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ESCENARIOS DEL CRIMEN
Crónica
Texto informativo con interpretación

El fantasma del virrey

El conde de Santa Coloma fue cosido a puñaladas en 1640 en la plaza de la Carbonera

La plaza de la Carbonera de Barcelona.
La plaza de la Carbonera de Barcelona.GIANLUCA BATTISTA

Es una plaza circular, fea, desolada, alrededor de la que giran los automóviles. Se conoce como la Carbonera y eso es lo que imita. Durante mucho tiempo, en este lugar había una gran montaña de carbón. Era una sustancia peligrosa que podía entrar en combustión en cualquier momento y por eso se dejaba al aire libre. Aquí estuvo la Tierra Negra, el lugar más andrajoso y desgarrador de la posguerra. La valla de madera que rodeaba el depósito presentaba unos agujeros sospechosos a la altura de la pelvis. La policía no solía venir nunca, y era el feudo de los homosexuales y las prostitutas que no podían ejercer, ya fuese por la edad, por enfermedad o por tener asuntos pendientes con la justicia. El cliente se situaba a un lado de la valla, pasaba el dinero a través del agujero y acercaba su miembro. Al otro lado, una presencia anónima hacía su trabajo y desaparecía.

Hasta muy avanzado el franquismo, esto fue un límite menor de la ciudad, aún con descampados y barracas. Las calles de Poble Sec más cercanas a la costa fueron las últimas en urbanizarse definitivamente, arrinconadas por la presencia omnipresente de la compañía de la luz. Los bares de este sector compartían todavía el ambiente de sus vecinos del barrio Chino, y hasta los años sesenta era frecuente en ellos la presencia de toxicómanos y vendedores de drogas. Era el último espacio libre de edificios que quedaba de las antiguas huertas de Sant Bertran.

Los campesinos asaltaron las casas de la aristocracia después de que uno de ellos fuera acuchillado

Lo que hoy es el Paral·lel y el Poble Sec había sido una vasta extensión de tierra de labor, que durante siglos abasteció de frutas y verduras a la ciudad. Los dueños de estos campos fueron los primeros en establecer puestos de verduras en el mercado central del Born, y los primeros en ocupar la plaza de las payesas de la Boquería, en la actualidad dedicada a Sant Galdric. Debían su nombre a una pequeña ermita del siglo XI dedicada a Sant Bertran, patrón de los marineros barceloneses. Su exposición a ataques de piratas berberiscos explica que el último eremita cayese asesinado en 1525, y que después ocuparan la casa distintas órdenes monásticas. Fue lazareto durante las epidemias de peste negra, y atraía anualmente dos grandes procesiones: una de embarazadas, que venían para pedir la protección de la milagrosa Virgen del Buen Parto; y otra de supervivientes de naufragios y galernas, que depositaban en sus muros gran cantidad de exvotos marineros. El santuario —situado en las faldas del Morrot, bajo Miramar— fue destruido por el ejército napoleónico.

El episodio más popular de los acaecidos aquí tuvo lugar en 1640, el mismo día que estalló la revuelta de los segadores. Hacía dos años que Dalmau de Queral i Codina, conde de Santa Coloma, era virrey de Cataluña. Había participado en las campañas del Rosellón, durante la guerra de los Treinta Años. Y tras el sitio de Salses, hizo descansar a su ejército entre la Costa Brava y Barcelona, a costa de los sufridos habitantes del país. Las protestas no se hicieron esperar y eso desató una cruel represión.

Cuando los campesinos entraron en Barcelona el 7 de junio para la siega, los ánimos estaban muy caldeados. Sin atenerse a razones, la multitud fue a protestar frente a la residencia del virrey. Pero allí, un alguacil intentó cachear a un segador, éste se negó y recibió un cuchillazo. Sus compañeros asaltaron con violencia las casas de la aristocracia.

Contaban que los sábados por la noche salía el espectro del conde, atormentado por sus maldades

El conde vivía en un palacio de la calle Ample, esquina con la plaza Duc de Medinaceli. Al lado residía el duque de Ferlandina. Cuentan que en el comedor de este último encontraron un autómata de un mono que bailaba al dar las horas. Creyendo que se trataba de un caso de brujería, lo ensartaron en una lanza y fueron a denunciar al aristócrata a la inquisición. Mientras tanto, el conde y el duque se escabullían por un túnel que les condujo fuera de la muralla, a las huertas de Sant Bertran. Confiaban en poder escapar a bordo de dos naves genovesas atracadas muy cerca de allí, y se escondieron en una cueva del Morrot esperando su respuesta. Pero las naves partieron sin ellos y decidieron abandonar su escondrijo. En ese momento, la multitud les descubrió y linchó literalmente al virrey, que murió aproximadamente en la actual plaza de la Carbonera, cosido a puñaladas.

Su cadáver fue enterrado en la iglesia de la Mercè, pero los barceloneses —mucho tiempo después— aún arrojaban piedras en el lugar donde cayó. Contaban que cada sábado, al anochecer, salía el espectro del conde de Santa Coloma atormentado por sus maldades, pues había muerto sin confesarse. Seguramente dejó de acudir a su cita semanal en la posguerra, asustado con tanto agujerito.

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