El tren de la resistencia
Un ferrocarril hecho en tres meses sorteó el cerco franquista hace 75 años
La maleza, feraz en esta lluviosa primavera, no ha conseguido borrar los vestigios de una obra pública ciclópea. Fue fruto del esfuerzo para afrontar un desafío excepcional: el asedio del Madrid republicano. Ahora se cumplen 75 años de su construcción, en apenas tres meses de 1937, de una línea férrea auxiliar entre Madrid y Valencia. Es tan desconocida hoy como decisiva fue entonces para prolongar la resistencia republicana al cerco franquista durante los últimos 20 meses de la Guerra Civil.
El trazado, de 91,3 kilómetros, abarcaba desde Torrejón de Ardoz hasta la localidad conquense de Tarancón. Surcaba el límite suroriental madrileño cercano a La Alcarria hasta empalmar, ya en Cuenca, con la línea férrea a Valencia, batida e interceptada en su primer tramo por el Ejército golpista. Cien días después de iniciadas las obras, miles de personas, cabezas de ganado y toneladas de abastecimientos, armas y vituallas, viajaban de noche, en chirriantes trenes de madera y vagones estancos, tirados a veces hasta por dos máquinas, dados los taludes abarrancados que tenían que sortear. Así, la vía férrea, con un ancho de 1,64 metros, superaba desniveles de hasta 240 metros, como el existente entre Campo Real y Orusco, dos de los nudos madrileños unidos por sus raíles.
Es tan desconocida hoy como decisiva fue entonces para prolongar la resistencia republicana
El tendido se hizo con material ferroviario procedente de estaciones como la de Las Matas. Contó con una decena de túneles, alguno de ellos de hasta 150 metros de longitud, así como con tres puentes, un puñado de apeaderos y tres estaciones. Muchas de sus edificaciones se conservan hoy en un estado aceptable, que revela maestría en su fábrica. El ferrocarril fue conocido como Vía de Negrín, en homenaje al jefe del Gobierno republicano que impulsó su construcción. “Entre 8.000 y 12.000 personas llegaron a participar en su construcción”, explica Andrés Graña, concejal de Villar del Olmo, que lleva años preparando el libro El tren de los 40 días. “Dos terceras partes de quienes explanaron la vía fueron presos, muchos religiosos, y el resto voluntarios y efectivos del Batallón de Fortificaciones del Ejército Popular de la República”, dice. Apenas quedan supervivientes.
El trazado, de 91,3 kilómetros, abarcaba desde Torrejón de Ardoz hasta la localidad conquense de Tarancón
Precedidos por dinamiteros y barreneros, los operarios que cavaron las trincheras, tendieron la vía y horadaron los túneles, fueron alojados provisionalmente en barracones levantados al efecto y, ya de modo permanente, en el palacio de Nuevo Baztán, del siglo XVIII construido por el navarro Juan de Goyeneche, valido del rey Felipe V de Borbón. Enfrente de la pila de la capilla, un letrero evoca a sus antiguos huéspedes. “Los Caballeros de Nuevo Baztán en recuerdo de su cautiverio / 20 de mayo de 1937 / 28 de marzo de 1939”. Igualmente, algunos se alojaron en el cercano palacio de Ambite. “Por tratarse de presos religiosos y desafectos a la República, la aviación franquista se abstuvo de bombardear la línea durante su construcción”, explica Graña.
Por decisión de Negrín, el proyecto fue ideado desde el Ministerio de Comunicaciones de la República, cuyo titular era el arquitecto Bernardo Giner de los Ríos.
El ministro depositó en los ingenieros de Caminos Emilio Kowalski y Andrés Arrillaga de la Vega la jefatura de las obras. En principio, se contó con una pequeña línea ferroviaria de 60 centímetros de anchura utilizada por una azucarera de Torrejón de Ardoz, en cuya estación aún se aprecia el arranque de su trazado. La nueva vía la conectaba con Mejorada del Campo, Loeches, Pozuelo del Rey, Nuevo Baztán, Villar del Olmo, más Orusco, Estremera, Belinchón y Tarancón.
Al concluir la guerra en 1939, travesaños y raíles fueron desmontados y devueltos, previo pago de canon, a la compañía privada MZA, propietaria de las líneas.
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