Un inicio entretenido
Gracias a que la plaza de Vitoria es cubierta se pudo celebrar el festejo de ayer. La lluvia empañó el ambiente del día de La Virgen Blanca y solo la modernidad del Iradier Arena permitió la celebración de la primera corrida del ciclo.
La lluvia en las horas previas al festejo no pudo impedir las tres primeras orejas de la feria y eso que el palco, con buen criterio, desoyó algunas peticiones excesivamente benévolas. De no ser por ello, el público habría sacado en hombros a más de un espada. Pero tan poca consistencia tenían los pañuelos, por ejemplo en el primer toro de César Jiménez que el público se olvidó siquiera de sacarle a saludar.
Ficha
VALDEFRESNO / CID, JIMÉNEZ Y FANDIÑO
Seis toros de Valdefresno, bien presentados, justos de fuerza y colaboradores con los toreros salvo el sexto, que manseó en exceso. El Cid, estocada contraria y descabello (oreja) y estocada (oreja tras un aviso). César Jiménez, estocada caída (petición) y estocada tendida (silencio tras aviso). Iván Fandiño, estocada haciendo guardia y descabello (oreja) y media estocada y descabello (palmas).
Plaza de Vitoria. 5 de agosto de 2012. Un cuarto de entrada. Primera de la Feria de La Virgen Blanca.
La razón es que fue una corrida de las de hoy en día: con muchas cosas, pero con poca enjundia. Tardes en las que todos están bien, pero nadie acaba de arrebatar a nadie; festejos que no emocionan, pero presentan una estadística muy positiva. Será cuestión de números, pero la fiesta de los toros es otra cosa, más profunda. Cuando los tendidos se emocionan es cuando hay recuerdos y cuando la gente sale feliz de los tendidos. Lo demás no pasa de ser un entretenido espectáculo como el que ayer se vivió en la primera del ciclo vitoriano.
Los toros de Valdefresno tuvieron trapío y fueron serios por delante. Su mayor virtud radicó en que tuvieron clase, quisieron embestir y sacaron nobleza. Les faltó algo de fuerza y por momentos más casta. El quinto fue el que más acusó su debilidad y el sexto el que más mostró su falta de bravura. En definitiva, un encierro colaborador con los espadas, que tuvieron el triunfo en sus trastos.
Astados que se fueron en varios casos sin recibir castigo en varas. Picotazos de cortesía y rápido cambio de tercio; ausencia de quites, rapto del primer tercio de la lidia. Rapidez y discreción en banderillas para llegar rápido a la muleta, escaso lucimiento de los banderilleros que lleva a suprimir la emoción del segundo tercio. Por ello, nos quedamos con corridas de un solo tercio, el de muleta.
El Cid cumplió, pero nunca quiso un triunfo rotundo. Hizo el toreo cómodo, sin apretar el acelerador. Tuvo un lote noble, con recorrido, pero apostó por ligar muletazos con solvencia, sin preocuparse de pasárselo cerca ni de exigir al toro por abajo. El sevillano, enrolado en ese tipo de corridas del día a día, pierde la fuerza que le llevó a conquistar las mejores plazas. El toreo aseado y fácil no es el mejor exponente del de Salteras. Cortó una oreja en cada toro, pero sí se pone de verdad habría salido en hombros de Vitoria.
Iván Fandiño hizo lo más destacado de la tarde en su primer toro
Es el tipo de toreo que hoy se estila y que se da por bueno. El mismo que hizo César Jiménez con su primero hasta que un desarme enfrió la faena y ya no hubo forma de reconducirla. El de Fuenlabrada tuvo el peor lote, porque puso ganas, pero nunca llegó a entenderse con sus oponentes para redondear sus faenas.
El público había desafiado la lluvia para ver a Iván Fandiño sobre todo, con muchos paisanos al hilo del triunfo del de Orduña el día anterior en Bayona. Pero solamente le pudieron ver en su primero, con el que hizo lo más destacado de la corrida, ya que el sexto se rajó y apenas le dejó más que mostrar deseo.
El vizcaíno tensó la cuerda en el tercero. Dos pases cambiados y dos estatuarios sirvieron para centrar a todo el mundo y poner la faena de cara. Cuando llevó al toro ligado, este aguantó, pero cuando le bajó la mano y trató de apretarle el astado protestó y la faena se vino abajo. Entonces, Fandiño tiró de inteligencia para volver a subir el tono y arrancar una oreja merecida, porque estuvo bien ante un animal que no apretó al torero, pero que pidió que le hiciesen bien las cosas.
Así es el toreo moderno, el que se repite por las plazas del ancho mapa. Toros colaboradores y toreros cumplidores. Pudieron estar mejor, pero se llevaron trofeos con los que engrosar su estadística y al final todos contentos, salvo la sensación de un buen número de espectadores, que tras abandonar el coso pensaron en que tras haber asistido a un festejo entretenido, nada tenían para el recuerdo ni nada les había conmovido.
Como decía el maestro Marcial Lalanda, en el toreo hay que estar de triunfo o de bronca. Pero era otra época y ahora lo que vale es cumplir con la labor encomendada, sin estridencias. Sí que la tarde resultó entretenida, pero cuando toros y toreros pasan del aprobado y nadie se emociona algo falla en la fiesta.
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