No solo Iker y Sara
François Hollande y Valérie Trierweiler: El presidente de la República francesa y la periodista —antes política, ahora cultural— del semanario Paris Match. En este caso, el hecho de que Trierweiler haya abandonado el ejercicio del periodismo político, elimina el conflicto de intereses a que habría dado lugar su desempeño al mismo tiempo que ostenta la condición de pareja del presidente y, en consecuencia, primera dama de la República. “Debe elegir entre el periodismo y el Elíseo”, rezaba un editorial de Le Monde y, a su vez, el primer ministro, Jean-Marc Ayrault, le pedía que fuera más discreta tras un comentario de cariz político en Twitter por parte de Trierweiler. Por lo que se ve, a la compañera de Hollande le cuesta adaptarse.
José Ignacio Wert y Edurne Uriarte: El ministro de Educación y la profesora de Ciencia Política y comentarista política. En este caso, si Uriarte se limitara a su labor docente, carecería de relevancia pública el hecho de que fuera la actual pareja del ministro. En cambio, en su actividad como comentarista política es de legítimo “interés público” para los ciudadanos el saber que a la hora de escribir o de verter opiniones sobre las políticas del actual Gobierno o, para más inri, sobre las reformas llevadas a cabo por el Ministerio de Educación, lo hace desde una determinada posición. Posición no amparada en este caso por su derecho a la intimidad, pues no se daría un supuesto, como indica la doctrina y jurisprudencia constitucional, de curiosidad malsana, es decir, de ilegítimo “interés del público”. De ilegítimo interés del público sí que podríamos catalogar las primeras páginas de alguno de los medios en los que colabora como aquélla —por poner un caso, pues son legión— en los días previos a la convocatoria de una huelga general con la fotografía del sindicalista Fernández Toxo acompañado de su esposa en un crucero privado.
Antonio Muñoz Molina y Elvira Lindo: El escritor y colaborador en prensa y la escritora y colaboradora en prensa. En este caso, su matrimonio no tendría por que ser objeto de conocimiento público en el momento de enjuiciar sus escritos. Ahora bien, en el hipotético caso —remoto e improbable a poco que se conozca la trayectoria de ambos— de que a Molina le diera por reseñar las novelas de Lindo y, ya puestos, a Lindo las de Molina, sí que sería imprescindible para el lector el conocimiento de su condición de marido y mujer.
Aunque siempre lábil, la línea de demarcación entre el irrenunciable y fundamental interés público y el amarillo y cotilla interés del público es clara. Con todo, en la vida todo tiene un coste de oportunidad y no se dan las ganancias absolutas. Las personas a las que, como canta Sinatra en su Love's been good to me, la vida las ha tratado bien deberían pechar con algunos de los costes que ocasiona la cercanía al poder ya que son tantas y tan mullidas las ventajas que reporta. Noblesse oblige.
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