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Lavapiés como pieza de museo

Lo doméstico puede ser un espacio desde donde construir lo colectivo Eso quiso contar Andrés Jaque, con ayuda de Candela, en una obra que ha adquirido el MoMA

Patricia Ortega Dolz
Candela en la cocina de su casa en el barrio de Lavapiés.
Candela en la cocina de su casa en el barrio de Lavapiés.Luis Sevillano

Candela Logrosán Pérez ha encontrado un remedio para la soledad. Ha llenado su casa de soledades. Su vivienda de protección oficial, en un primer piso de la calle Mesón de Paredes en el barrio de Lavapiés, es casi un centro de peregrinación. Por allí pasa “a llorarle” Dulce, la dominicana; y Pilarucha, una ex compañera de trabajo, y “el abuelo”, un vecino mayor que le trae la ropa para que se la lave; y, cuando no está en la cárcel, el cubano que pasa hachís en la esquina; y viven sus seis perros y sus dos hijas con sus tres nietos; y su hijo, que ahora también ha vuelto a casa (los tres en la treintena); y suben algunos chavales que hacen malabares en la plaza; y algunos “negritos”... En la mesa del salón, o incluso con un cubo que sube y baja por el balcón, “la Candela”, como ella misma se denomina, le da de comer a quien puede si tiene. Unos días son unos y otros, otros. Hasta ahí, esta historia no pasaría de ser la de una heroína de barrio con una intensa vida social de 54 años que ya acusan sus piernas, artrósicas de décadas fregando escaleras. Pero la cosa adquiere otra dimensión cuando esa cotidianidad, esos retales de vida que transcurren en los 15 metros cuadrados que suman su cocina y su salón, se trasladan al MoMA de Nueva York como una instalación de la colección del museo de arte moderno. Y así es como éste se convierte en el cuento de cómo La Candela llegó al MoMA, o cómo un pedazo del corazón de Lavapiés se plantó en la Gran Manzana.

La instalación en Tabacalera, el pasado mes de noviembre.
La instalación en Tabacalera, el pasado mes de noviembre.

 Desde hace tiempo, Andrés Jaque venía dándole vueltas a un par de ideas. A sus 41 años lidera un estudio en Madrid (Andrés Jaque Arquitectos) preñado de talento joven y empeñado en explorar la dimensión política de la arquitectura. Y se obsesionó con dos ideas. Una: “Los arquitectos nos hemos acostumbrado a crear nuevas realidades, pensamos que llegará lo nuestro y sustituirá a lo que existe. Pero yo creo que lo que hay que hacer es al contrario, debemos observar lo que hay para proteger y preservar las relaciones sociales que ya existen en un sitio determinado y no entrar como elefantes en cacharrería”.

Y dos: “En España, donde se han construido tantas viviendas, no se ha atendido suficientemente al ámbito doméstico que, frente a ese concepto de “repúblicas independientes de tu casa” o lugares donde olvidarse del mundo, son también espacios en los que se construye lo colectivo, sitios desde los que conectarse al mundo y crear vínculos sociales".

La crítica también puede hacerse desde la arquitectura (Pedro Gadanho)

Bajo esas dos premisas surge IKEA Disobedients, un objeto artístico con forma de acción, una “situación arquitectónica”, dicho en el lenguaje del gremio, una categoría que el MoMA incluye por primera vez en su colección de Diseño y Arquitectura de la mano del comisario portugués Pedro Gadanho, responsable del departamento desde el pasado mes de diciembre y una figura central en el movimiento de ficción arquitectónica (architecture fiction movement)

La excepcional adquisición, promovida por el interés del comisario del MoMA en el boom inmobiliario de los últimos años, eleva al nivel de arte la vida doméstica local, lo que ocurre en el interior de esas miles de viviendas construidas.

Andrés Jaque, en el centro, junto a sus compañeros en su estudio.
Andrés Jaque, en el centro, junto a sus compañeros en su estudio.

“La crítica también puede hacerse desde la arquitectura, desde cómo los arquitectos reflejan el mundo, hacia una mayor amplitud del espacio público a la vez que generan nuevas ideas que sirven de soporte de esta disciplina”, explicaba en una reciente entrevista en la revista italiana Domus, en la que ya anunciaba: “En septiembre, mi primera apuesta en la colección tendrá la forma de una muestra sobre actitudes políticas en la arquitectura”.

