Hielo en el Muro de Adriano
George R.R. Martin presenta en Barcelona ante 700 fans 'Danza de dragones', quinta entrega de su saga fantástica 'Canción de hielo y fuego'
Fría tarde de otoño de 1981 en la frontera. El viento avisa: el invierno está llegando. El sol se pone y el Muro de Adriano que separa Inglaterra de Escocia está casi solitario: los escasos turistas han marchado. El periodista, escritor y guionista George R.R. Martin, que por vez primera ha salido de EEUU y viaja por Inglaterra acompañado de la coautora de su recién libro Refugio del tiempo, Lisa Tullet, no puede reprimir encaramarse a lo alto y mirar al Norte. “Y se me ocurrió: ‘¿Qué pensaría un legionario romano enviado desde Italia?, ¿Qué peligros habrá allí delante?¿Qué ideas defienden? ¿Cómo viven?’ Ese ejercicio de imaginación me dio escalofríos... Faltaban 10 años para que escribiera Juego de tronos, pero pensé que algún día crearía una historia con un reino que tendría una frontera en el Norte y un muro. La fantasía es un género que requiere algo grande, por eso le puse 300 millas de largo y no tres; le di 700 pies de altura y en vez de piedras y arena, lo imaginé de hielo”.
Ayer, el escritor norteamericano estaba encaramado a lo más alto del Centro de Cultura Contemporáneo de Barcelona (CCCB) y quizá por eso evocó la gestación del best-seller mundial Canción de hielo y fuego, cuya quinta entrega, Danza de dragones (Gigamesh; Alfaguara, en catalán) presenta hoy sábado en el mismo centro ante 700 incondicionales afortunados: los que pudieron adquirir la entrada antes de que se agotaran en dos días (el CCCB ha decidido ofrecerlo en streaming en la web del centro).
Sigo a Homero con su 'Ilíada': el héroe de un bando es el villano
Sigo a Homero con su 'Ilíada': el héroe de un bando es el villano del otro
Martin (Bayonne, New Jersey, 1948) se mostró generoso con su audiencia, dando respuestas proporcionalmente tan largas como sus libros y que sonaban muy sinceras, muy humanas. Por ejemplo, empezó admitiendo que, a pesar de trabajar en la saga desde hace tanto tiempo, le costó horrores escribir Festín de cuervos (cuarta entrega, de 2005) y ahora Danza de dragones. “Iba en una dirección equivocada: quería que hubieran transcurrido cinco años desde Tormenta de espadas (tercera entrega, 2000) y cuando llevaba más de un año de trabajo lo tiré todo y volví a empezar y la ubiqué cinco minutos después de donde acababa la otra”. Danza de dragones, por su parte, la concibió “como un solo libro, así estaba en mi mente, me costó mucho cuadrarlo; hay quien hace lecturas intercaladas porque responden a una división geográfica y no cronológica. Son gemelos separados al nacer y que ahora están de nuevo juntos”.
Los lectores se sienten de una comunidad y se cabrean si la acción no transcurre como ellos quieren
También descubrió, manos juntas y dedos entrelazados, su técnica narrativa tan elogiada. “No escribo en el orden de lectura: doy voz a personajes con un léxico y procesos mentales específicos por lo que cada vez que cambio de punto de vista de narrador es como pillar un bache en la carretera y me ralentiza mucho, me cuesta meterme en la cabeza de los personajes aunque sean mis criaturas; por eso escribo seguido varios capítulos de uno y luego cambio”. Y eso se traduce en una técnica. “Soy un firme creyente del punto de vista limitado: con el recurso de la tercera persona tienes un control limitado de la situación, estás fuera de los personajes; y la técnica de la primera persona, el narrador omnisciente, no me gusta nada, es una técnica desfasada, ha perdido el interés: quiero que mi lector se sumerja en cada personaje, por eso cojo el narrador en punto de vista, quiero que cada protagonista --y con él, el lector-- tenga una percepción distinta y limitada de la realidad”.
El proceso es complejo y extenuante. Martin empequeñece aún más los ojos tras las gafas y chasquea la lengua. “Si escribiera sobre la II Guerra Mundial con personajes narradores en punto de vista, necesitaría un soldado norteamericano que invadiera Alemania; pero me quedaría todo el frente del Pacífico, por lo que necesitaría otro; pero, ¿y toda la parte de la trastienda política? Requeriría un tercero tipo Churchill; ¿y los alemanes?... Si quiero seguir bien todo el conflicto necesito muchos puntos de vista de personajes... Pues yo estoy escribiendo un enfrentamiento épico de carácter mundial y huyendo de la típica fantasía de buenos y malos; ahí sigo a Homero con su Ilíada: el héroe de un bando es el villano del otro”.
De la serie se han vendido ya
Con este planteamiento, es obvio que a Martin no le afecta en su manera de escribir la adaptación de la saga que lleva a cabo la norteamericana HBO y que en España emiten Canal+ y Antena 3 TV (“sería una tontería cambiar ahora el estilo por ello”) y que a partir de ahora, por cierto, ya no irá más a temporada por libro. “Para Tormenta de espadas ya necesitaremos dos temporadas y es posible que en esa última ya haya detalles del cuarto libro”. Tampoco hace mucho caso de las activísimas páginas web y foros dedicados a su obra, que sólo en España ha vendido 800.000 libros en castellano y 45.000 en catalán. Antes de responder, se mece la larga barba blanca, digna de sus personajes. “Hay muchas teorías sin piezas ni cabeza pero otros lectores aciertan y eso me ponía nervioso, había la tentación de cambiar el final, pero si cedes estás abocado al desastre porque te pasas tres cuartas partes de un libro dando pistas y si hacia el final lo cambias todo se vuelve un engaño y yo no quiero engañar a mis lectores”.
En la red también hay críticas, en especial a esta última entrega. “El problema son los años de espera entre una entrega y otra: la gente se imagina cómo seguirá y luego hay una decepción en algunos por cómo lo he resuelto; pero desde el principio que juego con los lectores y sus expectativas; antes de escritor he sido lector y aún leo hoy muchísimo; y no hay peor libro que el que es predecible; yo quiero estar inquieto cuando leo y yo también quiero a mi lector de puntillas… pero ocurre que con mis libros se sienten de una comunidad y se cabrean si no ocurre como piensan; por suerte, son una minoría… Miren: el arte no es democrático, ni puedes contentar a todo el mundo; es mi historia y esa es la que quiero compartir; acepto que no les guste, pero que escriban la suya”.
Final de la rueda de prensa: Martin, de pie, camiseta y pantalón negros, tirantes del mismo color, encaja aplausos, fotografías con fans intentado colgarse de su notable humanidad, autógrafos... Pues parece que gusta. Y por eso ahí sigue, desde siempre encaramado.
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