El negocio de las alcantarillas
Una decena de asociaciones vecinales de Madrid denuncia el aumento de los robos de tapas y rejillas de hierro
Modesto García camina por la calle de Latina y no da crédito a lo que ven sus ojos. Faltan las ocho rejillas de la vía, de unos 450 metros de longitud, y situada en el barrio de Lucero. Vuelve a mirar: de izquierda a derecha. Ni rastro. La escena se repite en el barrio de Cárcavas, en el distrito de Hortaleza, donde, además de las rejillas, han desaparecido las tapas de las alcantarillas. Una decena de asociaciones vecinales de Madrid ha denunciado en las últimas semanas el aumento de los robos de estos instrumentos de hierro para la canalización del agua. “Los agujeros ponen en peligro a los viandantes. Tenemos que poner unas tablas de maderas para advertir a los transeúntes”, sentencia José Andrés Álvaro, presidente de la agrupación vecinal de Cárcavas.
Una patrulla ciudadana del barrio de los Rosales, en Villaverde, inspecciona dos veces al mes los desperfectos que sufre la zona. Desde principios de año, el problema se repite. Y no hay manera de frenarlo. Las tapas de las alcantarillas y los imbornales, rejillas para dar salida al agua de lluvia que se encuentran debajo del bordillo de la acera, desaparecen. El mecanismo siempre es el mismo. Un vecino se encuentra con un agujero enorme en la acera. Con suerte, logra esquivarlo. Se escandaliza pero sigue caminando hasta, que, de repente, se topa con otro. En la reunión de vecinos deciden llamar al Ayuntamiento para que reponga cuanto antes el boquete. El Consistorio llama a su vez el Canal Isabel II y los técnicos rápidamente arreglan el desaguisado.
“Este problema ha existido siempre, pero últimamente es un escándalo”, lamenta Mariano Monjas, de la asociación Los Pinos de San Agustín, en Puente de Vallecas. Pero, ¿quién está detrás de estos robos? Los vecinos lo tienen claro: hay bandas organizadas que roban las tapas para venderlas en chatarrerías clandestinas. Los chatarreros consultados reconocen, por su parte, que estas tapas de hierro de fundición se venden en negocios ilegales a 0,22 céntimos el kilo. “Si multiplicas el precio por los 30 o 35 kilos que suelen pesar las tapas puedes ganar aproximadamente seis euros y medio por tapa; unos 80 euros por cada diez”, explica L. M., un chatarrero del barrio de Pavones. Los ladrones utilizan un gancho de hierro para llevarse la tapa, según fuentes policiales.
Aunque no existe ningún registro de las tapas y rejillas que han desaparecido, el Canal de Isabel II asegura que en los últimos meses no dan abasto con las reposiciones. Tanto que los técnicos han decidido cambiar el hierro fundido por hormigón, más barato y pesado. El problema es que este material no vale para la calzada porque no aguantaría el peso de los coches y generaría más ruido. La Fundación está probando con otros materiales como el polietileno, un tipo de plástico aún más resistente. Lo que sea para lograr que robar tapas y rejillas no sea tan atractivo. El número de tapas de registro que hay en Madrid capital se sitúa en torno a las 150.000 y la red de alcantarillado tiene más de 4.700 kilómetros de longitud.
Antidio Vinuesa, vocal de la asociación vecinal La Nueva Elipa, habla del peligro que corren los chicos que van a hacer deporte al campo de fútbol de San Alberto: “Los agujeros son enormes y tienen unos tres metros de profundidad. Hemos puesto unas retamas de madera para que nadie se caiga. ¿Qué podemos hacer? Los vecinos no podemos estar vigilando todo el rato”.
Los robos se producen, sobre todo, en las inmediaciones de centros comerciales, en barrios con poca población o aceras cercanas a polígonos industriales. Pero también en avenidas muy transitadas, como es el caso de la calle de Latina.Una comisaría de uno de los distritos afectados asegura que no han recibido denuncias de este tipo. El procedimiento común que realizan los vecinos es avisar al Ayuntamiento y este, a su vez, al Canal Isabel II. “Poner una denuncia por este motivo me parece kafkiano”, afirma Pedro Tejero, uno de los afectados. Las fuentes policiales consultadas reconocen que el robo de este tipo de utensilios ha estado relacionado los alunizajes, pero no tienen constancia de que sea tan común su comercialización.
“Intenté agarrarme al suelo para no caer al fondo”
“¡Vaya susto que me llevé!”. José Andrés Álvaro, presidente de la Asociación Vecinal del barrio de Cárcavas, en Hortaleza, no puede olvidar el mal rato que pasó hace un año cuando cayó por el boquete de una alcantarilla cerca de su casa. “Caminaba tranquilamente cuando pisé la madera que habían colocado para advertir a los viandantes, pero no la vi y cuando me quise dar cuenta estaba intentando agarrarme al suelo para no caer hasta el fondo”, relata. El incidente le causó un fuerte dolor de rodilla y rozaduras en los brazos. Álvaro no denunció la caída porque consideró que era un accidente puntual. “Tendría que haber prestado más atención”, pensó en aquel momento.
Lo mismo le sucedió a Inés, de 73 años. Hace tres esta anciana cayó por uno de los agujeros en el barrio de La Elipa mientras daba su paseo vespertino. Iba sola y el susto fue doble, pero consiguió frenar la caída con los brazos sin descender al fondo. Antidio Vinuesa, su yerno, explica que en ese momento no fueron a la policía porque les parecía desmesurado. Vinuesa asegura que los vecinos han denunciado el caso ante la Junta Municipal del distrito al que pertenecen, Ciudad Lineal.
Modesto García, de 65 años, sufrió otro incidente provocadopor la desaparición de una rejilla en el barrio de Lucero. Hace un mes y medio, iba a recoger en su vehículo a su mujer a la salida del metro cuando al aparcar se percató que una de las ruedas traseras se quedó atrancada en el boquete. “El coche se quedó encajado y nos costó mucho sacar la rueda, pero finalmente lo conseguimos”, explica.
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