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Un trompetista desconcertante

Christian Scott abrió el Jazz Panorama de Torrent repartiendo juego con su quinteto Mostró su cara amable y su compromiso político en el arranque y el final del concierto

Christian Scott en el Jazz Panorama de Torrent
Christian Scott en el Jazz Panorama de Torrent

Hace tres años fue elegido por la revista especializada de referencia Downbeat como el trompetista del año. En estos últimos años los puntos de vista sobre este joven trompetista de Nueva Orleans han sido y son contradictorios. El concierto de apertura del festival Jazz Panorama de Torrent no contribuyó a centrar la imagen. A pesar de un inicio entre amable e intenso, en el que el trompetista bromeó sobre un cantaor espontáneo que se asomó a las ventanas vecinas, tanto el desarrollo del concierto, en el que todo parecía estar calculado a distancia, como el brusco final, con un cortante trallazo de trompeta y la confusa sensación dejada en el público (que no tuvo claro si era un descanso o no hasta que se comenzaron a retirar los micrófonos), dibujaron un retrato distante del músico que sólo se recompuso con la vuelta al escenario tras un incómodo interludio.

Christian Scott Quintet

Jazz Panorama. Jardines de L’Hort de Trénor. Torrent (Valencia), 19 de julio.

Resulta extraño y desconcertante porque ya en el primer tema, Scott mostró sus inquietudes políticas personales y en el segundo abrió el corazón con Isadora, una explícita declaración de amor en forma de balada, en la cual mostró relajado la riqueza de su sonido y las posibilidades de articulación que su peculiar instrumento le permite. Fue un pasaje bonito del concierto que, además, evocaba a Miles Davis sin imitarlo.

Por alguna razón, esa apertura emocional incipiente no fue a más y el concierto consistió básicamente en un muestrario de estilo, creando atmósferas levemente sugerentes en las que el líder casi se repartía por igual los solos con el guitarrista Matt Stevens -sobre todo- y con el pianista Lawrence Fields, dejando prácticamente la dirección del cotarro al batería Jamire Williams. Todo muy correcto, e incluso brilante por instantes, pero sin apenas alterar un músculo del cuerpo ni del alma. Solamente al llegar el segundo final, montados de nuevo los micrófonos y de vuelta al escenario el quinteto como haciendo un pequeño esfuerzo, quedó nítidamente perfilada la capacidad del grupo de construir escenas dramáticas en las que implicar al espectador, con un cosquilleo o una sacudida, da igual. Fue con KKPD (Klu Klux Police Dept.), una pieza antirracista que refleja el pálpito político de Scott y que enlazaba con el tema que dio comienzo al concierto, Jihad Joe, relacionado éste con el conflicto de Oriente Medio. Curiosamente, en ambas piezas el trompetista transmitió un punto rabioso que estuvo casi oculto el resto del concierto.

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