Menos sincera es la verdad
Tras mas de veinte años sin aparecer por su escenario regresó al Liceo 'Adriana Lecouvreur'
Tras mas de veinte años sin aparecer por su escenario regresó al Liceo Adriana Lecouvreur, un operone buenísimo, con gran partitura vocal y orquestación de primera y llena de detalles; drama grandísimo, con cuatro actos, tres personajes imponentes, conflicto dramático intenso aunque con libreto poéticamente mediocre -cuatro ripios- y obra, finalmente, de ubicación estética rarísima pues, adscribiéndose al verismo (se estrenó en 1902) no va de puñaladas traperas entre rústicos en celo ni de “aquí te grito, aquí te mato” sino de siglo XVIII parisino empolvado y pelucón, sofisticados cortesanos que se asesinan entre reverencias y actrices de la Comédie Française que viven su arte con más intensidad que su vida. “Menos sincera es la verdad” afirma en el primer acto, al escuchar a Adriana recitando con intensidad su papel, Michonnet, rarísimo personaje, único en la historia del teatro pues figura que es un director de escena humilde, discreto y modesto.
Adriana Lecouvreur
De Francesco Cilèa. Intérpretes: Roberto Alagna, tenor. Barbara Frittoli, soprano. Dolora Zajick, mezzosoprano. Joan Pons, barítono. Giorgio Giuseppini, bajo y Francisco Vas, tenor. Orquesta Sinfónica i Coro del Gran Teatro del Liceo. Maurizio Benini, dirección musical. David McVicar, dirección escénica. Charles Edwards, escenografia. Coproducción del Gran Teatro del Liceo, Royal Opera House Covent Garden, Staatsoper de Viena, Opéra de Paris y San Francisco Opera. Teatro del Liceo, Barcelona, 14 de mayo.
Adriana Lecouvreur se presentó en una hermosa, lujosa y multitudinaria coproducción entre el Liceu y otros cuatro grandes teatros estrenada en el Covent Garden de Londres en noviembre de 2010. La acertada dirección escénica de David McVicar, conocido en el Liceo por su Manon de la temporada 2006-2007, abunda en la idea, siempre eficaz en un arte tan narcisista como el teatro, de meter un escenario dentro del escenario y jugar a borrar las fronteras entre realidad y ficción.
Adriana Lecouvreur se ofreció en un envoltorio de gran nivel y sabia dirección escénica, pero Adriana Lecouvreur, por encima de todo, hay que cantarla, cantarla a morir. La partitura no ofrece relajo, escondites ni posibilidades de reservar y Adriana, Maurizio y la siniestra princesa de Bouillon tienen que jugarse el tipo desde la primera nota. En este punto la noche del estreno fue memorable con un trío de cantantes verdaderamente excepcional que configuraba un reparto de primerísimo nivel.
Barbara Frittoli, añadió empuje y drama a una voz de base lírica y compuso una Adriana que empezó bien y acabó fantástica. Roberto Alagna, verdaderamente renacido como gran tenor, estuvo poderoso, entregado, sensacional como Maurizio y sólo pareció pasar por una breve, brevísima “pájara” en “l’anima ho stanca” recuperándose enseguida. Dolora Zajick devoró literalmente su personaje de la Princesa de Bouillon con una autoridad y potencia vocal sobrecogedoras. El doliente personaje de Michonnet, que vive en silencio su amor no correspondido, fue defendido escénicamente y vocalmente a alto nivel por Joan Pons. Alto nivel también en todos los personajes secundarios así como en el ballet del tercer acto.
Ante la orquesta se puso Maurizio Benini y obtuvo buenos resultados. Con una orquestación insólitamente elaborada, Adriana Lecouvreur ofrece más de una posibilidad de lucimiento a la orquesta tanto en los intermedios como, especialmente, en el ballet. El conjunto sonó refinado, equilibrado y añadió a la espléndida base vocal el complemento justo para entregar al público una gran noche de ópera.
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