No estamos para tirar cohetes
No nos confundan con el enemigo: somos ciudadanos con derechos y ustedes han encendido la mecha
En la noche del lunes al martes, cuando plácidamente me disponía a dormir, sonó una detonación. Me llevé un sobresalto. Aquello parecía un estallido y temí lo peor: una explosión casual o deliberada con víctimas. Quizá han activado la espoleta, me dije fantasiosamente. Cuando a los breves instantes volví a escuchar el mismo estrépito, respiré aliviado y me corregí. No hay muertos... Es el castillo de fuegos artificiales que la Generalitat organiza con motivo del Nou d’Octubre. Y me reí. Me reí de mis cavilaciones, tan precipitadas.
El pensamiento posterior fue el de enfado. Se lo podían haber ahorrado. La Generalitat podía haber hecho economías: un recorte aquí, un recorte allá, y adiós castillo. La pirotecnia es arte jovial y caro: no están los tiempos para explosiones de alegría, qué incongruencia. Pero inmediatamente me corregí. Si se recorta también por aquí, si se apagan los fuegos artificiales, las empresas dejarán de tener ingresos y los trabajadores pirotécnicos irán a la calle. No, no, me dije como tratando de evitar las consecuencias de lo que acababa de pensar.
Que las instituciones desembolsen cantidades fijas o extraordinarias de sus presupuestos para actividades festivas no es bueno ni malo. Depende de si hay líquido, de si tienen mecha o de si se pueden endeudar. Como saben todos ustedes, ya no estamos para débitos ni para tirar cohetes. ¿Entonces qué hacemos?
Permítanme una simplificación. Hay dos clases de derechos: los jurídicos y los materiales. Los primeros son absolutos y no se nos pueden negar. Los segundos, los derechos materiales, dependen del presupuesto: podrán ser recortados… La educación obligatoria depende del presupuesto, la sanidad universal, también. Los reconocemos como derechos absolutos, pero al final se aplican o no en función de la disponibilidad material. Resulta duro admitir esto, pero es así. Ahora bien, esto mismo podría decirse de tantas y tantas actividades que sufragan las instituciones. Sin duda se trata de establecer unas prioridades.
Cambiar con alegría festiva los tiestos del Puente de las Flores nos parece un lujo asiático, un fasto ornamental. Si se recorta, habrá perjudicados: los trabajadores empleados en la faena. Tirar un castillo de fuegos artificiales con derroche fallero nos parece una tradición valenciana. Si se recorta, habrá damnificados: los pirotécnicos que detonan los cohetes. Educar a estudiantes en condiciones materiales adecuadas es caro y atender universalmente a los enfermos que acuden a los ambulatorios o a los hospitales es carísimo. Si se recortan ambas partidas, el deterioro de la enseñanza y de la sanidad se agravará. Qué bochorno.
Y sí: es una vergüenza que los Gobiernos populares de aquí y de allí limiten derechos de los que depende la cohesión social. ¿Qué esperan de nosotros? ¿Que tiremos cohetes, contentos de alegría? Pues no, el malestar es muy profundo y las encuestas registran ya una primera detonación: el Partido Popular gobierna haciendo zigzags, pierde fuerza, y como un petardo borracho nos puede estallar encima. Para evitar eso, para protegernos, hay convocadas distintas protestas sociales.
Por favor, no nos confundan con el enemigo: somos ciudadanos con derechos y ustedes han encendido la mecha.
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