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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Ciudadano

Quiero ser ciudadano. Quiero ser ciudadano con derechos y constructor de la colectividad. Quiero ser protagonista individual y desde la individualidad y desde mis derechos como persona, como ciudadano, construir la convivencia colectiva. Sustituir ciudadanía por pueblo o colectividad es un error y una vuelta a momentos oscuros de la historia.

Les aseguro que soy capaz de representarme por mí mismo, de hablar por mí mismo y de elegir mis representantes por mí mismo y si no me gustan, cambiarlos. El liberalismo político nacido de las revoluciones francesa y norteamericana consagró la ciudadanía, que luego ha ido evolucionando y desterró el absolutismo.

No existía libertad, no existía ciudadano con derechos antes de la ciudadanía. Tampoco existía la libertad ni el bienestar. Vale ya de mitos absurdos sobre la libertad originaria de Euskadi. Antes del constitucionalismo europeo solamente había absolutismo y privilegios para algunos. También en Euskadi.

Hace años que vengo oyendo que la Constitución de 1812 fue el final de la libertad originaria de los vascos. Ahora incluso se puede oír que fue buena la carta otorgada por el emperador Napoleón, sencillamente porque reconocía el absolutismo, el mito del fuero.

Una parte de Euskadi fue carlista. Una parte de Euskadi apostó por el absolutismo. Una parte de Euskadi guerreó contra el pensamiento liberal, y perdió. Una parte de Euskadi creó el terrorismo y está perdiendo. Y una parte de Euskadi nos trata de convencer de que la primera persona del plural es más importante que la primera persona del singular. El 'nosotros' frente al 'yo'. Gente que cree que la colectividad tiene un derecho por encima del ciudadano.

Es mentira política y jurídicamente. Somos cada uno de los ciudadanos los sujetos de derechos y los constructores, desde la suma de voluntades, de la voluntad colectiva. No existe una voluntad global prehistórica y preconstitucional que nos arrastre hacia un objetivo ideal, hacia un sueño colectivo. No es otra cosa que una falacia con la que nos machacan día a día y que amenaza nuestra libertad individual. Es un mito similar al de que los vascos somos hombres de palabra o que los vascos, con largo pasado bélico, somos amantes de la paz.

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Primar el colectivo frente al individuo nos retrotrae al absolutismo y a reyes que representaban al pueblo, lo encarnaban, podían decidir por nosotros. Nos lleva también a los fascismos y al nazismo que asolaron Europa y, por supuesto, España. A Pueblos elegidos con un destino universal.

Me tiemblan las rodillas solo de pensarlo. Solo de pensar que una vez más podemos equivocarnos y echarnos en brazos de totalitarios me da miedo. No dudo de la intención honesta de muchos ciudadanos que con buena intención optaron, pensando que era lo mejor, por los fascismos. Se equivocaron entonces y temo que nos podemos volver a equivocar ahora en Euskadi.

Mucha gente vota a Batasuna, independientemente de su marca electoral puntual, para consolidar la paz. Maldita la palabra paz cuando hay que decir final del terrorismo. Maldita consolidación de quien no rechaza los métodos que utilizó y solamente cambia de estrategia porque la ley les ha forzado a hacerlo.

Mucha gente olvida lo que había en Euskadi hace tres años. Odio la palabra normalización, que esconde que todo será como debe ser cuando venza la idea de pueblo elegido al concepto de ciudadanía. Me genera rechazo.

Hace tres años cambió el Gobierno vasco. Había un Gobierno en minoría al que daba miedo criticar porque era el dueño, no del Gobierno sino del país, del nosotros como pueblo. Ese Gobierno tenía una idea, la del pueblo milenario al que quería dar forma política. Todos los días lo soportábamos y se nos ha olvidado.

Hace tres años ETA mataba y amenazaba. Amenazó al nuevo Gobierno sencillamente porque no creía en el pueblo originario por encima del ciudadano. Su ética se reducía a suprimir y eliminar al adversario.

Se nos ha olvidado que no había tranquilidad. Es la propia tranquilidad la que nos ha hecho olvidar el pasado. Quiero llamar a no olvidar. Quiero llamar a que veamos lo que éramos y lo que somos. Quiero llamar a que cada uno de nosotros reivindiquemos nuestro derecho de ciudadanía. Somos personas diferentes, singulares y libres. No renunciemos a nuestra libertad y a nuestro derecho a vivir a nuestro aire, a que nos dejen hacer lo que queremos tranquilos. Por favor, no volvamos al raca-raca. No demos espacio a quien pensó que una pistola podía ser una solución y lo hizo usando el nombre de todos, el del mítico pueblo.

Pedro Gómez Damborenea es viceconsejero de Gabinete, Planificación y Estrategia del Gobierno vasco.

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