Aprenda a fabricar su cerveza en Vic

Miquel Piqué i Josep Santijas tenía 16 años cuando viajó a Bélgica para visitar a su hermana y dar el primer sorbo de lo que sería su futuro: "Descubrí que la cerveza de allí era densa y dulce y al volver a España me di cuenta de que las de aquí ya no me aportaban nada". Hoy, con 23 años, es propietario de una cervecería en Vic con más de 109 variedades que el viernes inaugurará una escuela taller dedicada a tan popular brebaje. "La idea es que la gente cambie su concepto sobre la cerveza y que además de saborearla sepa apreciarla", dice Piqué.

El Taller de la Cerveza de Vic, que abrirá cada viernes por la noche en el local de 120 m2 de Piqué, constará de dos partes: catas temáticas en las que cada uno de los 30 asistentes podrá probar una selección de 18 cervezas de distinta graduación, cuerpo y gusto y por otro lado, un taller con el que aprender lo indispensable para convertirse en un 'homebrewer' (cervecero artesanal). Entre las catas ya anunciadas hay degustaciones de cervezas americanas, belgas o 'frikis', donde se probarán rarezas, "ediciones limitadas y excentricidades", apunta Piqué. El precio por sesión rondará los 30 euros y su duración será de unas tres horas.

Cataluña concentra el 80% de las 25 empresas dedicadas al negocio de la cerveza tradicional, cuya producción ha experimentado un rápido aumento de seguidores en esta comunidad desde hace siete años. "Cualquiera puede hacerse su propia cerveza. Con 50 euros ya tienes para hacer 20 litros", asegura Piqué, en referencia a un paquete prefabricado de venta en tiendas especializadas que contiene extractos de maltas y lúpulos listos para ser mezclados con agua y dejarlos fermentar. Como siempre, si se dispone de mayor presupuesto, las posibilidades se multiplican: "El paso siguiente sería comprar un caldero de acero inoxidable, aunque ya estaríamos hablando de 150 euros"

Una de las responsables de la expansión del 'fenómeno homebrewer' es la casa cervecera catalana Almogáver. Fundada en 2005, tiene previsto este año una facturación de unos 400.000 euros, gracias a un proceso productivo más exigente y un coste de venta al público un poco más elevado que el convencional. "Se ha creado cierta pedagogía en Cataluña desde la aparición hace unos años de casas cerveceras como Rosita o la Compañía Cervecera del Montseny que han animado a la gente a hacerse su cerveza", dice Piqué. Estas microcervecerías se diferencian de las marcas industriales por tener una producción mucho más cuidada y selectiva. "Suelen utilizar ingredientes de mayor calidad, producen muchos menos litros, con lo que el control es mayor, y al no haber proceso de pasteurización se cuida mucho más el ambiente donde se hace la cerveza y su conservación".

Piqué ha probado más de medio millar de tipos de cerveza de todo el mundo. Solo las fabricadas en Cataluña suman 90. Calcula que ha invertido alrededor de 30.000 euros en su bar, que no lleva ni un mes abierto. Con todo, no le está permitido fabricar y servir cerveza en su local, al menos hasta que no obtenga el permiso correspondiente. Un aspecto este, el de la "burrocracia" como la llama él, con el que se muestra muy crítico: "Seguro que Sanidad encontrará 1.000 cosas que no le gustarán en una inspección a una fábrica productora de millones de litros y no va a decir nada y luego a los pequeños les sacan pegas relacionadas con minucias como los espejos del baño". El ejemplo a seguir está, como no podía ser de otro modo, en Alemania: "Allí puedes fabricarte y servir cerveza aun cuando la inspección no haya terminado de tramitar los permisos pero haya comprobado que todo está en regla". Piqué, que en sus ratos libres estudia la licenciatura de INEF, también tiene previsto lanzar su propia marca: "Será lineal, sin muchas estridencias, de color rojizo y afrutada". Ya ha producido 180 litros pero aún no sabe qué nombre le pondrá.