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ESCENAS DEL CRIMEN
Crónica
Texto informativo con interpretación

Ofidios asesinos

El ilustrador González de la Haya cometió en 1979 tres asesinatos usando una serpiente

Ejemplar de víbora pirenaica del zoo de Barcelona.
Ejemplar de víbora pirenaica del zoo de Barcelona.JOAN SÁNCHEZ

Las serpientes llevan mareando a la humanidad desde los tiempos de Adán y Eva. Se las supone bestias de gran inteligencia y maldad, asociadas también a la medicina y a la curación, que matan sibilinamente a través del veneno. Con tal carta de presentación no resulta extraño que sus mordeduras hayan estado involucradas, real o imaginariamente, en innumerables crímenes. La muerte silenciosa, siempre disfrazada de accidente mortal, ha sido un tópico de las novelas policiacas y de espías desde que Conan Doyle hizo que su personaje Sherlock Holmes tuviera que enfrentarse a unos sicarios que usaban serpientes para matar, en el episodio de La banda de los lunares.

En tiempos más modernos, su uso como arma ha sido más una leyenda que una realidad. Durante años se ha sospechado que el Régimen nazi eliminó a un aliado incómodo, el rey Boris III de Bulgaria, con veneno de serpiente. Durante la guerra de Angola se acusó a varios de los servicios secretos de las partes implicadas de soltar ofidios letales en el dormitorio de líderes enemigos. Lo mismo se dijo de las bandas de paramilitares colombianos o del espionaje sudafricano en tiempos del apartheid, con respecto a los respectivos opositores políticos. La historia más repetida relacionada con este tema es el rumor, nunca demostrado, que el fallecido dictador iraquí Sadam Hussein había cometido su primer crimen cuando era un estudiante de corta edad. El mito afirma que mató a su profesor dejando una víbora del desierto bajo su cama. Claro que a veces la realidad se empeña en sorprendernos, como en el año 2004, cuando un cliente agraviado entró en un banco de Johannesburgo con cinco ejemplares venenosos en la mano y los soltó por la sucursal, resultando un empleado herido de gravedad por una mordedura.

Tras estar en un sanatorio, el dibujante barcelonés emigró a Nueva York, el escenario de sus crímenes

Curiosamente, Barcelona está implicada en uno de los pocos casos en que se ha podido demostrar la utilización de serpientes con el fin de causar la muerte. La noticia aparecía en la prensa a finales de 1979. Los agentes de la ley que protegían los caros y exclusivos apartamentos de Beacon Town, al norte de la ciudad de Nueva York, habían detenido a un hombre acusado de un triple asesinato. El sospechoso, de 45 años de edad, se llamaba José Félix González de la Haya y era un reputado ilustrador y dibujante.

González de la Haya era natural de Barcelona, donde al parecer había presentado ya algunos desajustes mentales que le habían llevado una temporada a un sanatorio. Decidido a probar fortuna en la Gran Manzana, en 1958 emigró a los Estados Unidos, y veinte años después obtuvo la ciudadanía norteamericana. Trabajaba para una gran empresa de publicidad y para diversas revistas como Time, haciendo retratos de los principales líderes políticos del mundo. Según su propia confesión, criaba serpientes africanas como pasatiempo. Pero sus pequeñas mascotas resultaron ser venenosas y muy agresivas, capaces de matar a un hombre adulto en menos de cinco minutos.

El ilustrador trabajaba en varias revistas como ‘Time’, haciendo retratos de líderes mundiales

Su primera víctima fue un vecino de su misma finca llamado Henry Swift, de 40 años, por el que sentía una hostilidad irracional. En enero de 1979 se las ingenió para introducir una de sus víboras en el domicilio de Swift, una muerte que quedó sin explicación al no encontrarse el animal que la cometió. La policía no comenzó a sospechar nada hasta el mes de marzo de aquel año, cuando una mujer de 24 años, Sheila Brown, falleció en las mismas circunstancias y a pocas calles de allí. En este segundo crimen las causas no estaban tan claras, aunque aparecieron testigos que afirmaron que ella y González de la Haya tuvieron una fuerte discusión en un establecimiento de la misma localidad, pocos días antes del asesinato. La tercera víctima era una emigrante italiana de 25 años llamada Dalmira Agostini, con quien el acusado había mantenido una buena amistad. Cuando esa relación se convirtió en enamoramiento y el criminal le confesó sus esperanzas a la chica —a primeros de octubre de ese mismo año—, ésta le rechazó y no quiso volver a verle. Despechado, introdujo una de sus serpientes por debajo de su puerta.

Esta historia apareció así en la prensa española. Nunca se publicó la sentencia del tribunal, para entonces el tema había quedado totalmente olvidado. Aunque a veces la noticia aún puede ser más surrealista. Como ejemplo, el accidente protagonizado por la modelo israelí Orit Fox en 2011, que jugando con una serpiente recibió un mordisco en el pecho. Pero en vez de morirse ante las cámaras de televisión, fue el animal el que falleció. Se envenenó con la silicona de las prótesis mamarias de su propietaria.

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