cualquier escollo en cuanto a similitudes con su honorable precedente: la versión de Maurice Béjart para Nureyev y Bortoluzzi de hace 40 años. Diríase que en el siglo XXI, la nueva versión va más lejos, sin ninguna ufana comparación.

Cerró el programa con éxito probado Jaleos, esa pieza central del tríptico Ullate de la excelencia cuyos batientes son Arraigo y El amor brujo. Está aquí también el maestro Béjart como un aliento director, una especie de égida que arquea de la estética al mimo sobre la plantilla, una tropa que muestra una calidad de baile apreciable, homogeneidad y hoy por hoy, la mejor compañía de ballet que tenemos.

Jaleos explora lo español desde el ballet contemporáneo, y rezuma sapiencia de los módulos que toca la música de Delgado, una materia que entonces, hace años, no me convenció del todo, pero que hoy se ha adherido a la materia coréutica de forma tan indisoluble como positiva.