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Love of Lesbian, de espectadores a protagonistas

La música en vivo de la Mercè vuelve a sacar a los barceloneses a la calle

Imagen de los aledaños de la fábrica Damm, ayer, repletos por los conciertos.
Imagen de los aledaños de la fábrica Damm, ayer, repletos por los conciertos.CARLES RIBAS

Cantaba La Iaia “Jo vull ser la teva iaia” y una yaya en bata miraba curiosa desde su balcón. Estaba cerca del escenario de la fábrica Damm, en la calle de Cartagena, y una multitud se arremolinaba bajo su mirada. Un año más la Mercè le había traído la fiesta a casa. Un gentío con muchas notas familiares, cantidad de bebés, de coches de esos que parecen vehículos lunares y papás con ganas de música, esperaban tras La Iaia a Love of Lesbian, la banda llamada a ser profeta en su tierra anoche. Luego vendrían como final de fiesta The Kooks, pero antes el grupo catalán, emocionado por haber pasado de espectador a protagonista de las fiestas despacharía su triunfal actuación. Abrió a las 20.10 horas con La noche eterna, a la que seguiría Nadie por las calles. Justo la antítesis de lo que pasaba en ese instante, marcado por la multitud, tres pantallas para acercar el escenario a la misma, portales vallados para evitar micciones indeseadas y por una yaya que en bata no perdió detalles.

Por lo que respecta a la noche del viernes, primera de las fiestas, el reinado musical recayó en The Dream Syndicate, banda que tras 25 años volvía a tocar junta por vez primera, tal como recordó su líder, Steve Wynn. Ante sus ojos una abigarrada concurrencia en la que destacaban muchos rockeros veteranos, público que sabía qué hacía allí y qué era lo que esperaba. No fue otra cosa lo que encontró, justo aquello que anhelaba, pues el cuarteto interpretó su celebrado The Days Of Wine and Roses, disco con 30 años de vida y vigente aún tal como si los ochenta permaneciesen vivos. Las canciones, celebrados hitos como su esplendorosa Tell Me When It’s Over, o recuperaciones como The Medicine Show, sonaron actuales, densas y tersas, una suerte de rock clásico alimentado por evocaciones de praderas y pantanos e iluminado por estribillos impecables que hacen quiebros a las melodías consabidas. Rock de toda la vida con convicción.

Para esperanzar aún más a la concurrencia, asaeteada por una nostalgia no dolida sino más bien expansiva, acorde con el jolgorio de una plaza en fiestas, Steve Wynn, líder del grupo, mostró un aspecto impecable. Fue un concierto contagioso y hondo. Hay canciones que no envejecen, el tiempo se limita a pasar por ellas añejándolas y disponiéndolas para que cada generación, si así lo desea, las fije en su memoria en un momento preciso de ese transcurrir. Eso ocurre con las de The Dream Syndicate, Si el resto de esta gira de reunificación que en el BAM daba su primer paso mantiene el pulso, esquivarán la mera nostalgia pecuniaria. En Barcelona lo lograron.

Los de Sant Vicenç dels Horts por fin fueron profetas en su tierra

Lo que resultó imposible de esquivar fue el asedio perturbador de los lateros, concentrados en la venta de sus bebidas con la insistencia del vendedor acostumbrado a trabajar en puertas frías. Por cierto, que su actividad empresarial se vio ampliada con unos mojitos que no parecerían más mustios tras un par de semanas en Fukushima. Tras el concierto de The Dream Syndicate la plaza quedó como el taller de un hojalatero. Las terrazas de la plaza Real contemplaron en su soledad un paisaje metálico movido por los pies de quienes se retiraban y de aquellos que les perseguían con más latas en ristre emergidas de lugares enigmáticos.

Con anterioridad, el protagonismo recayó primero en Joan Colomo (plaza de los Àngels) y, posteriormente, en Mates Mates (plaza de Joan Coromines), excelentes ejemplos de la escena doméstica. Colomo es un artista con una variedad de registros asombrosa, tanto en musicalidad —puede ir del pop a los sonidos suavemente tropicales y latinos pasando por ramalazos de rock— como en sus textos, fundamentados en una ingenuidad tan solo aparente que esconde nutridas dosis de crítica social. Su aire de permanente amateur enfrentándose al que siempre parece su primer concierto, conforma una personalidad muy atractiva y jugosa. Tanto como el pop de Mates Mates con sus inopinados cambios de ritmo, su aceleración melódica, ese tono del cantante siempre en clave de euforia desatada y la vitalidad de una banda que añade carácter lúdico a sus canciones con el inestimable sonido del trombón. Tienen algo especial estos chavales de Osona, un empuje desaliñado y crudo que hace de su pop despeinado un verdadero encanto.

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