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ESCENARIOS DE LAS FIESTAS | VISITAS GUIADAS

Viaje a la ciudad por partida doble

Los turistas descubren los orígenes de Bilbao al tiempo que ven su faceta más festiva

Un grupo de turistas atiende a la guía en una de las visitas organizadas en Aste Nagusia
Un grupo de turistas atiende a la guía en una de las visitas organizadas en Aste NagusiaLUIS ALBERTO GARCÍA

A las diez en punto de la mañana, Nerea Orizaola cumple con su compromiso diario como txupinera lanzando el cohete desde el balcón del Arriaga. El estallido de pólvora es recibido con aplausos por dos grupos de turistas despistados que se han apuntado a la visita guiada al Casco Viejo, la más popular de entre las que cada día organiza Bilbao Turismo. Conocer los entresijos de las Siete Calles en plena Aste Nagusia, entre kalejiras y bertsolaris, proporciona al paseo un sabor más auténtico. Supone una cita con la esencia de las primeras horas de actividad festiva, sobre todo si los turistas no saben dónde se están metiendo. Todo resulta más impactante si no se ve venir, y de la veintena que ayer se congregó en el Arriaga, ni una tercera parte sabía que su visita a Bilbao coincidía con las fiestas.

Así, la visita se convirtió en una inesperada atracción turística en la que muchos se integraron anudándose al cuello el pañuelo blanquiazul de baldosas, las mismas que relucían bajo los pies visitantes por el efecto del agua enjabonada. “Parece mentira cómo estaba esto anoche”, comentaba una pareja de Tarragona. Un total de 222 personas trabajan desde las seis de la mañana para intentar que la ciudad amanezca con un aspecto respetable y limpio después de los excesos nocturnos, pero en las calles del Casco Viejo, el rastro olfativo de los vapores etílicos y otros embriagadores perfumes resulta imposible de borrar por completo.

La guía turística, Amaia, asegura que prefieren ver este Bilbao tan diferente

Amaia, la guía habitual, se disculpa al final de la visita por “la suciedad de algunas zonas”. Reconoce que su trabajo se complica en Aste Nagusia y se ve obligada a realizar pequeños cambios en los itinerarios: “Nos saltamos el paso por el Arenal, que está tomado por las txosnas, pero la mayoría prefiere conocer este Bilbao transformado por la fiesta en la calle”, explica.

Antes de internarse en el Casco Viejo, con una ruta planteada como un viaje atrás en el tiempo, desde el siglo XIX a la época medieval, Amaia dirige su mirada al otro lado de la Ría. El edificio de La Bilbaína guarda celoso los secretos de los burgueses de épocas pasadas mientras en el muelle de Ripa se juegan las partidas simultaneas matutinas de ajedrez. El pasado se combina a sí con la fiesta, en un doble viaje por la ciudad.

Los madrugadores apuran las primeras rondas mirando de reojo a los turistas

El grupo, formado íntegramente por turistas nacionales, se dirige a la Plaza Nueva. Entran desde el acceso de la calle Correos, más reciente que los de las cuatro esquinas, ya que fue construido tras un bombardeo de la Guerra Civil.

El escenario que cada noche acoge conciertos de reggae oculta parcialmente la fachada de Euskaltzaindia, otro hito de la visita. Entre los arcos, los más madrugadores apuran las primeras rondas de la mañana mientras observan con curiosidad a los turistas.

Entre txistularis y abuelos errantes que caminan pegándose al grupo con disimulo para escuchar las explicaciones de Amaia, la comitiva deja atrás la plaza de Unamuno y las interminables calzadas de Mallona, estos días más concurridas que nunca, para penetrar en las Siete Calles.

Los restos de la antigua muralla guían la visita. Marijaia, omnipresente en cada esquina, es la más fotografiada, aunque casi nadie pronuncie bien su nombre: “Sácame con la Marijuana esta”, le pide Rosa a su marido entre risas. Madre de familia jerezana, a punto estuvo de quedarse sin vacaciones este año, “ya sabes, por la crisis”. Pero al final pusieron rumbo al norte, y se han topado con la Semana Grande de San Sebastián y ahora con la Aste Nagusia. “Es una fiesta muy distinta de la del sur, pero muy apegada a sus tradiciones”, valora Rosa. “Ayer, paseando por la Ría, ¡les enseñaron a mis chicos a jugar a la pelota vasca!”, cuenta. “Nos ha encantado conocer estas dos facetas de este Bilbao”, concluye. Y las explicaciones de la guía sobre los orígenes de la villa se suceden con la juerga desperezándose como telón de fondo.

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