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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Google y la socialdemocracia

"Para ser eficaces las opciones políticas no populistas necesitan científicos, ingenieros, oradores, polítologos, artistas, arquitectos, poetas, sociólogos..."

Imaginemos que Google en lugar de ser el tipo de organización que es, solo fuese un conjunto de personas unidas por la voluntad de que toda la información contenida en Internet pudiese consultarse por los usuarios a través de dispositivos simples de búsqueda. Y que solo fuera eso: un grupo de personas unidas por esa voluntad común. Pero sin programadores, sin matemáticos, sin ingenieros, sin creativos, sin informáticos, sin diseñadores. Desde luego Google no sería lo que es. Probablemente se reduciría a una simple fachada digital sin nada detrás, a una apariencia de utilidad en la que más pronto que tarde los usuarios perderían su confianza.

La socialdemocracia se ha quedado sin proyecto político por carecer de proyecto cultural y por no disponer de una comprensión de la realidad científicamente solvente. Sí, la socialdemocracia quiere empleo de calidad, cohesión social, igualdad, libertad, bienestar. Pero ¿dónde están las fórmulas fiables que pueden conducir hacia ellos? ¿No será, acaso, la socialdemocracia una aplicación aparente que ya no puede "mostrar la página", un buscador que se ha quedado sin algoritmos?

Como fuente de soluciones, la socialdemocracia ha dejado de funcionar y en general la gente es consciente de su incapacidad de ofrecer lo que promete. Es lógico. Para ser eficaces las opciones políticas no populistas necesitan científicos, ingenieros, oradores, polítologos, artistas, arquitectos, poetas, sociólogos... pero no como elementos de decoración al servicio de una política profesional, sino como agentes ellos mismos con autoridad democrática suficiente en la conformación del proyecto.

En España, en cualquiera de sus niveles de organización territorial, nadie como los partidos socialdemócratas han tenido y continúan teniendo una tal capacidad potencial de reclutamiento de talento y de movilización afectiva e intelectual. Si el silbato se tocase con seriedad, en la competición por el talento la socialdemocracia no tendría rival. Pero el silbato no sonará porque su llamada perturba la lógica interna de los repartos, que tan tristemente caracteriza al conjunto de las organizaciones socialdemócratas españolas.

Es de agradecer a los profesores Romero y Azagra que unos años después de su País complejo sigan abriendo, junto con unos pocos, algunos huecos dentro del desierto intelectual que cubre de inoperancia la reciente historia de la socialdemocracia valenciana. Quienes andan hacia afuera sobrados de argumentos, andan bien escasos hacia adentro de representación. No es ley de vida, pero sí es una ley de supervivencia que afecta a los árbitros internos de la situación.

Tal vez toda esta falta de credibilidad social del centroizquierda deriva, entre otras cosas, de que sus organizaciones representantes hayan transformado los encomiables valores de la ideología socialdemócrata en un pretexto salarial para continuar viviendo del lobby de la mediocridad.

Carlos González Triviño es abogado.

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