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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Pido permiso para sonreír

Merkel, Rajoy y Mas comparten un modelo económico que recorta el bienestar y agrava las diferencias sociales

Ante una gran manifestación tan jaleada como la que se espera el día 11 cuesta alzar una o dos voces disidentes. Sabemos qué se cuece, lo hemos visto desde hace mucho: buenos y malos catalanes, patriotas y traidores. Y nadie da alternativas a los catalanes que el franquismo demonizó por ser catalanes y hoy no solo no son independentistas, sino que continúan pensando lo de siempre: que la realidad, en cualquiera de sus dimensiones —catalana, española, europea, global—, es plural.

Los más viejos del lugar lo vivimos en carne propia: sea el franquismo, el independentismo catalán, el nacionalismo español, el europeísmo a la alemana, el ultraeconomicismo o el fundamentalismo religioso, lo homogéneo siempre es dictadura, imposición, antihumanismo y, al fin, autoengaño: ¿es posible eso en un país con cinco millones de parados? Asuntos graves, como para no sonreír si no fuera porque la ironía es mucho más saludable que sacar las cosas de quicio, asustarse y olvidar que la historia se escribe, pese a quien pese, a golpe de diversidad humana.

Por ello, este todos a una, lo nuestro es lo único bueno —sea desde Cataluña, España, Alemania, Europa, Rusia, Estados Unidos o China, porque el mundo entero hoy nos penetra hasta cambiar nuestras vidas aquí y ahora— es, simplemente, tarea para gente que vive más allá de la realidad: fantasía. Pues sí, yo también quiero ser independiente, feliz, vivir eternamente, que me rían las gracias y me pasen la mano por el lomo. Faltaría más. Pero no quiero vivir en un sitio donde se excluya a alguien por sus ideas o sentimientos. Mi independencia me importa tanto como la de los demás y no puedo exigir respeto si no respeto a otros. ¿Pido mucho?

Resulta que si no colaboramos entre todos —¿no se reclama a la canciller Merkel que sea solidaria en vez de proclamar la superioridad (!) alemana?— aquí no habrá nadie que aguante, ni la dolça Cataluña. Hasta el éticamente tan devaluado que ya es un venerado gurú George Soros no solo lo proclama sino que anima al sur europeo a que, para preservar el resto de Europa, “pida a Alemania que salga del euro” (EPS 2-9- 2012). Sonreír, please.

Que el disfraz sea Europa, España, Cataluña o Estados Unidos difumina una profunda colaboración ideológica

¿Se habrá atrevido Rajoy a insinuar tal cosa a frau Merkel? Lo que es seguro es que Rajoy y Merkel tienen tantos puntos en común como los que les unen con nuestro Artur Mas (aparte del link con el sexy/money republicano de Mr. Las Vegas). Por ejemplo: el culto a la austeridad, al recorte y al desmantelamiento del Estado de bienestar en Cataluña, España y Europa. Lo cual, además, enlaza a los tres directamente con ese ultraderechista estadounidense, Mr. Ryan, candidato a vicepresidente por el Partido Republicano: “los europeos han vivido durante décadas bajo la roca de su Estado de bienestar”, dijo hace unos meses en un coloquio en Washington.

Ahora la crisis de la deuda ha levantado esa roca y vemos “la fealdad moral que se había desarrollado” (La Vanguardia, 12-8-2012). O sea, ciudadanos aprovechados, vagos y que, así lo proclamó Thatcher, “son pobres porque quieren serlo”. Como señala ahora el presidente del Bundesbank, gente con “adicción a comprar deuda” y a la deuda misma: estragos propios del Estado de bienestar europeo.

Ese es el punto en común de tales líderes y sus élites tóxicas. Que el disfraz sea Europa, España, Cataluña o Estados Unidos difumina una profunda colaboración ideológica. Vemos ya algunas consecuencias de esta entente en Estados Unidos, Europa, España y Cataluña: muchos más pobres y muchos menos ricos muy ricos (escuché al comisario Joaquín Almunia decir hace poco que estos son el 1% de la población europea). ¿Lo de siempre? No: la novedad está en la proporción de esa diferencia y en la exasperación de una estrategia que Susan George bautizó en su Informe Lugano de “todos contra todos”. Europa sabe bien de qué va eso y qué significa.

¿Cabe aquí la sonrisa? He pedido permiso por una razón que creo legítima: ¿saben estos dirigentes tóxicos que la realidad ya les hace quedar en ridículo? Sería paradójico que ellos enterraran el euro y, con él, el capitalismo. Y sonrío también porque la peripecia de este absurdo presente tiene mala digestión: obviamente, hay que empezar por reírse de uno mismo y sus sueños de independencia.

Margarita Rivière es periodista.

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