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Desaparece una de las más veteranas Mostras de Teatro

El festival de Cee, que cumple 25 años, echa el cierre por “falta de perspectivas” y apoyo institucional

El cartel de la Mostra de 2012, diseñado por Dani Trillo.
El cartel de la Mostra de 2012, diseñado por Dani Trillo.TALÍA TEATRO

Se acabó. El telón de Cee se ha vuelto de acero. La Mostra de Teatro —del 23 al 26 de agosto— baja las persianas y las lacra con una bosta y unas moscas. Así ponen los puntos sobre las íes a su última representación. El grupo Talía Teatro se hartó de “vagabundear”, de forzar la mano cerrada de la Administración, de “batallar” en los despachos. “Pero en la Xunta ni se van a enterar”, suelta Toño Casais, de la compañía ceense y presidente de la Asociación de Actores e Actrices de Galicia. Un cuarto de década de tirar del carro en una ciénaga y “volver a vender la vaca” una y otra vez. Es un aniversario agrio por una desaparición sobre la que llevaban meditando dos años.

En O rei aborrecido los vasallos tenían que tirar de ingenio para sacarle una sonrisa al monarca. Así empezó todo en 1988 y, si no se tratase de una obra para niños, cualquiera diría que Artur Trillo, director de la Mostra, adivinó entonces cuál sería el sainete entre instituciones y cultura. El ceense tenía 18 años y su experiencia se limitaba al escenario del instituto. “No había ningún tipo de pretensión, queríamos hacer un pequeño festival y fue quedando hasta la edición 25ª”. Lo que sí había era la intuición de que las cosas estaban cambiando. “Ahora no hay perspectivas, todo es caótico y carece de futuro”, arguye Trillo. Paralelamente, el grupo Talía, que se estrenó en la Mostra, se iba acomodando en los palcos de otros teatros, hasta hacerse profesional en 1996.

En los últimos años, la Mostra se sustentó con créditos personales, que corrían a cargo del propio Trillo. Era la única forma de conseguir las subvenciones de Industrias Culturais que obligaban a adelantar el dinero y justificar cada factura de antemano. La exquisitez de los requerimientos actuales, un gasto mínimo de 50.000 euros para festivales y una contratación artística de 15.000, fue la asestada definitiva. “Si tuviésemos capacidad de hacer frente a esos pagos, por qué íbamos a pedir una subvención”, se pregunta Casais. Por los mismos motivos, determinaron rechazar la ayuda de la Diputación. Para la edición anterior, el entonces alcalde, el independiente Ramón Vigo, imputado en la Operación Orquesta y destituido tras una moción de censura, les prometió una ayuda de 3.000 euros, pero no llegó a sacar la convocatoria. “Por dejadez”, esgrime el director de la Mostra. El actual gobierno local (PP) rinde cuentas con los 5.000 euros de este año. Junto al director de Ferroatlántica, Carlos Oliete, son los dos mecenas del festival, con un presupuesto de 10.000 euros.

La otra deuda es la de la Casa da Cultura. Lleva desde 1998 convertida en el sudario de Penélope, lo que se construía de día lo arruinaban las humedades de abril. La estructura, que durante años vivió bajo un armazón de hierros y ahora está prácticamente hueca a falta de 400.000 euros, obligó a la Mostra a reducir su aforo —unos 180 asientos— al salón de actos del Ayuntamiento durante los 14 años que dura su construcción. Parte del público tenía que dar la vuelta nada más entrar. Hasta tal punto que algunas sesiones se trasladaron al pabellón del instituto Agra de Raíces, con sillas de tijera para una hora en silencio.

La Mostra está concebida como un escaparate de la dramaturgia gallega. En su última edición hay 19 compañías, un día menos de teatro que los años anteriores, pero una función más por día. Un reparto ceñido a que algunas compañías van por los gastos, sin ánimo de lucro. Solo las sesiones vespertina y nocturna requieren entrada, tres y dos euros. Carrachanacacha estará el primer día con su interpretación “sinvergüenza” de Cipriano de Bequelar, después irán Caramuxo Teatro, Quico Cadaval, Tirita Producións o Talía, que cerrará la puerta tras de sí con su galardonada obra sobre el gallego. Toño Casais confía en que el fin de la Mostra soliviante los ánimos. El público no quedó muy contento en la pegada de carteles al ver que era la última función, y la regidora de Cee, Zaira Rodríguez, dice que el bastón de apoyo lo tendrán “siempre”. Cansados de meterse en el papel de gestores y tíos Gilito, Talía se aferra a las tablas, que es donde mejor se mueve. Por eso recuerdan que su obra Pelos na lingua no quedará a merced de ningún barbero.

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