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Jazz para sonreír y vivir

El Festival donostiarra cierra su 47 edición con unas cifras de afluencia similares a las de 2011 mediante una apuesta con significativas novedades

Momento de la actuación de la Orquesta de Hombres Orquesta ayer en el Teatro Victoria Eugenia.
Momento de la actuación de la Orquesta de Hombres Orquesta ayer en el Teatro Victoria Eugenia.JAVIER HERNÁNDEZ

Cuatro tipos desaliñados salen al escenario, en las tablas les esperan dos señoritas impecablemente vestidas y peinadas, no se mueven, parecen maniquíes. El espectáculo empieza. La Orquesta de Hombres Orquesta, quizá uno de los planteamientos más arriesgados y diferentes de toda la programación de la 47 edición del Jazzaldia ofreció ayer en el Teatro Victoria Eugenia de San Sebastián su tercera actuación. No estaba prevista —lo comprometido con la organización eran dos espectáculos, uno el sábado y otro el domingo—, pero se justificaba por el “éxito cosechado”, según los responsables de la cita, y la “demanda del público”.

El Jazzaldia se despidió ayer de San Sebastián con un programa que ha incluido más de un centenar de conciertos y con unas cifras de asistencia nada desdeñables. Más de 108.152 personas han disfrutado de algunas de las propuestas del Festival, a falta de que la organización detalle hoy los datos de público de la última jornada. A pesar de que el director del Jazzaldia, Miguel Martín, advirtió antes de que comenzara el festival el pasado jueves de que este año no iba ser la “edición con la que batir récords”, el dato se aproxima bastante a los 115.000 espectadores de 2011.

“El éxito de una edición no se mide por la afluencia de público”, recordó Martín, si no por un programa completo, equilibrado y ambicioso. Los incondicionales de la cita han podido disfrutar a lo largo de los cinco días de Festival de la espectacular y bella voz de Melody Gardot, del torrente encarnado en Sharon Jones, de una de las leyendas de la batería llamada Jimmy Cobb, de los juegos de Bobby McFerrin o de un inigualable Antony. Conciertos con los que disfrutar y descubrir la magia de la música, el jazz o cualquier estilo o género. Pero, sobre todo, disfrutar de ese bien tan escaso y amenazado por la crisis: la cultura.

Los espectadores se han deleitado con Melody Gardot y Antony, entre otros

Uno de los componentes de la Orquesta de Hombres Orquesta, formación canadiense, coge una guitarra y comienza a rasgar las cuerdas, se suman los otros tres miembros cada cual con una propuesta más disparatada. Basta decir que uno de ellos abre y cierra una maleta al ritmo propuesto. Esa es la gracia de la formación, conformar con una suerte de objetos cotidianos o con los elementos más rudimentarios aderezados con instrumentos convencionales un espectáculo mezcla de improvisación y performance que homenajea a Tom Waits.

La gente no tarda en reírse, en aplaudir y sonreír ante cada ingenio de la formación —por qué no utilizar el ruido que emita una radio mal sintonizada como base de una canción, o dos cucharillas de té que chocan con el borde de la taza como condimento de otra—. Y eso, la capacidad de congeniar y de sentir el Jazzaldia como algo propio y pedir que una formación vuelva a tocar y que la organización conceda el deseo es lo que hace inigualable al Jazzaldia, con permiso de toda la pléyade de artistas que han visitado San Sebastián en los últimos días.

Las últimas horas de la tarde y las primeras de la noche dejaron hueco para más jazz. Para las actuaciones de Miles Smiles en la plaza de la Trinidad o de Gonzalo Tejada y Olivier Ker Ourio en San Telmo. Los últimos acordes antes de la cita del año que viene, que aunque no amenazada —el Jazzaldia renovó acuerdo con su principal patrocinador antes de que arrancara la cita—, se verá obligada a modificar algún planteamiento por esa maldita realidad: la crisis.

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