El triunfo de la sencillez
El francés Marc Fosset abordó en el Jamboree melodías conocidas con un aire fresco y personal
Sorpresa: bajar las escaleras del Jamboree rodeado por un abigarrado enjambre de flores luminosas, de muchos colores, y llegar a la sala bajo docenas de flotadores de colores chillones que colgaban del techo. Tras la barra, alguna palmera de plástico. Insólita decoración para un concierto de jazz que se preveía tranquilo y sin estridencias. ¿Un cambio radical de imagen del veterano local de la plaza Reial de Barcelona? No, la respuesta era más fútil: tras el concierto de Marc Fosset, el local acogía una previsiblemente multitudinaria fiesta hawaiana. Una forma tan inteligente como necesaria de conseguir los fondos que el jazz, hoy por hoy, no puede aportar.
MARC FOSSET
Jamboree, 7 de septiembre Barcelona
En ese ambiente soleado y festivo, la música cercana y amable propuesta por el guitarrista francés encontró un cauce idóneo. El antiguo compañero de Stéphane Grappelli heredó del mítico violinista su buen gusto al abordar melodías conocidas; sin huir del tópico, las hace suyas y les da un aire fresco, efervescente por momentos.
El toque de Fosset —zurdo, lo que siempre desconcierta algo en un primer momento— es sencillo; sus dedos se deslizan por las cuerdas sin prisa, sin buscar ningún tipo de exhibicionismo. Y es esa sencillez la que te acerca las melodías hasta provocar un sinfín de buenas vibraciones.
Fosset centró su actuación en un puñado de estándares (muchos de los que había tocado con Grappelli) salpicándola con alguna melodía francesa y numerosas dosis de buen humor que le llevaron a imitar a Louis Armstrong en un entrañable What a wonderful world.
Un concierto si se quiere sencillo, íntimo y reconfortante, ideal para ahuyentar preocupaciones, ir despidiéndose de la tregua veraniega y prepararse para lo que se nos viene encima.
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