Del graffiti urbano a la grafía clínica
Las universidades exhiben un mural en Fermax y escrituras en Cerveró
Pura coincidencia, pero las dos universidades públicas de Valencia presentaron ayer dos iniciativas en cuyo origen, aunque muy distintas, está la escritura. La Politécnica, en la zona periférica de Tres Forques, en el edificio de Fermax; la Universitat de València, en el centro de la ciudad, en el Palau de Cerveró, sede del Institut López Piñero.
La fachada de la empresa Fermax, situada en el número 133 de la avenida Tres Cruces, se mostraba ayer llena de color, significado y vida, gracias al trabajo de siete creadores contemporáneos curtidos en el graffiti y el arte callejero, o street art en la terminología internacional, que han dedicado dos meses a “una sensacional fusión entre tecnología, ciencia y naturaleza”, en palabras de Juan Canales, comisario del festival Poliniza, que los ha dirigido. Al acto asistió el rector Juan Julià, con otros cargos de la Politécnica.
Siete jóvenes artistas urbanos han dedicado dos meses al mural industrial
“Las ideas básicas estaban claras”, explica Álvaro Jaén, uno de los artistas, “porque están relacionadas con los valores de la empresa”. Es decir, innovación, tecnología, medio ambiente o internacionalización, interpretados en colaboración y con el estilo de cada cual, como denotan, por ejemplo, “detalles como los chipis de Julieta, los robots que utilizan para fabricar las placas de circuitos impresos o los propios cableados”, según Canales. Los más avezados observadores del arte urbano valenciano podrán detectar las huellas, asimismo, de Diana, Deig, Sr. Marmota, Cesp o DJ Xelón, los cuatros últimos miembros, con Julieta, del colectivo XLF.
Con esta pintura mural de 1.600 m2, fruto de un convenio con la universidad, la firma, líder en el sector de videoporteros “ha decidido abrir una nueva vía que esperamos sigan otras empresas, porque es económica, da trabajo y ayuda a cambiar la cara de muchos edificios que evidentemente lo necesitan”, dijo Alberto Maestre, directivo de Fermax.
Cerca de las Torres de Serranos, el Palau de Cerveró abría ayer una exposición basada en los textos manuscritos de los médicos que, jugando con el tópico de su “mala letra”, se extiende al rastro gráfico de grandes personalidades; las huellas de un médico de familia en un pueblo; el diseño y el humor gráfico a partir de la escritura médica; la caligrafía china, y “las otras caligrafías” usadas para escribir el relato clínico, como radiografías, ecografías o electrocardiogramas.
Una acotada selección de documentos distribuidos con gusto exquisito en una única sala da pie a curiosos descubrimientos en esta muestra sobre la Caligrafia de la malaltia. Escritos diversos que van desde un libro de recetas de 1750 al expediente académico de Pio Baroja que se licenció a los 20 años en la Universitat de València. Más precoz fue el doctor Peset Aleixandre, que se licenció a los 19, según el diploma allí expuesto, junto a una carta de Ramón y Cajal, agradeciendo la concesión del Nobel, que contradice claramente el sambenito cacográfico de la clase médica.
Con todo, la curiosidad se despierta aún más al ver en la agenda Vichy de 1942 las anotaciones de un médico de Ontinyent en un domingo 19 de marzo, día de Sant Josep, sobre aportaciones de algunos enfermos: 6 huevos, patatas, un kilo de café, un pollo, que se amplían en días sucesivos con dos kilos de carne, verduras o naranjas. La extrañeza se desvanece cuando al espectador le aclaran que eran el resultado de las “igualas médicas”, el pago del servicio en tiempos de trueque.
La muestra, comisariada por Ricard Huerta y presentada ayer por el vicerrector Antonio Ariño y el coordinador del CSIC José Pio Beltrán, se completa con un taller didáctico ambientado como una clínica de médico por alumnas del Diploma Educació Artística i Gestió de Museus.
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