La manzana y el médico
En una escena de la novela El rey blanco, de György Dragomán, un abuelo lleva a su nieto a un mirador desde donde se ve la ciudad, para enseñarle “a ver el conjunto, todo unido”. Yo también pienso que muchos asuntos, y de manera muy particular los públicos, ganan al ser considerados como un todo, porque sólo así se revelan como procesos, como engranajes compuestos por piezas interdependientes, de principio a fin.
La sanidad pública es una de esas cuestiones que necesitan mirarse en conjunto y de principio a fin, porque está indisociablemente unida a la salud individual en todas sus edades, de la infancia a la vejez. Creo que demasiadas veces nuestro debate público olvida o descuida, por no decir que desprecia, la dimensión intergeneracional (¿qué son sino lamentables olvidos de(l) futuro los recortes en educación o cultura?); y que ello resulta particularmente llamativo en materia sanitaria. Porque se habla mucho de la tercera edad y muy poco de los jóvenes, cuando se abordan los retos del gasto sanitario. Se insiste mucho en factores como la longevidad en los ancianos; y mucho menos en la evidencia contraria: en el acortamiento de la edad de los nuevos pacientes; en el número creciente de niños/jóvenes que, debido a una mala higiene de vida, presentan patologías antes reservadas al adulto (diabetes, colesterol elevado…) y necesitan por lo tanto atención médica. La presión sobre los sistemas sanitarios no es ya sólo de llegada sino también, y significativamente, de partida.
Un estudio presentado recientemente señalaba que la obesidad ha aumentado en Euskadi un 25% en los últimos diez años. Y ese fenómeno es especialmente alarmante en lo que afecta a los niños cuyos malos hábitos alimentarios y sedentarismo (sólo a un tercio de los chicos y a un 20% de las chicas puede considerárseles activos en su tiempo libre) además de ensombrecer su propia calidad de vida, representan un pésimo augurio para los sistemas de salud, un anticipo de tensiones máximas. El debate sobre el gasto sanitario, que en estos momentos está al rojo vivo, no debería por ello descuidar estos datos, sino incorporarlos a todas sus reflexiones y propuestas. Abordar los retos que plantea ahora mismo el sistema sanitario no es sólo cuestión de dinero, de cómo obtener más dinero (mediante el copago, por ejemplo) sino de cómo frenar el gasto del modo más saludable, esto es, no menguando los servicios sino la demanda, la necesidad de ellos. Promoviendo salud. Alimentando, en el sentido más literal, los buenos hábitos (¿no deberían ser materia de interés público los precios de la fruta, por ejemplo, prohibitivos para mucha gente?), afinando medidas (¿no debe la industria alimentaria ser regulada con más exigencia y coherencia?). Asumiendo como un recorte presupuestario —por una vez, valioso, defendible— ese sabio dicho inglés según el cual una manzana al día mantiene alejado al médico. Una manzana, de principio a fin.
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