Titulados, parados y voluntarios
Tras años de formación y ante la falta de oportunidades, algunos jóvenes se deciden por colaborar de forma desinteresada con diferentes entidades
Jóvenes con años de formación a sus espaldas y títulos que acreditan sus capacidades llenan estos días las colas del paro. Se trata de chicos y chicas que empezaron sus estudios en tiempos en los que la palabra máster era sinónimo de trabajo seguro y que, ante un panorama laboral que no deja de cerrarles puertas, se ven obligados a rebajar sus expectativas continuamente. En este contexto, son muchos los que se inclinan por vías poco convencionales para entrar en contacto con la realidad profesional para la que se han preparado, una de esas vías es el voluntariado.
El caso de Sara Gómez es paradigmático, diplomada en Magisterio y licenciada en Pedagogía, cuenta además con un máster que de poco le ha servido a la hora de encontrar trabajo. Después de la congelación de las oposiciones que llevaba meses preparando se decidió por colaborar como voluntaria con diferentes entidades. “Yo me he pagado mis estudios trabajando, podría haber vuelto al centro comercial en el que estuve pero no es lo que quiero hacer, sería como haber estudiado para nada”, afirma convencida.
Sara colabora de forma puntual con el Seminario Galego de Educación para a Paz revisando los materiales didácticos con los que trabajan y aportando los conocimientos que sus años de formación le han brindado. Además echa una mano en la Asociación de Altas Capacidades de Galicia (ASAC). Afirma que su colaboración con ambas entidades le ha aportado mucho a nivel personal y profesional y espera que su dedicación le ayude a abrirse camino de cara a su entrada en el mercado laboral. “Por la propia experiencia el voluntariado vale la pena, además es una forma de introducirte para que te tengan en cuenta cuando necesiten gente”, afirma Sara. De momento ha conseguido que en ASAC cuenten con ella para acompañar a los chavales de la asociación en las salidas que organizan durante el fin de semana, un trabajo remunerado que ha logrado después de meses colaborando como voluntaria.
Buscan ampliar currículum y obtener experiencia profesional
Sara no es la única que ha decidido poner en práctica sus conocimientos a través del trabajo voluntario. “Es cierto que lo que hace falta para participar en iniciativas de voluntariado es tiempo y eso con la crisis sobra. Eso no quiere decir que los voluntarios tengan que ayudar más en tiempos de crisis, esa no es su función” afirma Javier Agrafojo, coordinador del servicio de integración y participación de la USC. “La sociedad es desde siempre bastante participativa, lo que puede pasar ahora es que la gente acuda al voluntariado para adquirir capacidades y conocimientos con la aspiración de que eso les ayude en un futuro a encontrar un trabajo”, añade Agrafojo.
Precisamente aprender, adquirir experiencia y aumentar currículum es lo que busca Begoña Domínguez en su colaboración con la Asociación de familias de personas con parálisis cerebral (APAMP) en Vigo. Diplomada en Trabajo Social y con 22 años, después de varios meses buscando empleo sin resultado alguno se puso en contacto con la organización y decidió trabajar con ellos como voluntaria. “Es algo que me gusta y me hace feliz, trabajando con esas personas te enriqueces, te enseñan a ver la vida de otra forma” afirma con convicción.
Begoña acude al local del que APAMP dispone en el centro de Vigo tres días a la semana. Allí colabora con los trabajadores en las diferentes actividades que llevan a cabo para mejorar la calidad de vida de los usuarios y sus familiares. “Hago un poco de todo, ayudo en los talleres ocupacionales y en lo que me necesitan”, apunta. La aspiración de Begoña es seguir formándose, entre sus planes de futuro entra la cursar un máster pero, de momento, el voluntariado le ofrece una buena oportunidad de conocer de primera mano la forma de trabajar de los profesionales. Afirma no tener prisa, pero reconoce que en un plazo de uno o dos años le gustaría poder independizarse. “Yo vivo con mis padres y ellos me ayudan pero me gustaría vivir por mi cuenta”, señala.
La realidad laboral de los trabajadores sociales es especialmente complicada y son muchos los colegas de Begoña que han tenido que hacer las maletas para probar suerte en el extranjero. “Conozco a varios compañeros que se han ido fuera para poder trabajar pero eso es algo que yo no me planteo”, afirma.
La mala situación que ha llevado a algunos compañeros de Begoña a emigrar es la misma que hace que cada vez sean más las personas que acuden a los centros de Cáritas en busca de ayuda. Ana Díaz Meira trabaja como socióloga en la sede de la entidad en Santiago, puesto al que accedió después de desarrollar tareas como voluntaria con la organización durante meses. “Tuve que dejar mi anterior trabajo por problemas de salud y durante ese tiempo no quería mantenerme inactiva, mi madre había colaborado con Cáritas en A Coruña y por eso me decidí a participar en las actividades que ellos realizan”, cuenta Ana. Una colaboración que le ha ofrecido la oportunidad de conocer de cerca la situación de los más afectados por la crisis. “Llevo aprendiendo desde el primer día que llegué, este trabajo te da una perspectiva completamente distinta de la realidad, te abre la mente”.
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