¿Dónde está la izquierda?
La izquierda, y particularmente el PSC, debe recuparar voz y presencia para el buen equilibrio del sistema político
La escena política catalana esta polarizada por el Gobierno de CiU y el movimiento independentista, en especial, la ANC. Todos los demás tienen un papel secundario. Y, sin embargo, es imprescindible que recuperen voz y presencia para el buen equilibrio del sistema. Hay demasiadas cuestiones para un monólogo. Hay que hablar de la transición nacional, de las alternativas posibles, de qué independencia se quiere y de unas políticas de austeridad generadoras de exclusión y desigualdad, que dañan mucho más la cohesión social que las propuestas secesionistas.
¿Dónde está la izquierda? Esquerra Republicana, ganadora estratégica del tripartito, porque fue entonces cuando la independencia dio los primeros pasos hacia la hegemonía en el catalanismo, pagó, sin embargo, electoralmente los costes del desgobierno, y ahora se ve condenada a un papel secundario desde el momento en que Artur Mas se ha puesto al frente de la transición nacional. Solo cuando Mas ponga el freno, los ritmos se ralenticen y los sectores más vanguardistas de la movilización empiecen a temer por la ocasión perdida, ERC podrá recuperar significación.
Iniciativa intenta mantener el recordatorio de los postulados de la izquierda clásica en medio de la vorágine. Pero su voz queda ahogada en el gran ruido.
¿Y los socialistas? ¿Queda PSC para los complicados tiempos que vienen? Al PSC esta nueva etapa le ha pillado en el peor momento. Desde que acumuló las máximas cuotas de poder jamás contadas en 2004, entró en un proceso de decadencia que le llevó en poco más de siete años a perderlo todo, incluso, Barcelona. El desprecio por el discurso ideológico, o la incapacidad de formularlo; la asunción del discurso conservador de que la gestión es lo único que importa, sin darse cuenta de que la derecha, mientras gobierna, no deja ni un segundo de dar la batalla ideológica; la incapacidad de liderar el tripartito y consolidar la primera experiencia de gobierno de la izquierda; el control del partido por un pequeño grupo atrincherado en su poder burocrático, y la incapacidad para percibir los cambios profundos que sufre la sociedad catalana han dejado al PSC desubicado, sin proyecto y sin palabra.
Rocío Martínez Sempere: “El PSC no puede ser el partido de la anti-independencia”
El partido que se presentaba a sí mismo como el mejor retrato de la sociedad catalana estuvo ausente de la manifestación más importante que ha conocido Cataluña. Mal asunto cuando un partido de vocación mayoritaria no encuentra su sitio en un acontecimiento como este y mal asunto cuando tiene que apelar a la mayoría silenciosa para justificar su papelón. Las mayorías silenciosas son inefables, no hablan.
En la desesperación, el PSC corre el riesgo de ver en la contramanifestación su oportunidad. La dirigente socialista Rocío Martínez Sempere ha dicho que “el PSC no puede ser el partido de la anti-independencia” y tiene toda la razón. Pugnar con el PP por la bandera del españolismo sería letal para las socialistas. Si el PP con ella nunca ha dejado de ser un partido marginal, ¿qué van a sumar dos partidos en esta pelea? Aquí, no hay una división social entre catalanes y españoles como la hay en el País Vasco. Jugar a ello es una carta perdedora y peligrosa. El PSC defiende una solución alternativa a la independencia. Su insistencia en el federalismo es una respuesta. Para ello necesita interlocutores federalistas. Y hace años que los busca y no los encuentra. La vía confederal podría ser más atractiva en Cataluña, pero chocará con los partidos españoles. Pero lo que no tiene sentido es negar de plano la independencia. El PSC debe tener interlocución con un movimiento social de estas dimensiones.
Desde su posición ideológicamente contraria a la independencia, ¿no puede ser el referéndum o la consulta el punto de encuentro del PSC con los que están a favor? Asumir este horizonte y reconstruirse ideológicamente como izquierda parece la mejor manera de representar a quienes quieren seguir vinculados a España; de mantener un diálogo con las demás fuerzas catalanas para garantizar la unidad civil; de encontrar una posición desde la que interpelar a las instituciones españolas; de responder a unas políticas de austeridad tan poco equitativas y de advertir de las posibles derrapadas de los nacionalismos, e incluso de volver a los orígenes y proponer un proyecto para Barcelona, que un día fue modelo y ahora ya solo es una marca. Probablemente, esta sea la única vía razonable de supervivencia de un partido al que un cálculo equivocado sobre la recuperación rápida de lo perdido le puede conducir a la marginalidad definitiva.
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