Barcelona Connection
La capital catalana ha sido y es un decorado perfecto para las películas policiacas
Desde las primeras películas de Fructuós Gelabert y de Segundo de Chomón, Barcelona ha sido reinventada por el ojo indiscreto de la cámara. Al principio, los estudios Boreal Films de Sants retrataron de forma naturalista a los obreros de aquella barriada. Se les veía saliendo de la fábrica, saliendo de misa en la iglesia parroquial o asistiendo a la procesión de las Hijas de María. Pero en 1897 aparecía la primera película de ficción rodada en Cataluña: Riña en un café,de Gelabert. Y en ella ya se anticipaba la fascinación que iban a ejercer los bajos fondos y las historias violentas entre los espectadores de la ciudad.
Con un paisaje tan sugerente y legendario como el Barrio Chino, no es casual que uno de los primeros éxitos del cine catalán fuesen los seriales mudos de Albert Marro, como Ladrones del gran mundo (1915), Los misterios de Barcelona (1916) o El testamento de Diego Rocafort (1917), que pueden considerarse un primer intento de filmar tramas policiacas ambientadas en las calles de este enclave canalla. La posibilidad de disponer de un escenario así hizo de este género cinematográfico un testimonio de la vida cotidiana barcelonesa, cuya estética estaba en contraposición a los documentales de bellezas y monumentos que eran la otra gran fuente de imágenes disponible sobre la capital catalana.
Antonioni hizo subir a Jack Nicholson al teléferico del puerto en ‘El reportero’ (1974)
Seguramente, el autor más relacionado con el cine negro antes de la Guerra Civil fue Pedro Puche, director de No me mates. Los misterios del Barrio Chino (1935) y Barrios bajos (1937), una insólita película policiaca hecha desde el punto de vista de los anarquistas y rodada durante la guerra en los estudios Orphea de Montjuïc. Terminado el conflicto, el testigo lo recogió el director Ignacio F. Iquino con Hombres sin honor (1941), Una sombra en la ventana (1944) y Brigada criminal (1950). Esta última incluso invitaba a los espectadores a reconocerse entre la gente anónima que aparecía en el filme, pues la publicidad se basaba en que había sido rodada en la calle, utilizando a los transeúntes como extras involuntarios. La productora incluso ofrecía un premio para quien se viese en pantalla. Sin embargo, será en las producciones de los años cincuenta cuando este género retratará mejor las calles de la ciudad, en parte recogiendo la estética del neorrealismo italiano.
En Sin la sonrisa de Dios (Julio Salvador, 1955), un largo plano del paseo de Gràcia y la Diagonal terminaba en el Barrio Chino, donde los hijos de la delincuencia local soñaban con emular a los gánsteres de la gran pantalla. El soberbio plano inicial de la Via Laietana y la persecución en las Atracciones Apolo de Apartado de correos 1.001 (Julio Salvador, 1950) son de los que no se olvidan. Como la calle Nou de la Rambla de Distrito quinto (Julio Coll, 1957), el tiroteo final en las golondrinas de Almas en peligro (Antonio Santillán, 1951), los muelles de la Barceloneta de Mercado prohibido (Xavier Setó, 1952) y el puerto con los barcos de la Sexta Flota norteamericana de Delincuentes (Juan Fortuny, 1956).
El criminal que con más éxito muestra Barcelona es el asesino en serie de ‘El perfume’ (2006)
En la década posterior se abren nuevas posibilidades argumentales, como la guerrilla urbana de Quico Sabater, que Fred Zinnemann retrata en Beyond a pale horse (1963), y más tarde José Antonio de la Loma en Metralleta Stein (1973), que también firmará la serie quinqui de Perros callejeros (1977). Aprovechando el exotismo que entonces tenía la ciudad, Michelangelo Antonioni hizo subir a Jack Nicholson al teleférico del puerto en El reportero (1974). Aunque las mejores panorámicas de aquella Barcelona hay que buscarlas en películas como Tatuaje (Bigas Luna, 1976), Fanny Pelopaja (Vicente Aranda, 1983), Barcelona sur (Jordi Cadena, 1981) y Barcelona Connection (Miguel Iglesias, 1988). Películas que ya anticipaban la mirada nostálgica de títulos como Susanna (Antonio Chavarrías, 1996), La casita blanca (Carles Balagué, 2002) y El triunfo (Mireia Ros, 2005), y que modelaron una estética de la periferia que fue recogida en Dos billetes (Javier Serrano, 2006), Las dos vidas de Andrés Rabadán (Ventura Durall, 2008), 25 kilates (Patxi Amezcua, 2009) y Biutiful (González Iñárritu, 2010).
Aunque es muy posible que el criminal que con más éxito ha mostrado internacionalmente a Barcelona sea el asesino en serie de El perfume (Tom Tikwer, 2006) recorriendo la calle de Ferran y la plaza Reial, los alrededores de la catedral y Sant Felip Neri. La cinta abría con un plano de la plaza de la Mercè que ilustra este artículo, disfrazada de nauseabundo mercado parisiense. En el cine todo es truco y a la vez testimonio de las transformaciones de una ciudad.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.