El Athletic pierde el balón y el ánimo
El equipo de Marcelo Bielsa lidera el ranking de balones perdidos de la Liga
Las preguntas se amontonan en el Athletic, especialmente tras el repaso que le dio la Real en Anoeta, y, sobre todo, por su decepcionante comienzo de temporada (precedido por una alarmante pretemporada institucional). De momento, no hay más respuestas que las intangibles: "No supimos concretar", "no materializamos lo que imaginamos", etc. Sin embargo, ante la falta de argumentario más reposado, la estadística da algunas pistas. El Athletic (sin contabilizar la jornada de ayer) era el equipo con más posesión de balón y al mismo tiempo el equipo que más pierde el balón (613 perdidas, hasta la jornada de ayer). Es decir, tiene un espíritu bandolero, roba el balón a los ricos y se lo da a los pobres. Es un buen tipo. Entre otras razones, quizás ahí esté una de las claves que expliquen su poca profundidad, su escasa aportación ofensiva y su declinante empaque futbolístico.
Hoy es impensable revivir Old Trafford, el memorable partido contra el Manchester United en la Liga Europa, es decir, el continuo manejo de la pelota, el cuidado del balón, la precisión en el pase y en el control, sobre todo en el control. El Athletic, muere mucho antes de pisar el área rival con un pase mal dado o un control mal realizado. Pero el asunto es más grave, porque muchas de sus pérdidas se producen en lugares peligros del campo, cuando una recuperación del rival sorprende al Athletic avanzando y propicia el contragolpe del contrario.
Resulta sorprendente que los cuatro futbolistas que más balones han perdido hasta ahora en el equipo de Bielsa sean, por ese orden, Susaeta (70), Iraola (65), De Marcos (62) y Muniain (57). Todos acreditados en el juego y en el toque y de donde deben partir, nacer las ocasiones de gol rojiblancas.
Si algo había definido al Athletic del año pasado es el manejo de la pelota que le inculcó Bielsa. El verano se lo ha llevado como el humo. ¿Cansancio?, ¿desmemoria?, ¿falta de ritmo? Nadie sabe o no contesta. Pero sin balón, este Athletic es poca cosa. Tampoco se explica la política futbolística con Llorente, o al menos nadie la explica. De imprescindible a relevista de última hora.
Cuando todo confluye, se dan circunstancias como las de Anoeta, donde la Real, con un planteamiento sencillo, pero visceral, atrevido y sin demasiados recovecos, le llevó al huerto y a la decepción. La segunda mitad en Anoeta no solo perdió el balón sino el ánimo, la belicosidad que había mostrado la temporada pasada para voltear situaciones adversas.
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