Nuevo éxito nuevo
El 15M es nosotros y el otro. El éxito ha sido ver a los otros.
La manifestación ha sido un éxito. Éxito a palo seco -han sido muchos kilos de carne reunida en muy poco espacio-, pero éxito también de la nueva lógica de lo colectivo que entraña el 15M. Analizar ese -nuevo- éxito de esa -nueva- lógica es explicar lo que ha pasado y, por el mismo precio, explicar también la naturaleza intrínseca del 15M.
El éxito vertebrado consiste en volver a existir. En volver a ocupar las calles. En volver a encontrarse físicamente. En el intercambio de miradas. Suena cursi. Pero el 15M es una relación sentimental. Esta semana, Amador Fernández-Savater, de hecho, ha escrito un artículo en el que compara el 15M con un enamoramiento, ese choque intelectual y ético en el que uno debe actualizar, y rapidito, su vida, de acuerdo a un nuevo otro. El 15M es nosotros y el otro. El éxito ha sido ver a los otros. Los otros son/somos diversas sensibilidades. A algunos nos gusta votar. A otros no. Unos se identifican con estéticas opuestas a otras, o con unos recortes frente a otros. La unidad de tantos otros es un máximo común divisor extraordinario, maduro, nada sentimental, nada cursi, punk, si me fuerzan, que se ha elaborado a lo largo de un año. Para ello, ha sido necesario superar la cultura hegemonía de los últimos 35 años, y fabricar, desde esa libertad intelectual, un diagnóstico de la realidad terrible: el bienestar y la democracia están amenazados, y en la próxima casilla -¿los próximos presupuestos/presupostos?-, los palabros bienestar y democracia igual no valen su peso en guano.
El éxito consistió en una fiesta. Amenizada desde las alturas por el helicóptero al uso, que ya empieza a ser entrañable, además de una metáfora de lo contrario al 15M, el Estado, esa cosa que conoce el 15M de pasada. Y que carece de puentes -jamás, en fin, se ha construido un puente entre la tierra y un helicóptero-. La fiesta finalizó al volver a Plaça Catalunya. En esta y en miles de plazas, el 15M, que ya ha hecho su diagnóstico, es previsible que haga sus propuestas. Presumiblemente, nada cursis.