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“El compromiso es con la calidad”

El director del Festival de Jazz de Vitoria asegura que recuperará las sesiones afectadas por los recortes “Es un alimento espiritual para todo el año”, dice

Iñaki Añua, director del Festival de Jazz de Vitoria.
Iñaki Añua, director del Festival de Jazz de Vitoria.L. RICO

El Festival de Jazz de Vitoria ha sufrido en cuatro años una reducción de presupuesto cercana al 40%, hasta quedarse en la edición que comienza mañana en 850.000 euros. La programación se ha resentido: el picnic de Nueva Orleans, los conciertos de jazz electrónico del jardín de Falerina y el seminario para estudiantes de música han desaparecido. Iñaki Añua (Vitoria, 1943), su director desde hace 34 años, asegura que ha sido necesario eliminar algunas actividades y limar al máximo los gastos de producción para mantener lo esencial. “Con enorme dolor hemos reducido el festival para mantener a toda costa la calidad de los conciertos de Mendizorroza y del Jazz del siglo XXI. Es nuestro compromiso”, asegura. “Por supuesto, nuestra intención es que podamos recuperar en el futuro lo que ha desaparecido, incluso añadir nuevas ideas, pero no es el momento”.

El recorte ha llegado, incluso, al caché de algunos artistas. “Se ha hablado con los músicos para rebajar las cantidades que habían cobrado en ocasiones anteriores”, reconoce el director del festival. “No todo el mundo acepta. Hay grandes estrellas que dicen que no, y se quedan en casa. Otros han bajado su caché porque saben cual es la situación”.

Iñaki Añua dice que la ciudad es “más cosmopolita” la semana de conciertos

Añua recuerda la fidelidad de muchos abonados que siguen acudiendo a Vitoria — uno de cada cuatro asistentes es de fuera del País Vasco — a pesar de los problemas económicos. “La música que escuchamos en el festival es para muchos un alimento espiritual para todo el año”, dice. Y defiende los beneficios que supone para la ciudad, más allá de su impacto económico, que genera 18 euros de ingresos por cada uno que destinan las instituciones públicas a su presupuesto, según un cálculo realizado hace cinco años. “Pasamos un momento en el que estamos muy encogidos, con mucho miedo en el cuerpo”, lamenta el director del festival. “Al menos una semana al año, que nos dejen respirar y ser lo que somos y disfrutar de la música del festival, evadirnos con el jazz y el ambiente que le rodea. Vitoria se transforma en una ciudad mucho más cosmopolita, que a muchos vitorianos nos gustaría que fuera así durante todo el año”.

Añua cree que, ante el retroceso de los sellos discográficos, a los festivales les corresponde la tarea de descubrir nuevos artistas y difundir su trabajo. Es el papel que asume, subraya, Jazz del Siglo XXI, la sección de más prestigio, que ofrece los conciertos en el Teatro Principal, con un aforo de 900 localidades. “Por ahí paso la cantante israelí Noa cuando era una desconocida o el pianista cubano Gonzalo Rubalcaba. Este año Esperanza Spalding regresa a Vitoria convertida en una estrella para actuar en Mendizorroza, pero debutó en el Principal”, recuerda con orgullo.

El festival también mantiene el concierto Konexioa, que enfrenta en una sesión a un músico vasco con otro americano. “El público puede escuchar con facilidad a los músicos vascos. No se trata de darles un bolo más, sino de subir el nivel de exigencia y estimularles al confrontarles con otro artista”, explica. Añua confía en remontar las dificultades. “El festival ha pasado crisis tremendas, como en 1985 con el cambio del dólar altísimo. Todas las crisis pasan y vienen tiempos mejores”, añade. Mientras tanto sigue defendiendo el objetivo que marcan los estatutos del festival: “difundir la música que amamos entre nuestros conciudadanos”.

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