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DÍAS DE DIVERSIÓN

Corrida sin toros

El poco trapío y el pobre juego de los ‘juanpedros’ arruinó la tarde

Jiménez Fortes, en el momento de ser cogido por su segundo toro.
Jiménez Fortes, en el momento de ser cogido por su segundo toro.FERNANDO DOMINGO-ALDAMA

Se cumplieron las expectativas. Un nuevo cartel de figuras, aunque fuera remendado, y otro encierro pobre de presentación, sin ningún trapío. El cuarto de Juan Pedro que salió a la plaza fue devuelto en medio de una sonora protesta. Ayudó que el animal perdió las manos de forma continuada después del primer puyazo, pero los primeros silbidos ya llegaron al comprobar la pobre estampa del astado.

El segundo toro no quería salir. Estuvo diez minutos parado en la manga de toriles que desemboca en la plaza. Hubo tiempo para todo. Las bromas sobre que el toro tenía noticias de lo que le había ocurrido a su hermano anterior y por eso se negaba a saltar al ruedo, fueron dejando paso a la impaciencia de ver que aquel animal no aparecía y no había una solución clara. Cuando por fin llegó en la arena, pareció un alivio, pero sólo fue algo repentino, ya que hubo quien pensó que mejor si se hubieran quedado todos en los corrales.

Tan sólo ese segundo, un colorado, pareció más fuerte. Además hizo buena pelea en el caballo, pudo ser el mejor puyazo de la feria el primero que recibió, porque empujó con ganas y mantuvo al equino sobre dos patas un buen rato.

Ponce cortó una benévola oreja en el primero por una faena aseada

Los demás, nada. Ni siquiera el sobrero que salió en quinto lugar tuvo más seriedad. Vamos, una corrida a la medida de las figuras, que lo único que les resta es mérito a sus actuaciones, porque la orejita de Enrique Ponce en el que abrió plaza carece de importancia ante un terciado animal que no llegó a la denominación de enemigo, porque su nobleza rozó el extremo.

No era ganadería para el día grande. Los hierros triunfadores en los últimos años son otros y el regreso de Juan Pedro Domecq merecía, en todo caso, otra ubicación en la semana. Los toros, además no sacaron clase, a su falta de fuerzas sumaron escasa casta, lo que les hizo venirse a tablas con asiduidad o pararse y tener muchos problemas para tomar los muletazos.

Jiménez Fortes, cogido en el tercero, salió a matar el sexto y volvió a ser volteado

La emoción se la inventó el joven Jiménez Fortes, que bien fuera por su arrojo de juventud, bien por su deseo de triunfar o bien por su inexperiencia a la hora de manejar los trastos estuvo demasiadas veces a merced de sus enemigos. Le costó colocarse y correr la mano para corregir los problemas de su primero. Al sexto, el toro con mejor son del encierro no supo entenderlo y acabó buscando un nuevo arrimón cuando el animal pedía otra cosa.

JUAN PEDRO / PONCE, LUQUE Y JIMÉNEZ FORTES

Siete toros de Juan Pedro Domecq, terciados y sin trapío, descastados y con poca clase salvo el sexto. El quinto fue devuelto por falta de fuerza. Enrique Ponce: estocada caída (oreja) y dos pinchazos, estocada caída y descabello (silencio). Daniel Luque: media y descabello (silencio) y estocada (saludos). Jiménez Fortes: estocada contraria haciendo guardia y dos descabellos (saludos tras aviso) y estocada atravesada y descabello (saludos).

Jiménez Fortes resultó cogido por sus dos toros. Fue trasladado al Hospital de Basurto.

Plaza de Bilbao. 24 de agosto de 2012. Dos tercios de entrada. Séptima de las Corridas Generales.

En su descargo, cabe entender que el malagueño sufrió una cornada en su primer toro, de la que fue operado antes de salir a lidiar el sexto. Esto le pudo restar facultades para enfrentarse con frescura a un toro, que le volvió a prender de una forma aparatosa mediada la faena de muleta. El golpe contra el ruedo fue fuerte y quedó algo mareado por lo que desató el miedo entre el público, que no quería que siguiera sin estar al cien por cien de sus facultades.

Pero el toreo es también entrega. No estuvo acertado, pero sacó todo el orgullo que se le exige a un torero. Cuando pasó a la enfermería, allí le estaba esperando su madre, Mari Fortes, la novillera de los años ochenta; vio que las heridas no parecían graves y abrazó a su hijo. Ella sí sabe lo que es casta torera y se la ha transmitido al joven Saúl. Ahora, él debe mejorar su técnica y sus conceptos.

Daniel Luque pasó sin pena ni gloria. Quiso el sevillano, pero se encontró con dos toros sin posibilidades. Las pocas que le brindó su primero trató de exprimirlas un tanto acelerado y su labor no llegó a los tendidos.

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