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pop | crítica

Un atisbo de felicidad

Marlango hará bien en olvidar a sus detractores, que no soportan que disponga de una vocalista guapa, arrolladora y ‘almodovariana'

Taconazo rosa chicle y vestido amarillo de princesita. Anda la cosa tan pachucha que Leonor Watling puede mandar al infierno las supersticiones y aplicar una de las frases más afortunadas de su quinto disco: todo es tan importante que ya no importa nada. Por eso Marlango hará bien en olvidar a sus detractores resentidos, esos que no soportan que el trío disponga de una vocalista guapa, de voz arrolladora y pedigrí almodovariano. Y que, además, canta por fin en el mismo idioma en el que piropea o se enfurruña.

Acumulan Leonor y Alejandro Pelayo el quíntuple de influencias en sus discos duros melómanos que la media del pop español. La presentación de Un día extraordinario, ante un millar de personas en La Riviera, permitió anoche rastrear algunas: Ir y la excelente Gira parecen el adelanto del primer disco en castellano de Natalie Merchant; Si yo fuera otra es una copla con banjo algo facilona, pero libidinosa y agradecida, Lo que sueñas vuela reedita el silbidito feliz de unos Monty Python fronterizos y Dame la razón es un single estupendo, más allá de alguna tentación anabelenizante. Watling escribe muy bien en castellano, con letras que sugieren pero no adoctrinan. Y el repertorio se completa con dos clásicos marlanguizados hasta lo irreconocible, El sitio de mi recreo y Semilla negra, junto a un tributo al Fito Páez más Beatle, el de la soberbia Pétalo de sal.

Lo de los días extraordinarios suena a optimismo irresponsable, a la desesperada. Pero quizás no sea mala idea. Ahora que esto se hunde, Marlango propugna buscar atisbos de felicidad en las pequeñas cosas: una sonrisa traviesa, un guasap con emoticono, un aspersor que nos empapa la camisa. Incluso eligen un telonero, Nothing Places (Emilio Saiz), que constituye la versión guaperas de Thom Yorke y Jonny Greenwood. Su padre, el excelso productor Suso Saiz, se sumó al final con ese espíritu de chiquillo que se entusiasma cada vez que pulsa una cuerda. Y todos, tan felices.

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