La inauguración y presentación de la obra nacida en Madrid, con el sello de Jaque y los suyos, será el próximo 12 de septiembre en ese templo del arte de la calle 53. El propio Gadanho pudo verla (para después adquirirla) en el evento de la Tabacalera del pasado mes de noviembre, Arte es Acción, donde se presentó por primera vez.

La pieza está formada por un archivo de personas que, como la Candela, realizan sus actividades domésticas cotidianas. Junta a esa mujer de raza, curtida en la dificultad y en la escasez de un matriarcado, están también Toñi con todos los de la chirigota de Vallecas. O Berta (ahora ya Teo) que vive en una nave industrial okupada por una comunidad de mujeres lesbianas que se organizan a todos los niveles: económico, de ocio...

Todas ellas son personas localizadas por Silvia Rodríguez, la socióloga del estudio de Jaque encargada de nutrir el archivo que ahora se ha apropiado el museo neoyorkino y que ahora seguirá creciendo con habitantes de la Gran Manzana.

La arquitectura es algo más que edificios, está intentando volver a la sociedad (Ariadna Cantís)

“Llevábamos ya años investigando en la dicotomía entre el espacio público y el privado”, cuenta. “Y fuimos haciendo el archivo a base de contactar con asociaciones de vecinos o yéndonos directamente a las plazas y haciendo trabajo de campo allí, a pelo. Así encontramos a Candela y a todos los demás”, explica. “Se trata de formas de convivencia mucho más comunes y reales que las que aparecen en los catálogos de Ikea”, concluye.

Además, la adquisición del MoMA incluye la instalación formada por una montaña de muebles de Ikea montados desobedeciendo las instrucciones de la empresa sueca [fotografía de la izquierda]; y una performance, en la que vecinos de Manhattan, localizados allí, reproducen comportamientos y actitudes que tienen en sus casas y muestran su manera de habitar y utilizar el espacio doméstico como espacio social.

La arquitectura como un arte de investigación social

Andrés Jaque dirige la firma Andrés Jaque Architects y el pequeño laboratorio de innovación política (tiny lab Office for Political Innovation), considerada una de las oficinas más desafiantes y propositivas del panorama internacional que ha introducido visiones derivadas de la política en las prácticas arquitectónicas contemporáneas. Exploran el papel de la arquitectura en la construcción de las sociedades y administran, desde 2004, la marca Arquitectura Parlamento. Son autores de lemas como: “Arquitectura es la sociedad representada”, con el que experimentan las implicaciones para la arquitectura actual de lo político, o “Ecologizar no es Verdear”, bajo el que han desarrollado lecturas políticas sobre la innovación de la cultura de la sostenibilidad.

Su trabajo ha sido publicado en importantes revistas especializadas y medios de comunicación generalistas. Asimismo, ha sido expuesto en importantes museos de todo el mundo y España (Schweizerisches Architektur Museum de Basilea, la Cité de l’Architecture et du Patrimoine y el Pavillon de l’Arsenal de París, en la séptima bienal de Venezia...). Son autores de las publicaciones Políticas del día a día y Eco-Ordinary. Etiquetas para la práctica cotidiana de la arquitectura y su obra Casa Sacerdotal Diocesana de Plasencia ha recibido el Premio Dionisio Hernández Gil.

El objetivo de esta especie de obra en proceso constante (work in progress) es mostrar cómo el hogar no es, o no solo, un sitio para huir del mundo, sino también un espacio de compromiso público y político: “Desde una casa de chicos y chicas Erasmus, hasta una residencia confesional; desde un hogar de personas mayores solas que alquilan habitaciones a estudiantes, a una casa okupada o a una vivenda-patera… Hemos analizado a fondo casi un centenar de casos para hacer nuestro archivo”, cuenta Jaque.

El proyecto artístico lo ha comisariado Ariadna Cantís, siempre vagabundeando en ese espacio a caballo entre el arte y la arquitectura. Ella, por encargo del Ministerio de Cultura, fue la encargada de montar la muestra de Arte es Acción el pasado mes de noviembre y, entre otros proyectos, seleccionó el de Jaque: “Es un estudio muy interesante que incluye investigación y crítica y que tiene un alto grado de denuncia social en lo relativo a la vivienda, las nuevas formas de familia, la ecología, las desigualdades sociales...”, explica. “El hecho de que el MoMA haya adquirido esta pieza con todos sus componentes es un hito pero también marca un cambio de papeles con respecto a lo que venía sucediendo hasta ahora: Ya no es la bienal de arquitectura de Venecia la que marca la vanguardia, sino el museo neoyorkino que es quien ahora está haciendo una apuesta por lo desconocido y por reivindicar que la arquitectura es algo más que edificios. La arquitectura está intentando volver a la sociedad y, para lograr eso, no hay nada mejor que contar con ella. La disciplina está en un momento de cambio. No hay conclusión pero sí hay investigación y reflexión”, sentencia.

