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Anillos, platos y mentiras

Una muestra sobre el Titanic recibe más de 100.000 visitas en menos de tres meses

La exposición del Museu Marítim revela muchos detalles del barco.
La exposición del Museu Marítim revela muchos detalles del barco.MARCEL·LÍ SÁENZ

En la madrugada del 15 de abril de 1912, la sueca Gerda Lindell murió congelada tras intentar alcanzar un bote salvavidas. El Titanic se estaba hundiendo, y Gerda y su marido Edvard saltaron al mar Atlántico y nadaron hasta una de las barcas. Al llegar, uno de los supervivientes les ayudó a subir, pero al coger la mano de la mujer vio que ésta ya había fallecido. De ella se logró conservar el anillo que se desprendió de su dedo índice cuando la trataron de salvar. Hoy en día la historia del icónico trasatlántico Titanic sigue levantando una gran expectación. En los meses que Titanic: The Exhibition lleva expuesto en Barcelona ha sido visitado por más de 100.000 personas

Con el hundimiento del Titanic también se perdió el rastro del joven alemán Alfred Nourney, que durante el viaje explicó a todo el que conocía que viajaba para ver a los indios. En realidad, su familia lo había enviado un tiempo a Nueva York después de embarazar a una de las criadas.

Entre las trágicas historias también figura la de la joven pareja española de recién casados Víctor y María Peñasco. Para culminar su luna de miel, el matrimonio decidió visitar Nueva York y reservó dos billetes en primera en el Titanic. Antes, los jóvenes descendientes de dos de las familias más ricas de Madrid habían recorrido durante un año gran parte de Europa. Como la madre del chico no quería que se embarcaran, la pareja ideó una estrategia para engañarla. Le pidieron a su mayordomo que enviara cartas desde París a la madre de Víctor haciéndose pasar por su hijo. Del hundimiento sólo se salvó María. Según cuentan, el mayordomo, que no fue avisado hasta mucho más tarde, continuó enviando durante un tiempo las cartas supuestamente escritas por Víctor.

Entre los objetos que se pueden ver hay un plato de postre que fue encontrado en 1981 entre las redes de un pesquero español que faenaba en aguas irlandesas. Uno de los marineros le regaló el plato a su hijo pequeño, a su vuelta a La Coruña. 22 años después, en 2003, y cuando la exposición estaba expuesto en la ciudad gallega, Antonio Varela reconoció el símbolo de la ya desaparecida compañía naviera propietaria del Titanic, White Star Line. Era el mismo emblema que figuraba en el plato en el que había comido tantas veces desde que era pequeño, y que guardaba como un tesoro del mar encontrado por su padre. “Seguramente fue lanzado por la borda por uno de los tripulantes encargado de lavar los platos. Por aquel entonces, los encargados de cocina tenían por costumbre lanzar al mar el último de los platos que estaban fregando” explica Luis Ferreiro, director de Musealia, creadora de la exposición.

Tras ser analizado en EE UU no se pudo asegurar que fuera del Titanic, pero si se comprobó que pertenecía a la vajilla de tercera clase de uno de los tres barcos gemelos: el Olimpia, el Titanic o el Britannic. Los tres trasatlánticos utilizaban una vajilla idéntica diferenciada con un sello en la base. Pero ese sello, quizá por la sal del mar o por el paso del tiempo, acabó por borrarse.

Además del plato, España tiene vinculación con el mítico buque. En él viajaron, además de los Peñasco, siete pasajeros y un tripulante español. La sede de la compañía creadora del Titanic es hoy en día la embajada española en el Reino Unido.

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