De la Tabacalera al MoMA, de Lavapiés a Manhattan. Un pedazo de vida de La Candela cruzará el océano que ella nunca ha cruzado. Lo sabe. Sabe que la verá mucha gente en Nueva York, “qué vergüenza”, aunque para ella, desde el trajín de su casa, el MoMA sea “una cadena de muebles más cara que el Ikea”.

Desobedecer en Lavapiés, obedecer en Manhattan

Anatxu Zabalbeascoa

Hace poco más de dos décadas, el Círculo de Bellas Artes mostró la pieza Sansón, de Chris Burden, una enorme viga que presiona paredes conectada a un torno. La idea era proporcionar a un gran éxito un gran problema: cuanta más gente pasaba por el torno para entrar en el museo, o la galería, más debilitado quedaba el establecimiento. Burden había calculado que con 500.000 visitantes la presión derrumbaría el edificio. El Círculo aceptó exponer la pieza en la muestra El sueño imperativo con una condición: el torno debía desactivarse. La protesta tiene mala cabida en los museos y hacerla entrar es una de las grandes obsesiones del arte actual aunque la legitimación de la protesta se desactive con el aplauso del reconocimiento.

Hace apenas un lustro, Andrés Jaque explicaba en este mismo periódico que Ikea había logrado transformar las casas de Europa más que la arquitectura. Consideraba entonces, como ahora, que las grandes renovaciones de nuestro entorno son anónimas o colectivas y aseguraba que YouTube había transformado el espacio público: de la plaza a la pantalla dejando espacio para que lo marginal pueda conocerse.

Jaque es un arquitecto culto, sagaz y reivindicativo. Como su maestro, Juan Navarro Baldeweg, está convencido de que la arquitectura no se agota en los edificios. Pero su manera de indagar el potencial arquitectónico es mucho más social que plástica. Profesor de proyectos de la ETSAM, defiende el espacio doméstico como un lugar hogareño pero reivindicativo. Por eso le gusta hablar de la casa politizada, un animal raro frente a la polis, el espacio público, de donde deriva, precisamente, la palabra política.

Con todo, a Jaque no le faltan razones para protestar, y resulta esperanzador que lo haga. Pero podría morir de éxito en el MoMA. Su performance tiene tanto de marketing como de arquitectura. Asociar el nombre propio a un nombre planetario, como el de Ikea, es una jugada maestra para hacerse escuchar en todos los idiomas. ¿Hubiera adquirido el MoMA su performance si la crítica no incluyera a una multinacional reconocible en su título? Dudarlo cambia la lectura de la pieza. El propio marketing de la institución adquiriría mayor credibilidad si la crítica se dirigiera no contra un potentado, sino contra uno de sus potentados patrocinadores, como tantas veces intenta Hans Hacke.

La adquisición del MoMA es importante para Jaque, que ve reconocido su sentido crítico y su encomiable voluntad de romper la tradicional endogamia de la arquitectura para repensarla como una actividad dependiente de, y con consecuencias para, la sociedad. La compra es también positiva para el museo, que demuestra conexión con su tiempo y con los sectores de la sociedad que este siglo se han convertido en tema para el arte. Sin embargo, que el proyecto de Jaque entre en el MoMA puede no ser una buena noticia para la arquitectura. La arquitectura empieza detectando un problema, pero exige desarrollar una solución. Ikea Disobedients recibe el aplauso por un diagnóstico, no por una curación. Así, expuesta en Nueva York, o formando parte de la colección del MOMA, se estanca. El principal problema de la performance de Jaque es, justamente, el arte. Que sea considerada arte, eso es una performance, es en realidad una derrota para la arquitectura. Si una arquitectura tan hipersocial como la que propone termina convertida en pieza de museo, el problema no se comunica, se estetiza, queda desactivado. Toda institución exige sus obediencias.

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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